OPINIÓN

Por Claudio Chaves, profesor de Historia y licenciado en Gestión Educativa. Director de Escuela Secundaria de Adultos. Especial para Lacity.com.ar
El colectivo feminista, grupo activo de mujeres que se arroga la representación del conjunto de ellas, aspecto sobre el cual guardo algunas dudas, viene dando una dura batalla contra el mal trato, los abusos, la violación y el femicidio. Tarea loable si las hay puesto que la mitad de la población no se merece semejante trato como tampoco los horribles crímenes que no cesan. Ahora bien, qué tiene que ver esta labor encomiable con la defensa del aborto. Argumentada desde este costado, la protección de la mujer pierde fuerza y legitimidad pues se hace difícil aunar en un solo haz la vida y la muerte. No todas las mujeres están a favor del aborto pero sí todas están por la protección de sus vidas del salvajismo y el mal trato. Por lo tanto no es un colectivo femenino, es apenas una parcialidad.
Pero hay aún más dislates en esta disparatada barahúnda. Resulta que un gran porcentaje del colectivo feminista, (actrices, modelos, diputadas, senadoras, intelectuales, docentes, dirigentes gremiales, guionistas televisivas y cinematográficas, periodistas y una variopinta galería de mujeres cuyas voces resuenan con vehemencia en los espacios públicos) afirma sin conocer ni jota de historia que una adalid del feminismo moderno ha sido Evita, haciéndola suya y también cómplice de las modernas aberraciones. Citar las declaraciones que en los últimos años el feminismo ha hecho de Eva Perón como ejemplo de autoridad llevaría varias páginas. No lo haremos. Pero para las citadoras compulsivas va una carta de Evita a Perón, cuando al filo de viajar a Europa en avión, estaba convencida que iba a morir. ¡Tanto era el miedo que tenía a volar! Resignada le escribió a su marido:
“Querido Juan:
Estoy muy triste al dejarte porque no puedo vivir lejos de ti; te quiero tanto que lo que siento por ti es una especie de idolatría quizá no sé cómo expresarte lo que siento por ti, pero te aseguro que he luchado muy duramente en mi vida con la ambición de llegar a ser alguien y he sufrido muchísimo, pero entonces llegaste tú y me hiciste tan feliz que pensé estaba sonando y puesto que no tenía otra cosa que ofrecerte más que mi corazón y mi alma te la di del todo, pero en estos tres años de felicidad cada día mayor nunca dejé de adorarte ni una sola hora o de dar gracias al cielo por la bondad de Dios al concederme la recompensa de tu amor, e intenté a cada instante, hacerme merecedora de él, haciéndote feliz; no sé si lo he conseguido pero te puedo asegurar que nunca nadie te ha querido o respetado más que yo. Te soy tan fiel que si Dios quisiera que no te tuviera en esta dicha y me llevara te seguiría siendo fiel en la muerte y te adoraría desde el cielo. Juancito cariño…tú me has purificado a mí, tu esposa, con todas sus faltas, porque yo vivo en ti, siento por ti y pienso por ti.”
Más adelante le explica su partida de Junín y le cuenta:
“Salí de Junín cuando tenía trece años, que cosa tan horrible pensar esa vileza (aún sigue hablándose de su mentado viaje) de una muchacha. No te podía dejar engañado de esta manera. Puedes sentirte orgulloso de tu esposa porque cuidé de tu buen nombre y te adoré.
Como verá el lector estamos ante una “feminista” furiosa y rabiosa.
¡Basta de mentir con respecto a Evita! Si ella viviera no sería ni feminista ni abortera. Es imposible transpolarla al presente. ¡Evita es lo que fue! Y la carta citada la pinta de cuerpo entero. Fue exactamente la conciencia del nivel medio de las mujeres de su época, que en muchos aspectos sigue vigente en la mujer moderna.
