La batalla de las candidaturas

OPINIÓN

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Massa y Urtubey / Foto: Twitter

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de lacity.com.ar

 

 

 

Siguiendo el léxico bélico del título de este reporte, diría que escribimos el presente, como corresponsal de guerra, con el casco puesto, desde uno de los inmensos cráteres abiertos por las denuncias de corrupción, administración fraudulenta, malversación, asociación ilícita, negociaciones incompatibles con la función pública, cohecho, escuchas ilícitas, espionaje, etc.

Con la cámara en la mano intentamos filmar la vanguardia de los próximos acontecimientos y somos testigos cercanos de esta batalla, que sucede ante nuestros ojos con la misma naturalidad con la que convivimos con las bombas que generaran los cráteres que nos sirven de entorno, en una guerra que se extiende en el tiempo más allá de lo soportable.

Combaten las fuerzas oficialistas que luchan por la reelección de un presidente cuya imagen se derrumba en una picada sin precedentes, como un piloto de Stuka, que parece tocado mortalmente en las alas y a punto de eyectarse, en virtud de su impotencia para resolver los problemas existentes que al final de su período solo parecen agravarse.

Enfrente, las huestes stalinistas del ominoso pasado reciente, dirigidas por los comisarios del pueblo a lacerantes silbatos rugientes, solo recordándoles a sus soldados, como si fuera una medalla al mérito que, en aquel entonces, al menos, podían comer fideos con aceite para alimentarse, lo que constituye su mayor victoria, sin otro Jefe, ni candidato, que la indiscutible, es decir «Ella la Suprema», parafraseando el título de un viejo dictador paraguayo, del siglo XIX.

Las fuerzas de izquierda, irregulares, como los partisanos, hacen terrorismo social que es lo único que saben hacer (Piquetes, cortes, huelgas, paros).

De la República en el sentido de Montesquieu o de la Constitución de Filadelfia, en cuyo molde se basara la Argentina, según sus autores, no queda nada, pues con un misil tras otro, lograron ambas fuerzas derrumbar cualquier edificio que quedara en pie.

Las provincias feudales son la demostración de la baja calidad institucional, en donde los oficialismos, portadores del “aparato del gobierno”, son imbatibles, y los gobernadores pretenden eternizarse en el poder, ya sea a través de sus cuñadas (Santa Cruz), esposas (Santiago), hermanos (San Luis), hijos (Río Negro), primos (Catamarca), etc., es decir transformándolo en hereditario o pretendiendo reelecciones interminables o imposibles, cuyas críticas deben llegar hasta la Corte Suprema para ser abortadas, como en La Rioja o Río Negro.

Al parecer un nuevo ejército de ocupación avanza por alguno de los flancos, sin dirimir la jefatura, con varios generales con el bastón de mariscal en la mochila.

Santiago Trusso
Lavagna / Foto: Santiago Trusso

Uno de ellos, Massa con algún arraigo en el conurbano producto de un lejano triunfo, otro que viene desde el Norte profundo tratando de demostrar que esas tropas también pueden tener buenos modales, y por último, Lavagna, que en razón al mérito que lo distingue por haber superado batallas durísimas en el pasado reclama un liderazgo sin discusión.

En fin, mientras las balas silban sobre nuestras cabezas, solo conocemos los nombres de los comandantes en vez de conocer los planes, proyectos y objetivos, para lograr una paz duradera, como correspondería en una sociedad inteligente.

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