OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
Lectura: 6 minutos
Convierten en una noticia lo que el electorado ya expresó con el voto.
La relación entre la ciudadanía y la política está rota. No existe, hay un vacío.
Lo grave de la situación actual es que en 1983 hace nada en términos históricos esa relación era profunda, emocionante, al punto que la participación fue del 85% del padrón electoral, la emoción embargaba a los argentinos convocados como autoridades de mesa, sobraban fiscales voluntarios y todos cantamos juntos el himno al finalizar el escrutinio.
Nuestra generación, mi generación, destruyó la política, la hundió en el barro de la corrupción.
Milei por un lado e Insaurralde y Chocolate por el otro, son los extremos de dos emergentes del mismo problema, el primero expresa el grito «basta» el segundo el pus de una infección generalizada de un sistema.
Hicimos todo para que esto pasara. Hagamos memoria en 1983 por motivos muy bajos se votó con un sistema extremadamente sencillo y que de haberlo mantenido hubiera permitido que los partidos políticos se sostuvieran.
Votamos con boletas de tres colores diferentes, uno para la elección de autoridades nacionales otro para los provinciales y un tercero para las municipales. En boletas separadas.
Parece una estupidez, no lo era. Eso permitió que la dirigencia de cada municipio, provincia y nación se expresara, se organizara y se legitimara por separado.
La gran pregunta, ¿Por qué se cambió, por la boleta única y sábana? Asegurar el manejo centralizado de los candidatos.
Las consecuencias están a la vista. Los candidatos a intendentes de las comunas de conglomerados urbanos son prácticamente desconocidos y rehenes de los candidatos nacionales.
Insaurralde es un ejemplo. Jamás en su vida militó una idea en algún espacio de la sociedad. Solo fue yerno de un ministro de Duhalde. Esa fue la puerta de entrada a lo que ellos llaman política.
Esto destruyó el tejido social necesario para que la política y la ciudadanía tengan alguna relación.
La política y los partidos políticos están en crisis en todo el mundo occidental, candidatos sorpresivos y «outsider» han aparecidos en muchos países democráticos, pero nuestra crisis está acompañada de un fracaso inédito en los gobiernos de los últimos 40 años.
No hace falta repetir lo que todos sabemos respecto de la destrucción sistemática de todo lo que era bueno en nuestro país. Nadie ha tenido la eficacia destructiva que tuvieron los dirigentes políticos de mi generación.
Obviamente la única solución democrática que tenemos es recuperar la política como herramienta de participación. Pues bien, el sistema electoral, la prensa, la dirigencia institucional (Empresarios, sindicatos, profesionales) no se interesan en resolver el problema porque viven dentro del sistema que critican.
Argentina es un país que se caracteriza por haber resuelto sus grandes crisis por agotamiento, pocas veces por revoluciones.
La debilidad de los poderes permanentes fuera de las instituciones como eran las fuerzas armadas y la iglesia, han dejado limitada como opción para el cambió al tiempo.
Es común pensar en que esperamos que «toquemos fondo». Pues ese fondo no está a la vista. El establishment siempre logra sacar un conejo de la galera que permite continuar con el latrocinio y la destrucción de lo poco que queda de nuestra próspera sociedad.
La aparición de Milei puede ser el catalizador que necesitábamos para lograr que los círculos de poder político se auto destruyan. El peronismo hace años fue destruido por el kirchnerismo, el radicalismo se auto destruyó en 2001, ahora renace desde los municipios y provincias, esos dos sectores representaron más del 90% de los votos de 1983.
Lo que quedó de ambos se expresaron con la aparición de «Chocolate». Este señor solo es la síntesis de la capa de complicidades que amalgama a la aborrecida política que hoy tenemos.
Si Milei y los Chocolate, terminan destruyendo a esa dirigencia, ladrona, incapaz y fracasada, nos habrán ahorrado tiempo de sufrimiento.
Luego de esta parodia de elección que estamos transitando viviremos la destrucción de esas carcazas que albergaban a los profesionales de la política que arruinaron a una nación envidiada por gran parte del mundo.
Debemos lograr que, por lo menos una parte de la nueva generación se interese por los asuntos públicos, que no le demos lugar a nuevos arribistas que quieran hacerse del poder para garantizar intereses particulares.
Todo deberá iniciarse desde cada municipio, sobre todo en los más grandes. Deberemos alentar a aquellos que quieran conformar partidos vecinales que partiendo de las necesidades más elementales reencuentre a la política con la solución de problemas objetivos.
La gran incógnita es que hacemos mientras tanto. La tarea de aquellos de mi generación, que aun tengamos alguna credibilidad, será predicar para que los horrores cometidos sirvan de enseñanza. La tarea de los dirigentes emergentes será la de agruparse por objetivos específicos, nada grandilocuentes, simples.
Las autoridades que asuman el 10 de diciembre próximo tendrán un margen muy estrecho. Si no logran captar por algún medio la capitalización de nuestra economía con el ahorro que los argentinos pudieron salvar del descalabro, el tiempo que podrán sostener su permanencia en el poder será corto.
El mundo está preocupado por otras cosas mucho más importantes que la solución de los problemas de nuestro país.
La noticia de Chocolate no es novedosa es sólo una cachetada a la opinión pública de lo que la gran mayoría de los argentinos sentimos cada vez que vemos a un político en acción.
De la misma manera que la gran mayoría de los argentinos, aun aquellos que lo votan, sabemos que Milei es un grito no una solución.
Insaurralde y Milei son los opuestos de la misma realidad. Con política representativa ninguno de los dos hubieran existido.
Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: «Viva la libertad, carajo»
