
El economista Enrique Blasco Garma lleva años advirtiendo sobre las consecuencias negativas del sistema de flotación cambiaria para la Argentina. Parece curiosa la hipótesis de trabajo de Blasco Garma, siendo un economista de tendencia pro- mercado lo explica así:
«Las monedas flotantes son una novedad, solamente exitosa en las naciones con reglas creíbles. Mi profesor Milton Friedman, Premio Nobel de Economía, fue un gran impulsor de la flotación, pero me confesó sus dudas para países inestables como la Argentina. Otro Nobel, Robert Mundell, coincidía con un trabajo mío destacando las ventajas de la dolarización en Panamá, el país latinoamericano con la menor inflación en los últimos 50 años, y que tiene al dólar como moneda desde 1904. En América Latina, Ecuador y El Salvador también están dolarizados desde 2000 y 2001, respectivamente. Y una mayoría mantiene cotizaciones previsibles frente al dólar y admiten pagos en esa moneda. Argentina, un país altamente dolarizado, con activos financieros en el exterior cuatro veces superiores a los locales, y con entes oficiales determinantes en el mercado financiero, no tiene ninguna de las condiciones para flotar. Cualquier alza de dólar impacta los precios, cualquier baja despierta gritos de «retraso cambiario». Entes oficiales venden y compran bonos u otros papeles, afectando al dinero circulante. Ventas oficiales de reservas internacionales o de bonos tienen idéntico impacto monetario. ¿Flotación libre? Bastó una ligera apetencia de dólares para pinchar el globo de la flotación.»
El debate sobre la convertibilidad ha crecido en estos últimos días a la luz del impresionante derrumbe del peso frente al dólar, casi del ciento por ciento de pérdida de valor desde el primero de enero de este año 2018.
Ahora Larry Kudlow el economista de la Casa Blanca asesor de presidentes como Ronald Reagan y Donald Trump aceleró la consideración del tema en declaraciones a la cadena FOX de televisión en Estados Unidos.
«El Tesoro está profundamente involucrado en este tema, lo cual es muy importante. Como todos hemos aprendido, la única salida para el dilema argentino es un sistema de convertibilidad. El peso se vincula al dólar, pero puedes crear un nuevo y único peso», afirmó Kudlow.
«No hay creación de la moneda, a menos que tengas una reserva de dólares detrás«, detalló el economista, quien también hizo referencia al proceso de convertibilidad desarrollado en la Argentina durante el final del siglo XX: «Eso funcionó en los noventa, permitió bajar la inflación y mantener la prosperidad. Y eso es lo que necesitan hacer ahora«.
La señora Mary O’Grady lleva largos años escribiendo en el diario The Wall Street Journal sobre la política argentina. Días atrás dedicó su columna a reclamar el retorno a la política monetaria de la convertibilidad para frenar el derrumbe del peso argentino.
Según O’Grady «Se trata de un problema a largo plazo que se ha manifestado de muchas maneras en repetidas crisis económicas desde la mitad del siglo XX. El gobierno de turno vive por encima de sus posibilidades, mientras los impuestos y las regulaciones, especialmente sobre el trabajo, hacen que muchos negocios no sean competitivos. El efecto neto es siempre el mismo: una deuda en crecimiento y una economía letárgica seguida de devaluación o default, o ambas».
O’Grady concluyó así su columna de opinión con la reflexión: «La manera más rápida de recuperar la confianza es ponerle punto final al misterio causado por el peso y adoptar el dólar. Argentina podrá así involucrarse en una economía de ahorro y poder invertir en su hermoso país. El Sr. Macri lo intentó con el gradualismo. Ahora es el momento de ser audaz«.
También Steve Hanke, economista de la Universidad Johns Hopkins, opinó en el mismo sentido, es decir, lo mejor para Argentina sería «eliminar el peso y dolarizar oficialmente el país».
Nadie en el gobierno del Sr. Macri abrió la boca hasta el momento para comentar las especulaciones de personalidades tan diversas como coincidentes en la necesidad de terminar con el sistema de flotación y pasar a la convertibilidad atando el peso local al dólar, como ocurrió en la década de los noventa.
Los políticos en cambio -sin duda los líderes sindicales también aunque por diferentes razones- reaccionaron con furia ante semejante posibilidad. Es razonable, el sistema de convertibilidad aleja toda posibilidad de financiar el déficit con emisión monetaria, una política a larga lazo aplicada en la Argentina para disfrazar el déficit fiscal a costa de empobrecer a la clase media específicamente.
