Gorostiaga ¿padre de la Constitución?, por Antonio Calabrese

OPINIÓN

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Constitución Nacional / Foto: Wikimedia Commons

Escrito por Antonio Calabrese*, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 12 minutos

El Dr. José Benjamín Gorostiaga, masón iniciado en Paraná, por entonces capital de la Confederación Argentina, que alcanzara el grado 30 del escocismo en 1877 y dos años más tarde el grado 33º según Alcibíades Lappas, fue constituyente por la provincia de Santiago del Estero en las Convenciones de 1853 y 1860 y también fue constituyente por la provincia de Buenos Aires en 1870; fue ministro del Interior y Ministro de Hacienda en la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento; presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires; ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y  presidente de la misma durante diez de los veinte años que la integró; fue docente universitario y académico de derecho en 1886; integró la Comisión Redactora del Código de Comercio de la Nación pero también demostró fuera de los cargos públicos una constante preocupación por los problemas nacionales que le llevó en 1890, habiendo dejado la Corte hacia un par de años, a integrar la Junta Consultiva de la Revolución del 90 con Leandro Alem, Bartolomé Mitre y Bernardo de Yrigoyen, entre otros, figurando como fundador, también, de la Unión Cívica Radical acompañando al Dr. Alem, a la que arriba en su carácter de  delegado del Club, así se llamaban entonces los comités, de Catedral al norte.

Más la obra magna, cumbre, de este prócer fue, en nuestro criterio, la autoría de la Constitución Nacional. Constitución que es una de las más viejas del mundo y cuyo plazo de vigencia es uno de los más largos que se conoce, lo que quiere decir que el constituyente, en este caso Gorostiaga, captó la esencia, el espíritu del pueblo que estaba destinado a recibirla.

En los altos de la Panadería de Merengo, en la ciudad de Santa Fe, en la navidad de 1852 hasta fin de enero de 1853, tras el calor y la humedad de los días del tórrido verano, se veían, todas las noches, encendidas las velas del cuarto donde residía Gorostiaga, que daba a la acera, como testigos de una labor incesante y sin pausas, de quien tenía costumbres verdaderamente ascéticas para la época. Era un hombre alto erguido según la descripción de Carlos Ibarguren y José María Zuviría, hijo del presidente de la Convención, de finos modales, educado, de barba negra, pelo enrulado y compacto, de mirada profunda y ojos oscuros.

En aquel momento, de vida social muy intensa en la ciudad, Gorostiaga que era soltero,  y que tenía apenas 29 años, nadie recuerda que haya asistido jamás a reunión o fiesta alguna, algo singular teniendo en cuenta que de los 27 convencionales, otros tres, solteros como él, se casaron, por entonces, con damas santafecinas, producto de aquella importante vida de relación que se prolongara por todos los meses que durara la asamblea.

Es que Gorostiaga dedicó todo su tiempo a redactar su célebre «esbozo» que finalmente fuera el anteproyecto de Constitución, sancionada, a la postre, como tal, con muy pocas modificaciones.

Paul Groussac dice que no se ha escrito todavía la historia del Congreso de Santa Fe, pero cuando se escriba, seguramente se le reconocerá al jurista santiagueño su importante obra y peso dentro de la Convención Constituyente. «Si es lícito, dice en su obra “Estudios Históricos Argentinos”, adjudicar la Constitución a alguien, ese alguien es el Dr. José Benjamín Gorostiaga».

En las antípodas del pensamiento político de Groussac, José María Rosa en el libro «Nos los representantes del pueblo…», en el que realiza un detallado estudio crítico de la convención y de cada uno de sus representantes, afirma: «… toda la labor de la Comisión se puede resumir en la labor personal de José Benjamín Gorostiaga». Carlos Sánchez Viamonte, por otra parte, en el prólogo de la obra de Jorge Reynaldo Vanossi le adjudica no sólo la autoría sino también la interpretación de la Carta Magna, obviamente, al ser juez de la Corte, privilegio que junto a del Carril, muy pocos pueden ostentar en la historia constitucional comparada. Jorge Mitre en una edición del diario La Nación, del 22 de marzo de 1953 recuerda que Bartolomé Mitre  le dijo que «Groussac tiene razón en lo que dice, lo que pasa es que no entiendo como se animó a decirlo».

Pero la obra más importante al respecto es la tesis doctoral del mencionado Vanossi, que fue publicada en 1971 bajo el título: «José Benjamín Gorostiaga y su influencia en la Constitución Nacional y su Jurisprudencia». Allí afirma que la obra de Gorostiaga surge de su anteproyecto que es un testimonio irrefutable de su autoría.

Este anteproyecto llamado «Esbozo», se encuentra manuscrito en dos copias reservadas actualmente: una en la Biblioteca Nacional y otra en los archivos de la Secretaria de Estado en Washington, como recordara Clodomiro Zavalía, en 1931, según informes del embajador Argentino  de aquel momento Dr. Jorge Aja Espil.

José Seco Villalba, un publicista cordobés, fue en 1943 quién primero sostuvo en su obra «Fuentes de la Constitución Argentina» que «…el esbozo de Gorostiaga, como tal, se transformó después en la escritura textual de la Constitución». Asimismo Ernesto Quesada, hijo del titular del bufete de abogados en el que trabajó Gorostiaga cuando se recibió en 1844 en la Universidad de Buenos Aires, en el prologo de la obra «Pujol en la época de la Confederación Argentina» y en una carta remitida al Dr. González Calderón, que este reproduce en su  célebre «Tratado de Derecho Constitucional» afirma que Gorostiaga redactó todo el texto constitucional y que la influencia de Alberdi fue nula, porque este se inspiró para escribir «Las Bases» en la obra de Pellegrino Rossi que comentaba a la Confederación Helvética. Por otra parte, Gorostiaga que conocía el idioma inglés, a diferencia de Alberdi, tomó de fuente directa, tanto la Constitución de Estados Unidos como la de Massachusetts y la de otros estados americanos al igual que el aporte doctrinario de «El Federalista» la  célebre obra de Madison, Hamilton y Jay.

Alberto Dalla Vía, escribió con motivo del sesquicentenario de la sanción de la Constitución un trabajo que se llama «Itinerario y Vigencia de la Constitución Histórica» y allí sigue la teoría de Vanossi y Seco Villalba manteniendo que la redacción del «esbozo» y sus borradores son prueba irrefutable de la autoría de Gorostiaga.

El preámbulo, en el que tiene intervención también, Juan María Gutiérrez, según constancias de la época, es distinto al de Alberdi y el sistema rentístico del artículo 4º se encuentra en las antípodas del propuesto por el jurista tucumano. Gorostiaga logra no solo imponer las fuentes de los recursos propios de la nación sino además la facultad de crear impuestos indirectos por la influencia de Mariano Fragueiro escritor de «Cuestiones Argentinas». En el Art. 64 Inc. 5º con la creación del Banco Nacional al que se oponía Alberdi igual que el inciso 16º de protección a la industria nacional, acreditan criterios económicos totalmente disímiles a los del jurista tucumano.

Pero es Bartolomé Mitre en las ediciones del diario La Nación de los días 16,17, 18 de noviembre y 21 de diciembre de 1880 y 10 y 26 de junio de 1881 en donde habla sobre la obra constitucional del Dr. Alberdi quien sostiene, en forma concluyente, la poca influencia que tuvo este, en la gestación de la Constitución Argentina, otorgándole los méritos de la misma al Dr. Gorostiaga. Es la misma postura que siguen Félix Chaparro y más modernamente Alberto Bianchi en el prólogo de la obra de Baeza «Exégesis de la Constitución» que manifiesta «…que a impulso de la opinión de Gorostiaga se rechazó el proyecto de Alberdi».

En uno de los últimos textos publicados al respecto, en el año 2007  llamado «Fuentes de la Constitución Nacional» de  García Mansilla y Ramírez Calvo se afirma «Que no puede dudarse de la autoría de Gorostiaga sobre la Constitución».

Pero más allá de estas opiniones doctrinarias se puede hacer un análisis objetivo del texto para probar su autoría, desechando definitivamente la de Alberdi.

La Constitución de 1853 tenía 107 artículos, de los cuales toda la doctrina es conteste en afirmar que el preámbulo y la parte orgánica, es decir, la distribución de los tres poderes, es confección exclusiva de Gorostiaga, generándose alguna duda, en todo caso, sobre la parte dogmática que constaba de 31 artículos.

Ahora bien, según las tablas de equivalencias de nuestra Constitución con la Constitución de Estados Unidos que realizó Ernesto Padilla y que después comentó Carlos Fayt, ambos sostienen que 60 artículos son copia literal de esta, dejando, de los cuarenta y siete restantes, como pertenecientes a la parte dogmática, cuya autoría se duda, solamente fuera de la copia, a los artículos 1, 2, 5, 14, 15, y 19 al 29, es decir sólo 17 o 18 artículos de los 107 sobre los que, en consecuencia, no existiría certeza de que fueran escritos por Gorostiaga.

Sin embargo, las cuarenta intervenciones que tuvo en los debates según la crónica, registradas en las actas de la Convención por la defensa de todos ellos y la redacción final del informe de la Comisión, en el que colaborara Juan María Gutiérrez, que también se le atribuye sin discusión, nos hacen pensar que si no son de su autoría, al menos su intervención fue vital para la sanción de los mismos.

Cabría preguntarse entonces porque fue tan mezquina la posteridad con este jurista santiagueño.

Tal vez, la modestia de su carácter alejado de toda frivolidad o la humildad de sus actitudes, propias del hombre sabio le alejaron de los aplausos.

Aquel importante historiador de la Constitución que fue Emilio Ravignani dijo de Gorostiaga, refiriéndose a este tema que «sus labios jamás se abrieron para auto elogiarse» solamente existe un precedente entre los papeles del prócer, sobre una automención de sus antecedentes, en sus manuscritos  archivados en la Biblioteca Nacional en uno de los cuales él relata los cargos que ocupó y dice «…redactor principal de la Constitución Nacional…» pero al parecer, después se arrepiente y lo tacha. Aparece testado por mano propia. Era tal su grandeza, dice Félix Chaparro que no obstante ser el miembro informante, el redactor del informe de la Comisión, el autor del esbozo o anteproyecto, y el defensor del mismo en tantos debates en el recinto de la Convención, es el último en firmar el texto aprobado. Su firma aparece después de la del último convencional.

Justamente, esta característica de su personalidad lo hizo renunciar a una candidatura a presidente de la Nación, impulsada entre otros por Bartolomé Mitre cuando tenía muchas posibilidades de éxito.

Había nacido el 26 de Marzo de 1823 y murió el 3 de Octubre de 1891. Lo despidió una salva de cañonazos del regimiento II de Artillería y una parada militar de los Batallones II, VII, y XII, de Infantería. Acompañaron sus restos, entre otros, Bartolomé Mitre, Luis Sáenz Peña, Amancio Alcorta y Julio Argentino Roca.

Gorostiaga, oriundo de aquella vieja provincia norteña, es merecedor más que ningún otro de la sentencia de Leopoldo Lugones que decía que «…el santiagueño tiene la condición del viento, porque cuando sopla, no le importa la polvareda que levanta».

Antonio Calabrese es autor de «José de San Martín ¿Un agente inglés?».

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