
La CGT concluye el año envuelta en el dilema central que le presenta la propia supervivencia de su menguada conducción, y con el desafío que implicaría -si se concreta-, la conformación de una central sindical paralela, respaldada por los grandes gremios industriales, el moyanismo y la Corriente Federal (CFT), que algunos llaman ya el Frente Sindical para el Modelo Nacional.
El 2018 fue un año amargo para la dirigencia gremial, que, pese a todo, se mostró compacta en los dos paros generales que realizó este año, con pleno acatamiento, y con el respaldo estratégico de los gremios del transporte.
Pero el triunvirato que gobernaba la CGT, que hasta el 30 de septiembre último integró Juan Carlos Schmid, comenzó a tambalear a partir de la profunda fractura que generó la independencia del accionar del sector moyanista.
Apenas iniciado el año, la CGT fue testigo de la masiva convocatoria camionera desplegada sobre la Avenida 9 de Julio, a la que adhirieron gremios de la Corriente Federal, independientes y ambas CTA, entre otros.
Esa nutrida movilización comenzó a desdibujar la presencia e influencia de un triunvirato desgastado por las internas, las diferentes posiciones generadas por la realidad nacional y las propias estrategias personales.
