OPINIÓN

* Por Norberto Zingoni corresponsal de LaCity.com.ar en Madrid
¿Qué está pasando en Europa con tantos y tan profundos cuestionamientos a la Unión Europea agudizados en los últimos tiempos? ¿Qué estará pasando para que la mayoría de los ingleses votara salirse de la UE? O que los gobiernos de Polonia y Hungría y Checoslovaquia se nieguen a cumplir las órdenes de Bruselas sobre inmigración y amenacen con desengancharse de la Unión. O que triunfen en toda Europa líderes que cuestionan seriamente al gobierno trasnacional de Bruselas como Salvini en Italia quien se ha negado a presentar su presupuesto anual para la aprobación de la UE. Y nada tiene que ver este proceso de cuestionamientos con la ideología de los descontentos. Van de la ultra derecha de Le Pen, a la ultra izquierda de Melenchón en Francia; Podemos y VOX en España, Syriza en Grecia, etc. amenazan con abandonar la UE como ya lo había decidido la mayoría de ciudadanos de Gran Bretaña con el Brexit. Hungría y República Checa, Rumanía y Eslovaquia, por ejemplo, votan reiteradamente en contra de las resoluciones burocráticas de la UE en materia de inmigración.
La construcción de la Unión Europea ha sido una de las más grandes creaciones de la política internacional del siglo XX.
Desde 1951 (en que se constituye la Comunidad Europea del Carbón y del Acero entre Francia y Alemania y cuatro países más) hasta hoy la Unión Europea no ha dejado de crecer y asombrar al mundo con su integración. Hoy la constituyen 28 países.
Inauguró además un extenso período de paz para evitar los cíclicos enfrentamientos armados que habían asolado Europa. El Estado del Bienestar hizo el resto. Y Europa vivió uno de los más largos períodos de prosperidad y desarrollo.
¿Qué ocurre entonces? Ocurre que el objetivo inicial de integración económica fue derivando hacia un supra estado político europeo en Bruselas donde los países fueron resignando cada día más competencias (y por ende soberanía). Incluso la UE ya actúa como sujeto de derecho internacional independiente lo que lo constituye en un supra estado en toda la regla. En los últimos años fue creciendo un cuestionamiento a esa burocracia enquistada en Bruselas. La moneda única, el euro, coronó este proceso de gobierno trasnacional obligando a los estados menos desarrollados a un esfuerzo económico desproporcionado entre países de desigual desarrollo. Aplicaron la receta del Fondo Monetario Internacional: “café para todos”.
Ya el sociólogo alemán Ulrich Beck advertía que “a la gente le da miedo un gran superestado europeo”, y pedía a los responsables del futuro de la Unión una Europa cosmopolita que venciera el miedo a la pérdida de identidad de los países.
Otra causa: Al menos en los últimos 40 años la política inmigratoria de la UE dirigida dese Bruselas fue un fracaso. Los atentados terroristas de hijos o nietos de inmigrantes (nacidos en Francia o Inglaterra) son una prueba evidente del fracaso de la integración del inmigrante. Conmueve ver las pateras abarrotadas de una pobre gente que huye de la miseria, el atraso y más de las veces de guerras entre sátrapas. Cuasi náufragos que ya no son recibidos en los puertos españoles, ni en los italianos o franceses obligándolos a un nuevo vía crucis.
¿Si se desintegra la UE vendrá la “Europa de las ciudades” en lugar de la Europa de los estados?, como auguraba Umberto Eco. Sostenía que las ciudades europeas preexisten a los estados. Venecia o Florencia (y ni hablar de Roma) ya existían antes de que se constituyera el estado italiano. Y así París o Londres.
Todo pareciera conspirar contra uno de los grandes logros del siglo XX: la Unión Europea.
