Año electoral

OPINIÓN

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Foto: @ArgColombia Twitter

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar

 

 

 

Si nos ubicamos en los comienzos de éste, el período democrático más extenso de nuestra historia como proyecto de Nación, y afrontamos este 2019 año en el que elegiremos un nuevo presidente, nos daremos cuenta que esta elección será la más apática y la que la gran mayoría quisiéramos eludir.

Esta apatía que seguramente es generalizada en los países desarrollados, como resultado de tener las necesidades básicas satisfechas, en nuestro caso es por ausencia de proyecto, ausencia de expectativas y de esperanza.

En 1983 teníamos la ansiedad y la alegría de la reconquista de la democracia, en 1989 nos entusiasmaba la posible recuperación económica, en 1999 la búsqueda de equilibrar ambas cosas, sostener un espejismo que era la estabilidad lograda por la convertibilidad con más democracia, en 2003 salir de la peor crisis económica con un nuevo espejismo de liberación y desarrollo voluntarista, por último en 2015 terminar con la politiquería corrupta para entrar en la administración eficiente, transparente y competitiva de nuestros recursos.

Y ahora, pregunto, ¿Qué es lo que nos entusiasma? Realmente nada. La razón de esta apatía debemos buscarla en los últimos treinta y seis años. Los años de una generación política fracasada. Simplemente ni el que se vayan todos sirvió porque en 2015 esos todos en su gran mayoría se fueron y el desbarranco continuó.

El tema no era “los políticos”, parecería ser que el tema es, una generación que jamás logró poner objetivos de conjunto que fueran superiores a los particulares.

La anomia que caracteriza a nuestra sociedad no es de los políticos es de todos los actores e instituciones de nuestra vida comunitaria.

Esa es la razón por la cual me permito afirmar que hablar de herramientas económicas o políticas, de planes monetarios o de incentivos productivos, de regulaciones o desregulaciones, de tasas de interés altas o bajas, de reestatizar o de privatizar, etc., es en vano.

La tarea de una nueva generación será la de reestablecer normas de convivencia y reconstruir una relación entre lo público y lo privado que tenga como objetivo el bien común.

El sálvese quien pueda instauró una práctica consistente en utilizar lo público en bien de los intereses particulares de cada uno.

Los gobernantes en asaltar al estado y enriquecerse en forma personal, las grandes empresas en obtener negocios o prebendas que le den ganancias obscenas que nada tienen que ver con lo que producen para la comunidad, los comerciantes en hacer que pagan impuestos cuando en realidad, asesorados por contadores que no facturan sus honorarios, montan verdaderas fachadas que cubren negocios en negro.

La desconfianza llega a límites increíbles, son muchos los que no confían en nada ni en nadie, cada acto de compra o venta entre particulares está sospechado por cada parte sobre la acción del otro.

Es imposible retomar la senda de reconstrucción nacional sin recomponer la cohesión comunitaria.

Ahora la moda es echarle la culpa a la “brecha”, que existe y es muy perniciosa, pero si no reconocemos que nuestro problema es mucho más profundo y consiste en la ruptura del contrato nacional, es decir en la falta de voluntad de participación en la construcción colectiva de una nación, fracasará cualquier intento de recuperación.

Claramente la tarea es de arriba hacia abajo, sin un gobierno con capacidad de convocatoria es imposible comenzar a recorrer el duro y largo camino.

Puede ser que algún emergente de la generación fracasada pueda ser útil, pero si no incorpora a la nueva generación para construir una nueva dirigencia en todas las instituciones civiles, será una nueva quimera.

Todas las instituciones están infectadas de anomia, ya sean estatales o privadas, educativas, deportivas, productivas o profesionales.

Esa será la primera tarea seria para retomar el camino de construcción de una Nación.

Es una verdad de Perogrullo que individualmente construimos verdaderos personajes indestructibles ante cualquier crisis, capaces de actuar en cualquier circunstancia, eso hasta es valorado en el mundo como algo distintivo, pero es absolutamente perjudicial para el funcionamiento de una comunidad con objetivos comunes.

Debemos reconocer el fracaso de una generación que llevó a nuestro país a su peor situación aun después de haber sido gobernada por todas las diferentes expresiones políticas y económicas existentes.

Claramente no está ahí el problema, sino en la base que nos reúne.

Como siempre sucede cuando se toca fondo, la recuperación no deberá recorrer el camino que los demás transitaron para llegar al desarrollo actual, se podrán tomar atajos que nos lleven a cortar camino, pero si esos atajos los tomamos sin resolver los problemas de fondo, el fracaso estará garantizado.

Por eso utilizar clichés como “pacto de la Moncloa” o gran acuerdo nacional pueden ser parte de un nuevo engaño. Solo con la participación real y sincera de todos o por lo menos de una gran mayoría se podrá seguir el camino del acuerdo.

La situación internacional es propicia, si bien las grandes naciones están recurriendo a nuevos nacionalismos para enfrentar a una globalización que en forma de ola invade el universo, los actores globales sin banderas buscan locaciones para sus emprendimientos.

Nuestra nación es una locación propicia, será responsabilidad de los gobiernos y de la comunidad en general la calidad de esas localizaciones de emprendimientos.
Cuanto mejor hábitat, cuanto mejor educación, cuanta mayor seguridad podamos ofrecer mejores inversiones podremos recibir.

Algo nos distingue, aunque algunos oportunistas quieran modificar nuestra esencia, somos una sociedad muy buena receptora de migrantes. Eso es fundamental en esta época.

Los capitales y las corrientes migratorias son globales y sin banderas.

Argentina a demostrado ser abierta a los migrantes, deberá entender que hoy se debe competir por la calidad de los capitales también migrantes.

Cuando se habla del dinero de los argentinos en el exterior, debemos asumir que ese dinero es parte del capital global y migrante.

El otro debate sin fronteras, por lo menos para occidente y para aquellas naciones que sin compartir geografía comparten cultura con nosotros, es el feminismo.

Esta corriente que no es antimachismo, sino una nueva manera de organizar las relaciones humanas es algo que en nuestro país avanza sin pausa y las nuevas generaciones lo impondrán como cultura generalizada.

La no discriminación por género es algo que llegó para quedarse.

Así afrontamos el año electoral, con pocas opciones a la vista en las propuestas, pero con debates instalados que van corriendo el telón que ocultaba nuestro verdadero desafío.

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