OPINIÓN

Por Norberto Zingoni*, escritor, abogado, exjuez, corresponsal de LaCity.com.ar en Europa.
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En esta foto el presidente de España Pedro Sánchez está firmando autógrafos en plena campaña electoral. Cuando todavía salía a las calles. Bastó el cartel que se ve detrás para que esa consigna prendiera en cada lugar donde vaya enloqueciendo a Sánchez. Tanto así que el presidente se ha recluido en estudios de televisión y actos en pequeños locales cerrados evitando la calle.
¿Que pasó? Pasó que en todos estos años el gobierno socialista acordó, para gobernar, con separatistas catalanes, comunistas de Podemos y… con los herederos de la banda terrorista ETA, que mutó de piel llamándose Bildu.
Durante cuatro años, al igual que en Argentina con los ex-Montoneros y ERP, se ha podido ver a los viejos guerrilleros en el Congreso, o ministros o funcionarios del gobierno.
Indignación total no solo de las víctimas de ETA sino de la mayoría del pueblo español. «Sánchez, que te vote Txapote», fue el lema anti-Sánchez. Txapote es el alias de Xabier García Gaztelu, un exdirigente de la banda terrorista ETA y se considera que fue el máximo responsable del aparato militar de ETA. El etarra cumple condena por más de una decena de asesinatos, secuestro, delitos de atentado, armas, robo, falsificación e incendios y daños. Entre los asesinatos cometidos se encuentran los de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Fernando Buesa y Fernando Múgica (los dos primeros eran del PP y los dos últimos del propio PSOE).
El presidente Pedro Sánchez ha adelantado las elecciones presidenciales españolas para el 23 de julio, el mes del calor y las vacaciones. Algo así como votar el 23 de enero en Argentina. Es una incomodidad para el turista, para la hotelería, para la ciudad. Pero nada importa cuando mantener el poder es la prioridad. Sánchez se la juega a que no haya voto masivo. Puro cálculo electoral. De cualquier manera, hay un cansancio en la población, quizá mejor un hastío, con estos años de gobierno (socialista en la fachada comunista separatista en la realidad) que auguran un fin de ciclo. El Partido Popular aparece como seguro ganador pese a que el Partido Socialista mantiene una fidelidad de voto muy fuerte. Algo similar a lo que ocurre con el kirchnerismo en nuestro país. En el caso del socialismo hay más una situación cultural: ser de izquierdas los hace sentir que pertenecen a un selecto club progresista europeo. Quizá este arquetipo viene de una España aislada que en 1982 pudo ver cómo la social democracia europea (Mitterrand, Olof Palme, Mario Soares, etc.) acogía y promovía a Felipe González incorporando de hecho y derecho a España en Europa. Hoy el socialismo puede cometer todo tipo de errores en el gobierno que hay una porción del electorado fiel que los sigue. Sin preguntar ni cuestionar. «Yo soy de izquierdas, siempre voté a la izquierda», repiten como un mantra.
El Partido Popular, al igual que el gobierno de Macri, ya han dejado pasar una oportunidad de consolidar un gobierno de centro derecha. Rajoy tuvo mayoría absoluta y Macri había despertado una expectativa muy grande. No entendieron ni a quién tienen enfrente ni que hay que acometer las reformas profundas que la situación reclama. Ambos se dedicaron a «administrar» cuando lo que había que hacer era «política». Y de la buena. Hay un vago temor tanto en Argentina como en España a que se repita el «buenismo políticamente correcto».
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