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Se dice que Yevgueni Prigozhin, jefe del grupo de mercenarios Wagner, habría muerto en un accidente aéreo. Otros críticos de Putin fallecieron en circunstancias aún sin aclarar. ¿Quién ordenó los ataques?
La presunta muerte del líder del grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, pasaría a engrosar la larga lista de personas vinculadas a la oposición o abiertamente críticas de Vladímir Putin que han encontrado la muerte en extrañas circunstancias.
El presidente de la petrolera rusa Lukoil murió tras caer desde el sexto piso de un hospital de Moscú. La Policía supuso que fue un suicidio. A Maganov le diagnosticaron problemas cardíacos y depresión en la clínica.
En mayo del mismo año, el exgerente de Lukoil Alexander Subbotin murió mientras se sometía a un tratamiento con chamanes por su adicción al alcohol.
El crítico más duro de Putin Alexei Navalny se desplomó en un vuelo nacional de Tomsk a Moscú. Fue tratado en Omsk, Siberia, después de un aterrizaje de emergencia en estado de coma. Luego fue trasladado al hospital Charité de Berlín, donde le diagnosticaron envenenamiento con el agente nervioso químico Novichok, desarrollado en la Unión Soviética. Navalny publicó posteriormente en la plataforma YouTube una grabación de una llamada telefónica con un presunto agente del servicio secreto ruso, quien admitió el ataque. El veneno estaba adherido al interior de los calzoncillos de Navalny. Rusia lo desmintió.
Selimkhan Khangoshvili, un georgiano de origen checheno que luchó contra los rusos en el Cáucaso, fue asesinado a tiros por un sicario a plena luz del día en la capital alemana. El autor del delito, el agente del servicio secreto ruso Vadim Krassikov, fue detenido en el lugar del crimen y condenado a cadena perpetua dos años después.
El poeta y satírico Bykov, quien criticaba mordazmente a Vladímir Putin, también se enfermó en un avión. Estuvo en coma durante cinco días y con ventilación artificial. En el lugar estaban presentes los mismos trabajadores del servicio secreto que supuestamente participaron en el ataque a Navalny.
Tras una audiencia judicial en Moscú, el artista y activista del grupo ruso Pussy Riot se quejó de trastornos visuales, del habla y del movimiento. También fue tratado en la Charité de Berlín, cuyos médicos consideraron probable que fuera un intento de envenenamiento.
El doble agente ruso Sergei Skripal y su hija Julia fueron encontrados inconscientes en un banco en un parque en Salisbury, Reino Unido. Ambos sobrevivieron al ataque del agente nervioso Novichok. La policía británica estimó que el veneno se esparció en el pomo de su puerta.
El exviceprimer ministro de la Federación Rusa durante el gobierno de Boris Yeltsin y destacado crítico de Putin caminaba a casa con su novia por el gran puente de Moskva, en el centro de Moscú, cuando cuatro personas le dispararon. Tres horas antes había vuelto a criticar duramente a Vladímir Putin en una emisión de radio. En 2017, condenaron a tres chechenos, pero se sigue sin saber la motivación y quién ordenó el asesinato.
La historiadora y entonces directora de la organización de derechos humanos Memorial fue secuestrada frente a su casa en Grozny, la capital chechena, y encontrada muerta unas horas más tarde en una zanja en la vecina República de Ingusetia, con múltiples disparos en la cabeza y pecho. Estemirova había culpado a las fuerzas de seguridad rusas y al jefe de la República de Chechenia, Ramzan Kadirov, por secuestros y violaciones de derechos humanos. La investigación del asesinato fue infructuosa.
El abogado de derechos humanos y colaborador de la organización Memorial recibió un disparo en la cabeza en una calle de Moscú. Markelov representó a familias chechenas, cuyos parientes habían sido víctimas de violaciones de derechos humanos, y además arrojó luz sobre la escena de la derecha radical. En el ataque también murió la periodista Anastasia Baburova. Los perpetradores provienen de una organización fascista. No está claro si fue un asesinato por encargo.
El exmiembro del servicio secreto y más tarde desertor y opositor de Putin murió en un hospital de Londres por envenenamiento con la sustancia radiactiva polonio-210. En un libro acusó al servicio secreto de organizar explosiones de edificios de apartamentos en 1999, así como varios otros ataques terroristas en Rusia, para justificar la guerra en Chechenia y llevar a Vladimir Putin al poder. Se dice que el veneno se mezcló con el té de Litvinenko en el bar de un hotel. Nadie fue a la cárcel por el crimen.
El Kremlin podría haber estado detrás del envenenamiento de tres destacadas periodistas rusas que vivían en el exilio, según una reciente investigación del portal en línea ruso The Insider. La investigación destaca que las periodistas eran conocidos por su abierta postura contraria al Kremlin.
Natalia Arno, Elena Kostyuchenko e Irina Bablojan, las tres periodistas exiliadas citadas en el informe, fueron ingresadas en el hospital tras experimentar síntomas desconcertantes e inexplicables.
Estos recientes presuntos envenenamientos son los últimos de una serie de envenenamientos dirigidos contra opositores y críticos del Kremlin, ya que el veneno ha sido durante mucho tiempo un arma utilizada por los servicios de seguridad rusos para silenciar a destacados disidentes políticos.
En algunos casos, han aparecido pruebas que los vinculan estrechamente con el Estado ruso, mientras que otros siguen siendo un misterio, y el Kremlin niega insistentemente su implicación.
He aquí una cronología de algunas intoxicaciones ocurridas en los últimos 20 años.
El oligarca ruso y propietario del Chelsea FC, Roman Abramovich, mostró síntomas de presunto envenenamiento durante las conversaciones de paz en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, en marzo de 2022.
Junto a Abramovich, un grupo de negociadores ucranianos también sufrió graves síntomas, como ojos rojos, lagrimeo y problemas cutáneos. Aunque Abramovich perdió temporalmente la visión, posteriormente la recuperó. Los países occidentales han sancionado a Abramovich por sus estrechos vínculos con el Kremlin. Una investigación de la fundación Bellingcat sigue atribuyendo el ataque a los partidarios de la línea dura belicista de Moscú, considerándolo más una advertencia contra las negociaciones de paz que un atentado mortal.
En agosto de 2020, el activista anticorrupción Alexei Navalny cayó gravemente enfermo en un vuelo dentro de Rusia, lo que provocó un aterrizaje de emergencia. Posteriormente fue trasladado a Alemania para recibir tratamiento. Varios laboratorios independientes confirmaron la presencia de Novichok, un agente nervioso, en su organismo. Navalny acusó al Kremlin, lo que Moscú negó. El incidente deterioró las ya tensas relaciones de Rusia con los países occidentales y desencadenó una serie de sanciones contra funcionarios rusos.
En diciembre de 2020, el diario británico The Times acusó al gobierno ruso de un segundo intento de asesinato contra el crítico del Kremlin antes de que fuera trasladado en avión a Berlín para recibir tratamiento adicional. Navalny se recuperó y regresó a Rusia, donde fue detenido, lo que provocó nuevas protestas internacionales.
En 2018, el exagente doble ruso Serguei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con el agente nervioso Novichok en Salisbury (Reino Unido). Tanto Skripal como su hija sobrevivieron al envenenamiento tras recibir tratamiento médico. La entonces primera ministra británica, Theresa May, lo condenó, asegurando que había sido un acto directo de Rusia. El Kremlin negó su implicación y acusó a Gran Bretaña del envenenamiento.
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