OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Colaborador especial para LaCity.com.ar
La UIA, la CGT. los movimientos sociales convocados por la Pastoral Social de la Iglesia Católica estudiaron la posibilidad de emitir un comunicado sobre la situación económica y los planes del gobierno en esa materia.
Es imposible estar conforme o siquiera valorar positivamente la actual situación económica y social de nuestro país. Dicho esto vayamos al punto.
Analicemos un poco qué significan las distintas instituciones o colectivos que intentan ponerse de acuerdo en esa declaración.
Uno puede creer que la UIA o la CGT son instituciones que representan, cada una de ellas los mismos intereses, unos los de los industriales y los otros los de los trabajadores… pero, no es así.
Un país con un horizonte definido, con un curso de acción consensuado y con objetivos comunes asumidos por el conjunto de la comunidad puede generar instituciones por sectores que representen sus intereses.
Pero un país, sin horizonte, en el cual cada sector, en un literal “sálvese quien pueda”, juega a maximizar su ganancia o su parte en la torta sin conjugar sus intereses con el conjunto, es imposible creer que, aun sectores afines puedan armonizar intereses en una institución que los represente.
Intentemos construir un ejemplo para cada uno de los sectores a los cuales nos referimos.
Es una verdad de Perogrullo que el consumo interno es una de las bases de una economía sana. Pero si una gran parte de los ingresos de los consumidores está destinada a pagar impuestos improductivos y precios exorbitantes en productos mal protegidos y/o mal subsidiados, será imposible construir un mercado interno sano y virtuoso para el conjunto.
Si una industria que invierte y desarrolla un proceso productivo de un producto de calidad y precio que le permita utilizar al mercado interno como palanca que le de impulso para conquistar mercados externos debe compartir los ingresos de los consumidores con una industria que produce productos caros y no competitivos que hacen malgastar el salario de los trabajadores, el mercado interno se convierte en una traba mas que en una ayuda.
Sin embargo, esas industrias hoy comparten instituciones que supuestamente luchan por los mismos intereses, y no es así.
En el campo laboral pasa exactamente lo mismo. Si un sindicato de un sector productivo lucha por conquistar las mejores condiciones laborales y el mejor salario para sus representados y debe compartir luchas con sindicatos que defienden a supernumerarios del estado que obligan a aumentar los impuestos de los demás o de los trabajadores de aquellos sectores que consumen parte de los recursos públicos para subsidiar sectores improductivos o caros, en definitiva, están peleando por intereses contrapuestos.
Por último, las organizaciones sociales que han crecido como consecuencia del fracaso de nuestro país, en todos los aspectos, y cumplen un rol fundamental como es, contener a los más postergados, a los sufrientes de nuestro propio fracaso, pero ellos también son conscientes que cada peso que el estado destina a la compensación de esos compatriotas es dinero de los impuestos del pueblo contribuyente.
Razón por la cual deben comprender que nunca la solución de la problemática de esos argentinos se encontrará en los subsidios sino en la posibilidad de que los planes productivos los reincorpore a la dignidad del trabajo productivo.
Por último, el sector que más recursos absorbe de los ingresos del conjunto del pueblo, el Estado. Una institución que por esencia es de servicio para todos y se convirtió en una pesadilla a la cual todos sostenemos y poco nos sirve.
No voy a caer en los lugares comunes que todos repetimos hasta el cansancio, el estado argentino es rehén de los gobiernos de turno para satisfacer sus propios apetitos.
En la medida en que la política se convirtió en una gran agencia de empleo en lugar de la representación de diferentes ideas en defensa de los ciudadanos, nada virtuoso saldrá de ella.
Algunos en pago de favores políticos, o de amigos, o de familiares. Otros que se creen más virtuosos en canalizar a técnicos del sector privado, pensando que esos profesionales que nunca hicieron nada por el conjunto social en sus trabajos, lo van a hacer en el estado.
Ser servidor público no es ser un buen técnico, es fundamentalmente ser un hombre capaz de pensar en los demás antes de en uno mismo, y eso es en sí mismo algo esencial a algunos.
Nuestro país perdió por las dictaduras esa escuela de funcionarios públicos que caracteriza a un estado, eso es materia pendiente de la democracia imperfecta de los últimos 35 años.
En este marco me permito sostener que cualquier declaración que salga de la suma de instituciones que no suman intereses comunes y que muchas de sus reivindicaciones particulares se contraponen con las del conjunto, no solo no suman sino restan.
Lo único que los argentinos podemos reclamar, casi rogar, es un plan de conjunto surgido del conjunto.
