Prematuros escenarios electorales

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Foto: Mauricio Macri

Asistimos a un bombardeo mediático sobre el panorama electoral, bastante antes del tiempo propio para este tipo de análisis. La futurología del tema no es casualidad, sino que su verdadera causa radica en que el panorama económico, financiero, social y del trabajo, ha empeorado bastante en los últimos tiempos y la viabilidad del país, tan solo en cuanto a cumplir con los compromisos externos, encuentra nubarrones oscuros ya para el año 2020.

Los mercados pueden estar entendiendo que la dialéctica electoral entre Cristina y Mauricio -por más que sea el escenario más buscado por el oficialismo, y aunque se considera, casi unánimemente, que un teórico ballotage lo ganaría Mauricio– es un escenario muy propicio para que en el país estalle nuevamente, luego de las elecciones, alguna de sus cíclicas crisis socioeconómicas.

El razonamiento que bajan de los analistas extranjeros (más objetivos y escépticos que los nacionales) es que en ambos casos (gane quien gane, dentro de esas dos opciones) cualquier gobierno electo resultará tan débil que no podrá atajar las demandas sociales que cualquier elección promete.

También la picaresca nativa le agrega los condimentos necesarios para crear el clima de “debilidad política estructural” ya sea por un costado u otro: presentación de una fórmula liberal pura: José Luis Espert y Javier Milei; la del “bolsonaro criollo“ Alfredo Olmedo; la retirada de los radicales; el enfrentamiento con Carrió; la división del peronismo en 3 fórmulas; el encarcelamiento de Cristina, el crecimiento imparable de la izquierda del PO y el MAS; la entente progresista radical-socialista; y alguna más que el verano seguramente traerá.

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Foto: Casa Rosada – Presidencia de la Nación

El problema de Cristina es otro: cualquier forma de acumular poder, ya sea para negociar o para cubrir su retirada, le es válido. Quien más la ha ayudado a ella ha sido el gobierno, que, con sus torpezas o falta de criterio para gobernar, le ha regalado un espacio mediático, que el Gobierno cree que le conviene, constituyendo esa creencia otra manifestación de su torpeza política, ya que el desfiladero a la cual conduce esa situación se mide externamente por el índice del “riesgo país”, que nos va indicando nuevamente un anticipo de un default o de renegociación de la deuda; con su lógica implicancia en la falta de inversión, la pérdida de empleos, la dificultad para no complicar aún más el tema de la inseguridad ciudadana. Además, echarle la culpa de ese aumento del riesgo país a la posibilidad de que Cristina gane el ballotage, como lo hace circular el Gobierno, en sus tesis polarizadora extrema, no hace más que tirar nafta al fuego. Hasta podría haber riesgo de serias quemaduras. Así lo advierte el ala económica del Gobierno que culpan al Jefe de Gabinete y a su asesor ecuatoriano, Durán Barba, por los riesgos en que se está incurriendo.

Por el lado de Mauricio el panorama no es tan negro, pero no la tiene fácil. Los inversores saben de historia. En la hipótesis de la polarización con Cristina, esta sacaría muchos votos y consecuentemente muchos cargos legislativos, lo que a posteriori, significa poder de negociación. Los radicales van a negociar con la idea fija de ocupar otros tantos espacios de poder legislativo nacional y varias gobernaciones. En resumen, visto los antecedentes de mala gestión económica, con muy pocos ministros creíbles en cuanto a su capacidad e idoneidad para gestionar, un hipotético segundo mandato de Macri, no parece muy alentador en cuanto al poder político real. De entrada pareciera que transitará el síndrome del “pato rengo”.

Un problema adicional se le sumaría a esta supuesta segunda fase. Es muy probable que contaría con menor apoyo del presidente Trump, ya que éste privilegiaría como su socio en Suramérica a Brasil/Bolsonaro. Las “ayudas” financieras serían escasas y el fantasma del default llegaría más temprano que pronto. Al no contar con una ambiente de consenso político interno y de solidaridad popular, su segunda gestión quedaría signada por la impronta de lo impopular (gobierno de ricos y para ricos) y de impericia gestionaría (ya experimentada). La enorme grieta auto-creada por la línea dura del PRO produciría enfrentamientos sociales graves apenas se muestren signos de debilidad o de problemas económico financieros difíciles de solucionar. Ese escenario que no sería tan
improbable, sería el fin del PRO como proyecto superador de la “vieja” política, arrastrando así a los radicales, a la CC y otorgaría un espacio amplio para el surgimiento de aventuras de derecha extrema, por el desorden cercano al caos que se produciría.

Argentina tiene una larga historia de fracasos que generan demasiadas desconfianzas internas y globales; sus dificultades para generar estabilidad económica; su recurrente maniobra de endeudarse, no para invertir sino para  gastos generales; su muy bajo crecimiento del PBI a lo largo de las últimas 4 décadas; su decadencia educativa y cultural; la falta de efectividades conducentes de su sistema de ciencia y tecnología; la falta de innovación en muchos sectores industriales y de servicios; el descuido de protección hacia las pymes; el crecimiento de pobres y la falta de creación de empleo genuino. El despreocupado accionar de ambos gobiernos ha hecho un daño difícil de medir en lo inmediato; no importa ya si uno fue anterior al otro; si uno hizo más daño que el otro; a esta altura son detalles anecdóticos. Lo importante es el futuro, donde ya nadie podrá ofrecer soluciones mágicas para resolver los problemas nacionales sin acordar consensos básicos con el resto de las fuerzas políticas y sociales. Ya no queda ningún espacio fácil para resolver. El triunfalismo será una palabra “prohibida”.

*Fuente Roberto Alvarez y Asoc.

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