OPINIÓN

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de lacity.com.ar
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Los caballeros del pacto son trece (13), es decir, doce (12). Por una parte (los empresarios o sus representantes), más uno (1) por la otra, (el Presidente), porque se trata de un convenio, es decir, un acuerdo, que requiere al menos de dos (2) contrayentes, aunque uno de ellos sea plural como en este caso.
Rebuscando en la numerología, es por demás simbólico, porque doce (12) son los meses del año, los signos del zodíaco, las tribus de Israel, las columnas del Templo de Salomón y hasta de los caballeros de la Mesa Redonda.
Además, su suma (1+2=3) es el número perfecto porque representa la vida, pues 1 es el padre, 2 es la pareja que incluye a la madre y 3 porque comprende además al hijo o la descendencia.
Aunque Arturo no estuvo presente, recordaremos que según los más importantes constitucionalistas, el Presidente, por ejemplo, tiene más poderes que muchos reyes incluso el propio Rey de Inglaterra. (¡¡¡¡¡En ese caso, recordando a Cristina u otros presidentes, hubiese sido preferible tener un Rey!!!!! ).
Bueno, eso sí, del caballero trece (13) prefiero no hablar para no tentar a la suerte, teniendo en cuenta los significados del número.
A los doce (12) caballeros, así llamados por el gobierno, ni a sus predecesores, no se le conocen antecedentes de tales, al menos en el tema que nos ocupa, sobre todo si recordamos que en los últimos cincuenta (50) años jamás han cumplido con normas que indicaran precios máximos, violándolas persistentemente, haciendo negocios, vendiendo la única mercadería sucedánea disponible, ante la falta deliberada de las congeladas, que eran casualmente, nada menos que aquellas de precios muy superiores.
Del trece (13) sigo prefiriendo quedar callado, aunque no puedo evitar decir que mientras convenía un acuerdo voluntario, lo que supone la buena fe de las partes, elemento esencial e indispensable de cualquier convenio, lanza un decreto (porque DNU es un decreto, aunque parezca redundante decirlo) que refuerza controles, modifica la lealtad comercial, e impone sanciones graves por incumplimiento, creando de esta forma un espectro de sombras sobre las calidades caballerescas de los acordantes.
Es importante lo del decreto o DNU, porque demuestra a su vez otra grave violación a la división de poderes, es una forma autoritaria de expresarse, pues modifica leyes por decreto, es decir anteponiendo la voluntad del príncipe sobre los representantes del pueblo, o sea el pueblo mismo. Elimina la separación entre el Ejecutivo y el Legislativo, señalando un retroceso a lo que consagrara el barón de Montesquieu hace varios siglos, concentrando las funciones de ambos en el Ejecutivo, literalmente, de un plumazo.
No es excusa ni demuestra urgencia, la necesidad de aplicar los controles inmediatamente para justificar esa medida exagerada, porque a su vez da un plazo de una semana, posterior a la que ya lleva el acuerdo, o sea más de dos (2) en total, a fin de que los precios y los productos estén en góndola, término en el que, correspondiendo al periodo de sesiones ordinarias del Congreso, podría haberse convocado al mismo para sancionar una ley modificatoria, si es que fuera tan necesaria, como debe ser en una democracia republicana.
A todo esto, el Dios Supremo de estas tierras, llamado Dólar, contra las expectativas de los acordantes, abrió en importante alza el primer día hábil después del feriado del fin de semana largo, lo que empieza a dar por tierra con las esperanzas de los signatarios, a lo que debe adosarse los altísimos niveles alcanzados por el riesgo país y la baja de las acciones de empresas argentinas en el exterior en las últimas rondas, que presagiarían un deshilachado final para acompañar tan singular pacto.
