Apostillas sobre la IA, escribe Mariana Gonzalez

OPINIÓN

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Foto: pxhere.com

*Escribe Mariana Gonzalez, especialista en Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA. MBA, ITBA.

Lectura: 6 minutos

Mucho se habla y se escribe sobre inteligencia artificial. Los informáticos trabajan en su ontología y los tecnólogos en proveerle cada vez mejores herramientas para su desarrollo. Los pensadores la analizan epistemológicamente. Los países desarrollados tratan de sacar ventajas geopolíticas. Las empresas que la desarrollan buscan aumentar su prestigio, su liderazgo y sus ganancias. Y, todos nos preguntamos: ¿adónde va a llegar? ¿en cuánto tiempo? 

A continuación, algunas acotaciones, para ayudar a conocerla un poco más y ratificar la imposibilidad de hacer predicciones certeras.

  • Alan Turing, en 1936, diseñó la llamada Máquina de Turing, el primer autómata que ejecutó algoritmos para resolver problemas matemáticos. En 1956 se definió la expresión Inteligencia artificial, en la Conferencia de Dartmouth, considerada el puntapié inicial de esta disciplina, sin embargo durante quince años no se hizo nada.

  • Para ejecutar sistemas de IA se necesitan procesadores con altísima capacidad y velocidad de procesamiento y de almacenamiento de información. Eso lo conseguimos en la última década y permitió el desarrollo de la IA. Imagínense cuando contemos con computadoras cuánticas de uso generalizado (lo que una supercomputadora clásica necesita años de procesamiento para ciertas operaciones, la cuántica puede llevarle segundos). 

  • NVIDIA, una de las fábricas más importantes en procesadores capaces de soportar IA de alto rendimiento, cuyos procesadores impulsan SUMMIT, la computadora más rápida del mundo, dice en su página: «Ahora, las industrias más grandes del mundo (transporte, atención médica, logística, fabricación, robótica, ciudades inteligentes, comercio minorista) están aprovechando la computación acelerada para llevar la IA al límite». Lograron procesadores que ejecutan más de mil billones de operaciones por segundo. Las grandes potencias disputan sus procesadoras en esta nueva guerra tecnológica.

  • Esos países nos entretienen con simpáticos desarrollos en IA con los que conversamos, hacemos guiones de cine, le pedimos que hagan obras de arte, los teenagers le piden que haga su tarea, además de procesos útiles como los de diagnóstico médico, predicciones vulcanológicas para alertas tempranas, procesos de ciberseguridad y muchos más. Mientras tanto el objetivo es crear la Superinteligencia, no lograr imitar la inteligencia humana sino superarla.

  • Uno de los modelos computacionales más usados son las redes neuronales artificiales, imitación de un cerebro biológico, donde hay unidades de procesamiento (nuestras neuronas) conectadas a través de enlaces (nuestras dendritas y axones) en una topología de red. No son cerebros humanos… por ahora.

  • Para agregar capacidades, se está desarrollando lo que llamamos inteligencia organoide. Los organoides son agregados celulares, creados en laboratorio, que se forman a partir de células madre y reproducen órganos humanos, son utilizados en investigación biomédica. Se están desarrollando, con ese procedimiento organoides neuronales para crear sistemas computacionales neurobiológicos. Según el MIT Technology Review de marzo de este año: «Si consideras que se daría origen a la máquina más potente que se haya conocido, podrías estar en lo correcto. Esa es la razón por la que los científicos le apuestan a la inteligencia organoide».

  • Las ventajas y los beneficios al ser humano, sobre todo en tareas de predicción y diagnóstico en todas las disciplinas: industrial, médica, meteorológica, financiera, militar, etc son evidentes, resultados precisos, inmediatos que se alimentan y aprenden a medida que ven nuevos casos.

  • La cuarta revolución industrial, con las fábricas inteligentes, la robótica, la internet de las cosas, los sistemas ciberfísicos, quitaron al ser humano las tareas riesgosas, repetitivas, las de alta precisión. Están provocando una reacomodamiento del mercado laboral en las grandes potencias industrializadas, se pierden puestos de trabajo pero se crean otros relacionados con estas nuevas tecnologías, la creatividad, el análisis de datos. El desempleo se va a notar más en los sectores menos calificados. Sin embargo, todos esos nuevos empleos son el objetivo de la IA…

  • ¿Saben las computadoras que procesan con IA de su propia existencia? No, no lo saben, cumplen con algoritmos complejos que le indican inclusive cómo auto educarse, cómo aprender con su propia experiencia, qué nuevos datos almacenar para enriquecer la información que manejan, pero no se auto perciben. 

Pero, ya se está hablando de consciencia artificial

Según la Real Academia española, consciencia es.

  • Conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. Aún no se evidencia en la IA.

  • Capacidad de algunos seres vivos de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella. Es lo que la IA hace a partir de los datos que le dimos inicialmente, pero, tenemos que omitir lo de «seres vivos».

  • Conocimiento reflexivo de las cosas. Es lo que la IA hace en su contexto, en su dimensión.

  • Facultad psíquica por la que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo. Aún no.

La consciencia es intangible, imposible de mensurar (a diferencia de la inteligencia que se puede cuantificar), muchos niegan la posibilidad de llegar a desarrollar una consciencia artificial, y otros la hipotetizan posible y la incluyen junto a la inteligencia artificial y la robótica cognitiva.

  • La ética de lo artificial desvela a muchos pensadores. Con la mejor de las intenciones, los desarrolladores tienen sesgos que hacen a su propia identidad, a los datos que compilan, al mundo que conocen. Por ejemplo, el reconocimiento facial desarrollado por Microsoft, IBM y Face++ detectaba el sexo de los hombres blancos con más precisión que el de los hombres de piel oscura. Amazon dejó de usar la IA para la contratación de personal porque tenía preferencia por los hombres, ya que los datos que manejaba eran de los últimos diez años que habían contratado más hombres que mujeres. 

La historia nos demuestra que es cierto que «la realidad supera la ficción», imagínense realidades peores que las películas y series basadas en la rebelión de las máquinas como la computadora HAL, de 2001 Odisea del espacio, The Matrix, Blade Runner, Westworld, Black Mirror. El miedo a que las obras del ser humano se vuelvan contra nosotros mismos fue llamado Complejo de Frankenstein por Isaac Asimov. Ojalá sea solo un complejo.

*Mariana Gonzalez
Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA
MBA ITBA
Empresaria en Argentina y Uruguay en empresas de tecnología.

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