INTERNACIONAL

Lectura: 6 minutos
Bolivia, uno de los países con las mayores reservas de litio en el mundo, clave en la transición energética, acordó con la estatal rusa Uranium One Group explotación de litio por 450 millones de dólares.
El convenio prevé la instalación de una planta piloto para la extracción de litio, principal componente para la fabricación de las baterías para autos eléctricos, en los salares del sur del país, según anunció el gobierno y representantes de la empresa. La firma rusa, que forma parte de la Corporación Estatal Rusa de Energía Atómica (Rosatom), asumirá el total de la inversión durante los siguientes dos años.
«Este convenio ratifica el modelo de producción y comercialización que planteamos a todas las empresas que quieren trabajar con nuestro litio. Nosotros participamos en todos los puntos de la cadena productiva», señaló el presidente Luis Arce durante la suscripción del acuerdo.
Bolivia cuenta con una de las mayores reservas certificadas de litio en el mundo, unas 23 millones de toneladas, y se alió con China y Rusia para iniciar su explotación a escala industrial. Junto a Chile y Argentina, el país conforma el llamado «triángulo del litio», el mayor depósito global del llamado «oro blanco». Uranium One Group fue seleccionada entre siete postulantes tras la convocatoria lanzada por la estatal Yacimientos de Litio Boliviano (YLB) hace más de un año.
A partir del acuerdo suscrito este miércoles, se comenzará a «procesar carbonato de litio a grado batería (ndlr, destinado a ese fin). La planta piloto producirá mil toneladas» el primer año, precisó Karla Calderón, presidente de YLB, durante el mismo acto.
En una segunda fase «la producción escalará a 8.000 toneladas y en una tercera fase se sumarán 5.000 toneladas más», para un total de 14.000 toneladas anuales, añadió.
Todo el proyecto prevé una inversión de 450 millones de dólares hasta 2025, de acuerdo con el gobierno de Arce. Bolivia espera que sus exportaciones de litio alcancen el próximo año los 5.000 millones de dólares, por encima de las ventas de gas, hasta hace poco su principal recurso, pero cuya industria atraviesa una profunda crisis por la falta de inversiones en exploración.
El litio sirve para hacer baterías. Esas baterías se necesitan para teléfonos móviles, placas solares y electromovilidad, léase vehículos eléctricos. O sea, estamos ante un mineral valioso, que puede reportar jugosas ganancias a los Estados que tengan reservas y sepan explotarlas. Tres de los países con mejores perspectivas para beneficiarse de este producto están en Sudamérica, y de hecho componen lo que se ha dado en llamar «triángulo del litio». Se trata de Argentina, Bolivia y Chile, que concentran nada menos que el 85 por ciento de las reservas mundiales conocidas.
En ese contexto, se conoció la semana pasada que el gobierno de Chile había otorgado dos licencias para exploración y explotación del mineral a una empresa china y a una chilena propiedad de Francisco Javier Errázuriz, hijo del excandidato presidencial y exsenador del mismo nombre. Se trata de permisos para buscar litio durante un plazo de siete años y explotar hasta 80.000 toneladas, pagando un 60 por ciento de royalty. Por esta sola adjudicación, el Estado chileno embolsó 121 millones de dólares.
Si bien la Corte de Apelaciones de Copiapó, en el norte del país, suspendió el proceso de licitación tras un recurso de protección presentado por el gobernador de Atacama, Miguel Vargas, en ningún caso puede hablarse de una anulación. El gobierno de Chile debe entregar una respuesta a la suspensión en los próximos días y es poco probable que el proceso legal prospere al punto de poner en juego la licitación. El gobierno saliente y el que asumirá en marzo, con Gabriel Boric al frente, coinciden en la importancia que tiene el litio para las arcas fiscales de un país necesitado de recursos para solventar su agenda social, y las cifras en juego son enormes.
En la actualidad, el mayor productor de litio del mundo es Australia, con 40.000 toneladas métricas anuales. Luego vienen Chile (18.000), China (14.000) y Argentina (6.200). Con esta licitación, que puso sobre la mesa una ínfima parte de las reservas conocidas del país, Chile busca mejorar su posición y generar una estrategia a largo plazo que permita producir más y eventualmente añadir valor agregado. El presidente electo, Gabriel Boric, incluso ha propuesto la creación de una Empresa Nacional del Litio, una idea que la derecha también ve con buenos ojos.
Los dos países sudamericanos mencionados, junto con Bolivia, disponen además de una ventaja respecto a Australia, el líder mundial. El litio sudamericano es de salar (salmuera), es decir, basta con un proceso de decantación que, si bien es complejo, resulta hasta 4 veces más económico que extraer litio de roca dura, que es el que se explota mayoritariamente en Canadá, Australia, Portugal y Brasil.
Bolivia ha intentado desde fines de la primera década de este siglo impulsar una industria del litio, firmando acuerdos de explotación con Rusia y Alemania. El objetivo del entonces gobierno de Evo Morales, que desde 2006 prometió que este mineral sería el impulsor del desarrollo económico del país, era extraer, pero también generar conocimiento y lograr transferencia tecnológica. La crisis del coronavirus y el caos político en el que se vio sumido Bolivia en los últimos años han ralentizado el proceso.
En el caso alemán, en 2019 incluso fue derogado el decreto que autorizaba la creación de una empresa mixta conformada por la estatal boliviana y una firma germana. En marzo de 2021, Alemania y Bolivia retomaron las negociaciones sobre la materia.
Otro artículo de interés: Litio de Argentina, Chile y Bolivia bajo lupa china
