Prohíben túnica en escuelas de Francia

INTERNACIONAL

50375802637_b4cf4e7eac_c
Foto: EU Civil Protection and Humanitarian Aid*

Lectura: 5 minutos

La abaya cubre la totalidad del cuerpo, excepto rostro, manos y pies. «Cuando se entra en una clase, no se debe poder identificar la religión de los alumnos al mirarlos», dijo el gobierno francés.

El gobierno francés prohibirá que las alumnas de escuelas y secundarias vistan abaya, túnicas utilizadas habitualmente en países magrebíes y árabes, anunció el gobierno este domingo.

La abaya cubre la totalidad del cuerpo, excepto rostro, manos y pies. El uso de este manto por parte de adolescentes había generado polémica en Francia, sobre todo debido a las críticas por parte de la derecha.

«Ya no será posible vestirse con la abaya en la escuela», dijo el ministro de Educación francés Gabriel Attal en una entrevista con la cadena de televisión TF1, en la que también consideró que esta vestimenta incumple las estrictas normas de laicidad en la educación francesa.

«Cuando se entra en una clase, no se debe poder identificar la religión de los alumnos al mirarlos», sentenció.

Aunque el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM) considera que no representa un símbolo islámico, el ministerio de Educación ya había publicado el año pasado una circular en que autorizaba a las escuelas que prohibieran esta prenda de vestir, así como las bandanas y las faldas muy largas.

Francia ya prohibió en 2004 llevar en escuelas e institutos cualquier signo religioso ostensible, como el velo islámico y las kipás.

Francia ha soportado gravísimos incidentes donde han participado extremistas musulmanes.

El disparo a Nahel, un chico de 17 años, durante un control de tráfico en el barrio parisino de Nanterre y los altercados que se desataron posteriormente, con disturbios entre jóvenes y la policía, fue sólo la gota que colmó el vaso.

Desde entonces, el país busca cicatrizar las heridas, pero éstas son más profundas de lo que parece. Mientras, el mundo de la cultura exige reformas fundamentales para poder avanzar.

Abdelwaheb Sefsaf, de 53 años, director del teatro de Sartrouville y el de Yvelines, a diez kilómetros al norte de Nanterre, es hijo de una pareja argelina que se instaló cerca de Saint-Etienne, en el sureste de Francia en 1948 ─cuando Argelia era aún un departamento francés─. Sefsaf habla de un «malestar profundo e innato» que sienten las personas con raíces en las antiguas colonias francesas. «Todos tenemos que vivir con este agujero negro en nuestra historia que pesa como si fuese un secreto familiar», afirma en una entrevista con DW.

«En Francia simplemente no se enseñan muchos episodios oscuros de su pasado colonial. Como resultado, incluso los jóvenes de los suburbios no pueden definir con precisión su propia historia e identidad».

Sefsaf ha encontrado su «propia forma de aliviar el dolor»: escenifica partes de la historia colonial francesa, como la deportación de más de 200 argelinos al territorio francés de ultramar Nueva Caledonia, en el Pacífico, en 1871, después de que se rebelaran contra el dominio colonial francés. «Obras como ésta también pueden ayudar a otros a enfrentarse al trauma; los artistas, sin duda, podemos aportar nuestro granito de arena», sostiene.

Sefsaf también opina que hay que destinar más dinero a la educación, para que haya una verdadera igualdad de oportunidades. «La educación es un remedio para la desesperación que muchos sienten».

Benjamin Villemagne, director de la compañía de teatro parisina Quincaillerie Moderne, también cree que el Estado es el principal culpable del malestar de muchos habitantes de los suburbios. Villemagne opina que el Estado no sólo tiene que renovar el sistema educativo sino también hacer «reformas profundas en la judicatura y la policía para combatir de una vez esta fractura en la sociedad».

Con todo, el teatro podría desempeñar un papel, pero tendría que renovarse en profundidad. «Deberían abordarse problemas actuales como los de los suburbios y ponerlos en el centro del debate público».

A Kristo Numpuby, músico francés que pasó los primeros 22 años de su vida en Camerún, en África Occidental, no le sorprenden los recientes altercados. «Por un lado, la policía asume automáticamente que los jóvenes siempre están tramando algo, pero, por otro, los jóvenes ya no tienen paciencia para escuchar y reaccionan a las provocaciones de manera inmediata», sostiene.

Y la música podría ayudar sobre todo en este último punto. «Nos ayuda a expresar y canalizar mejor los sentimientos, nos da placer, actúa como un analgésico», dice.

La música también fue un salvavidas para Salomé Bossoku, nacida en Francia e hija de inmigrantes congoleños.

«La música era y es mi rayo de esperanza, la fuente de mi fuerza. Toda la tristeza, la rabia y la impresión de no ser comprendida, nunca pude expresarlas con palabras; expreso estos sentimientos cuando canto o toco el piano», dice.

Bossoku cree que debería darse a más jóvenes la oportunidad de tomar clases regulares de música, porque «les mostraría otra forma de expresar su rabia».

*Imagen ilustrativa.

Otro artículo de interés: Otro acto con incidentes en París

Deja un comentario