Perspectivas argentinas (II)

OPINIÓN

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Foto: Casa Rosada (Presidencia de la Nación)

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de lacity.com.ar

 

 

El precio de la soberbia

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Es el que le tocó pagar a Mauricio Macri y su frente, el 11 de Agosto.

En un combo que incorporaba a Carrió, la vociferante ninfa habitante de vaya uno a saber qué círculo del infierno, y sus émulos de contra género como Fernando Iglesias, diputado estrella, los que sumados al amarillismo puro, es decir el «duranbarbismo» encabezado por el pibe de oro desde la Jefatura de Gabinete, y el sector radical antiperonista incorporado desde siempre, que tejía con todo tipo de exclusiones y amenazas, para ver cuanto cargos podrían llevarse esta vez, fueron quienes fijaron un precio impagable al éxito electoral.

Ese guarismo inflado por un gorilismo estúpido, para usar sus propios términos (emulando a Clinton o a James Carville su asesor), que primero desplazó a Monzó, único con brevet o carnet de político de todo el staff, y después impidió todo acuerdo o pacto durante los cuatro años de gobierno, con sectores del peronismo dialoguista y del sindicalismo razonable, que se intentó y de lo cual hemos sido testigo, pensando que ya les habían ganado y que no volverían más, demostró una miopía letal que les llevó a cometer un error electoral fatal e incorregible (para seguir utilizando su terminología histórica, en este caso de origen borgiano).

Cuando hablamos de gorilismo no necesitamos aclarar en qué consiste pues no hay argentino, salvo los gorilas, es decir ellos mismos, que no sepan de qué se trata.

Cuando lo incorporan al hoy demudado Pichetto, suponen que ya está el bicho en la bolsa y por eso, después lo ningunean en la conformación de las listas impidiendo el acceso de peronistas de todo el interior, hombres de los poderes provinciales y acrecientan las postulaciones de gente ignota como la de Lilita que hoy ya ni saben cómo se llaman, por todos los cambios y destrucciones que protagonizara, de radicales abortistas (como si no hubiera otros temas para defender que no nos dividieran tanto, casi irreconciliablemente) como el joven saltimbanqui candidato a Senador por la capital, hoy con la posibilidad cierta de que a pesar de la fabulosa obra de gestión de Rodríguez Larreta pueda hacerlo perder en las generales.

Lo que esta gente, que a pesar de algunos triunfos parciales nació políticamente perdedora, no advierte todavía, es que el peronismo no es un partido político como el de ellos.

El peronismo es una cultura.
Con todos los atributos y formas de una cultura, es decir, como un conjunto de conocimientos, creencias y comportamientos propios de una sociedad o grupo social.

Cuando aprendan que Perón no creó al peronismo, sino que el peronismo lo creó a Perón, que fue su más fiel intérprete, tendrán alguna otra posibilidad política.

Mientras tanto, se perdió hoy la de superar una grieta que crearon y arrastran desde 1955, incluidos los fusilamientos del 56, porque en todo caso lo que pudieron haber hecho incorporando a ciudadanos provenientes de ese sector era tratar de que esa cultura nacional evolucione y llegue a mejores expresiones.

En tanto solo lograron mantener una de las perversiones de la misma, como el kirchnerismo, expresión de una izquierda trucha y corrupta que el peronismo ideológicamente nunca fue o representó, pues en todo caso se lo acusó de ser todo lo contrario en sus inicios.

Fueron tantas las provocaciones derivadas de esa soberbia triunfalista, que al fin el peronismo cansado o tal vez harto, se unió y les pegó una paliza imborrable que no olvidarán.

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