OPINIÓN

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Colaboración especial para lacity.com.ar
Con motivo del G20 en Buenos Aires
Después de escuchar a los mas importantes líderes del mundo, agradecer, felicitar y reconocer la actuación del anfitrión, el presidente argentino Mauricio Macri en el reciente G20; después de comparar el tramite y los resultados de la reciente reunión realizada en Buenos Aires y las efectuadas con anterioridad en otras grandes ciudades del mundo; después de observar los detalles políticos, económicos y sociales, cumplidos a la perfección con el brillo de un protocolo que superó las expectativas, no podemos menos que concluir, como lo ha hecho gran parte de la ciudadanía, que sentimos un profundo orgullo de ser argentinos.
No solamente las reuniones bilaterales, que alcanzaron para muchos de los países integrantes convenciones de relevancia, sino las importantísimas conclusiones de la reunión multilateral, sobre la que existían grandes dudas y casi la certeza, de que no se lograría un documento final, como el que finalmente se logró, contemplando las posiciones más disimiles, demuestran que la prudencia, la mesura, los buenos modales, la desideologización de los funcionarios argentinos encabezados por Ud. Sr. Presidente, la inteligencia, y la pericia de nuestra diplomacia desplegada como nunca, han hecho que hoy, los argentinos agradezcan su participación.
Es probable que los logros económicos y la inserción internacional de nuestro país injustamente aislado del mundo por ridículos fundamentalismos locales, traigan beneficios a corto y mediano plazo.
Sin embargo, estimo que el mayor éxito del encuentro internacional, en el que tanto empeño se puso, como debe ser en toda gestión pública, fue el de demostrar contundentemente que se puede, para la política interna, organizar bien los eventos públicos, trabajar con orden y atenerse a cumplir las reglas.
Un importante empresario amigo, Oscar Olivera Vázquez, me decía con admiración que había visto por primera vez en las últimas décadas, en esos cuatro días, la organización impecable de los que saben lo que hacen; el orden, la paz, la tranquilidad ideal, la convivencia, en una ciudad sin piquetes, sin cortes de calles, con las protestas y manifestaciones pacificas sin agredir, interrumpir o impedir los derechos de terceros, sin destrozos, sin necesidad de temer la vulneración de las personas o cosas ajenas, es decir con los atributos propios de un país culto y civilizado. Sin rostros tapados, sin palos ni cadenas, sin motochorros ni arrebatadores.
Una Buenos Aires como alguna vez fue. Una ciudad en la que se puede vivir y admirar su maravillosa disposición urbanística, sus monumentos, la oferta gastronómica y de esparcimiento, de extensa agenda cultural; transitarla con libertad y seguridad, simplemente, para llegar a horario y por el camino más corto al destino fijado, en fin, un lugar en el que vale la pena vivir, no obstante, las restricciones lógicas, en esos días, a algunos servicios públicos en las zonas de los encuentros internacionales.
El asombro por lo que debe ser y que nos acostumbramos a que no sea y que demuestra claramente, que se conoce quienes son los causantes del caos diario, a quienes se intimó debidamente y por ende que pueden acabarse las zonas liberadas; que para terminar con ellos basta con aplicar la ley con rigor, o aun la simple amenaza de hacerlo y la simple intención de revisar la ayuda social utilizada para solventar a los violentos, en vez de ser utilizada para combatir la indigencia, como corresponde; que cuando todo ello ocurre, se acaban los “barras bravas”, “los punteros”, “los taitas” y “los compadritos”.
Ya no hay excusas, ¡¡¡¡Se Puede!!! señor Presidente, Ud. lo ha demostrado. No dilapide este orgullo de sentirse parte, de ser argentinos ante el mundo, que la ciudadanía experimentó, de poder vivir en una ciudad y un país, ordenado y pacífico, en el que hasta los disensos se expresan con el respeto que merecen los semejantes, y de sentir que no le agregamos a las dificultades económicas reales y críticas, la impunidad de quienes atropellan nuestros derechos básicos todos los días.
De usted depende.
