Un dirigente del peronismo de la Provincia de Buenos Aires, insiste en reclamar «argentinos a las cosas»

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*Opinión de Hugo Flombaum

 

Cursaba mi tercer año de secundario (año 1964) y me tropecé con mi primera disyuntiva ante la corrupción. Un compañero de quinto año que oficiaba de celador ayudante se me acerca y me dice: “si queres hacerte la rata y que tu falta no se cuente traete un paquete de Chester importado para el preceptor y no te pasa el ausente”.

Ya mucho más grande siendo Secretario Parlamentario del Senado de la Nación, presencié un debate entre el ministro Dromi y el senador Conrado Storani, cuando éste le criticaba al ministro el proyecto de Ley de Reforma del Estado previendo la corrupción que generaría. El ministro, y consta en el diario de sesiones, le dijo: ”Senador, en materia de gas nuestra crisis pasa por el mecanismo de transporte de la red troncal, pero nadie discute el éxito de NEUBA o de Loma de la Lata. Dejemos en la antología los reproches procedimentales porque creo que en esta Argentina más pequeña tenemos que tratar de defender los resultados”. Claramente se refería a presuntos actos de corrupción del Senador cuando había sido Ministro de energía del gobierno de Alfonsín.

No es nueva la corrupción en nuestro país. Casi podríamos decir que desde las dictaduras militares en adelante es endémica. Hay historiadores que ubican a la corrupción en la génesis de nuestra patria.

Lo que no imaginábamos era que un gobierno legítimo hiciera de la corrupción un sistema ordenado y organizado de robo sistemático con la excusa de que “sin plata no hay poder” y “sin poder no hay revolución”.

Sin querer entrar en largos análisis y simplificando, es Irresponsabilidad disfrazada de vagancia o viveza. Construir una Nación es trabajo colectivo.

A nadie se le ocurrió, desde el “Rodrigazo” en adelante construir una comunidad con un objetivo común y con un conjunto de normas que nos unifique. Los valores se fueron a la basura y el sálvese quien pueda reinó en nuestro país.

La corrupción en realidad no es un delito penal solamente, es en realidad la complicidad entre funcionarios incapaces y empresarios ineficientes.

La corrupción esconde el acuerdo entre dirigentes y empresarios que construyen un estado estafador y una economía deficiente con subvenciones y protecciones sin otro objetivo que el de enriquecer a unos pocos en detrimento del salario del conjunto.

La corrupción degeneró la educación pública que se basó en la vocación del docente y en el orgullo de que era el punto de confluencia de todos los argentinos, sin distinción de ninguna índole.

La corrupción degeneró la salud pública que degradó al hospital público, ese lugar de confluencia de toda la sociedad en búsqueda de la excelencia, generando un negocio que a su vez corrompió a los sindicatos y a las asociaciones profesionales, creó laboratorios que -bajo falsas premisas- estafó a diario al conjunto de trabajadores: y pivoteó sobre empresas de medicina prepaga que dividieron la salud para ricos y para pobres.

La corrupción generó un reparto de los impuestos, no de la renta. Algo absolutamente irracional que condenó al desarraigo de los argentinos de nuestro interior a vivir en conglomerados poblacionales inhumanos en las cercanías de las grandes ciudades, consolidando a los Señores Feudales en provincias improductivas que -por su falta de planes productivos- expulsaron al exilio a millones de argentinos.

Supone mucho trabajo, ideas y dedicación, mucho sacrificio y bastante tiempo construir un proyecto colectivo. Por eso, desde hace 45 años todo se resume a tomar atajos que nos llevaron, por supuesto, a caminos sin salida.

Lo que no se percibe es que el camino de construcción es lo que hace virtuoso al proyecto. Nunca se llega a la meta final. El camino hacia la meta es infinito por la evolución misma, el camino obteniendo logros parciales nos lleva al fin en si mismo: la felicidad y el desarrollo del conjunto.

Por enésima vez vamos a tropezar con el mismo obstáculo y vamos a tomar el mismo atajo. Por supuesto que los beneficiados serán los mismos de siempre y los perjudicados también. Consolidaremos nuevamente a un estado estafador y a un empresariado especulador. Todo apuntalado en el sacrificio de los contribuyentes y en el abuso sobre los trabajadores informales.

Las nuevas generaciones tienen una nueva oportunidad: negarse a los atajos. La causa originada en los famosos cuadernos puso sobre la mesa, en carne viva, la fatídica alianza entre el estado corrupto y los malos empresarios. Si esa causa llegara al hueso podría ser la génesis de una nueva Nación.

Cuando encontremos una dirigencia que ponga en el centro de sus objetivos a la producción y al ingreso de los argentinos comenzaremos a definir un estado servicial y un empresariado productor. Los cambios deben ser estructurales, no se trata de repetir cantinelas fracasadas. Escucharemos en los próximos meses:

Déficit cero, como si el gasto en general fuera el problema y no el mal gasto.

Fomentar el ahorro, como si los argentinos no ahorráramos. Lo hacemos en ladrillos, tierra y dólares, porque no creemos en el peso.

Defender a las PYMES, como si el tamaño hiciera virtuosa a una actividad.

Indexar el salario, como si no hubiéramos aprendido que el salario con inflación siempre pierde.

Defender la recaudación de las provincias y los municipios, como si esas estructuras institucionales fueran partes de un engranaje positivo de un plan de desarrollo y no parte del estado estafador.

Defender la industria nacional, como si muchas de ellas no fueran parte de la alianza con el estado para horadar lo ingresos de los argentinos con precios exorbitantes.

Devaluar la moneda, como si no supiéramos que en dos años o tres no volviéramos al punto de partida, luego de haber empobrecido a más millones de habitantes.

Y así podríamos seguir enumerando viejas cantos de sirena miles de veces escuchados y otras tantas de veces fracasados.

De lo que se trata es de lograr un acuerdo que supere las falsas antinomias que generan aparentes contradicciones que en definitiva ocultan las verdaderas discusiones que nos debemos.

Hoy, en términos políticos, ser peronista o antiperonista no significa nada, pero de eso viven muchos aprovechados, supuestos políticos que en realidad son vividores, comentaristas, analistas, encuestadores y otras yerbas que viven de peleas que tienen al conjunto del pueblo como perdedores.

Tenemos un desafío, pero si todo termina en opciones ya conocidas, que en realidad son todas más de lo mismo, el resultado será más pobres y menos posibilidades de llegar a ser una Nación.

El mundo seguirá su camino, la universalización continuará en su senda, las naciones irán encontrando su rol en este mundo global, mientras nosotros seguiremos buscando nuestra propia identidad. Como hace 200 años.

Lo nuevo será que aquellos jóvenes que logren destacarse en cualquier actividad que en el mundo tenga vigencia se irán, como las generaciones de nuestros padres fueron abandonando sus terruños por falta de horizonte.

¡¡Argentinos a las cosas!!


*Hugo Flombaum es empresario, fue dirigente del Movimiento estudiantil entre 1966-1971, gerente de la revista Hechos e Ideas de 1973 a 1976, Secretario Parlamentario del Senado de la Nación (1989-1991), Presidente de ESEBA (servicio eléctrico de Pcia.BS-AS) 1991-1996, Productor agropecuario de 1996 a la actualidad. Autor de Dos Formas de Hacer Política (1996).

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