La UCR en Narnia, análisis político de Antonio Calabrese

OPINIÓN

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Foto: pickpik.com

Escrito por Antonio Calabrese*, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 4 minutos

Como viviendo en Narnia, no en la muy terrenal Narni cercana a Roma, sino en el mundo fantástico y mágico del autor de las crónicas homónimas en heptalogía, el irlandés C.S. Lewis, se ha pronunciado el 19 de enero de 2024, la muy antiséptica, incontaminada, impoluta, analgésica, republicana y democrática Convención de la UCR en contra del proyecto de ley, llamada ómnibus, del actual gobierno.

Cuestiones de «fondo y de forma» aduce, vale decir que deja sin herramienta gubernamental al 56% de la ciudadanía argentina que eligió estas autoridades hace apenas unos meses.

Sabe que su treintena de votos es esencial para alcanzar no solo el quorum sino la mayoría necesaria para impulsar el proyecto de cambio en la Cámara de Diputados.

Una especulación mezquina, baja, indigna, a espaldas de la sociedad, que viene soportando como un dañino cáncer a algunos dirigentes de este viejo partido que junto al peronismo degenerado (es decir atrofiado, degradado, envilecido, según nuestro criterio) llamado kirchnerista vienen gobernando alternativamente la nación los últimos 44 años desde el regreso a las urnas, tal vez uno de los peores períodos o al menos el más decadente de su joven historia bicentenaria.

Digo eso porque saben que sin la seguridad de contar con sus votos será difícil lograr la mayoría y el kirchnerismo volverá a demostrar músculo y poder. No es gobierno, pero tampoco dejará gobernar, por más que la mayoría ya no les pertenezca.

Lo único positivo es que por fin la actual conducción de la UCR cruzó la raya, se desenmascaró, es socia, está del lado del kirchnerismo prebendario, autoritario, fraudulento, abusador, y porque no decirlo, corrupto, a la par de la izquierda trasnochada con quienes, ahora se sabe, gobernó alternativamente o cogobernó, en su caso, estos años medrando con algunos puestitos o los reconocidos como kioscos, bancas, concejalías, etc.

Diríamos en lenguaje libertario como algo propio de «casta pura».

No les interesa cambiar, discutir el cambio exigido por la sociedad, tal como se prestó el oficialismo que introdujo más de 100 modificaciones al proyecto original a solicitud de los diputados opositores sensatos.

No, la UCR está en contra porque el proyecto es «improvisado y poco democrático», seguramente querrá que se gobierne como ellos deseen a pesar de no haber ganado ninguna elección. En todo caso nada más antidemocrático. Pretenden un «dictamen propio» según sus palabras.

Veamos, seguramente para ellos es más democrático dejar a un gobierno recién elegido por una mayoría que el radicalismo jamás tuvo en su historia, desprotegido, impotente, para que fracase. Y seguramente en su Narnia fantástica y mágica ellos imaginarán sucederlo.

Esto es una sobrevaloración de su autoestima, pues nada o muy poco tendrían de no ser porque en Gualeguaychú, en alguna otra convención demasiado realista a principios de siglo, hace poco más de 20 años se colgaron de Macri, para ser la trastienda del Pro, su patio interior, a partir del 2015.

Pesada mochila debe ser exhibida teniendo en cuenta las cuevas de felonías y traiciones, por ambiciones desmedidas, cuando son todas perdedoras.

Solo habría que preguntarse de cuantas intendencias, gobernaciones, diputaciones, senadurías, concejalías, etc., disfrutarían hoy si hubieran seguido siendo, los solitarios e impolutos cruzados de «la república y la democracia» de esta convención bañada en agua bendita, cuyo «límite» solía ser Macri, según algunos, limite también traspuesto entonces.

En 1995 con Massaccesi de candidato sacaron apenas el 17% de los votos; en 2003 con Moreau (hoy primera espada del kirchenrato en diputados) todavía mucho menos el 2,34%; recordando que Ricardito, como le llaman, el hijo de su prócer máximo contemporáneo en 2011 obtuvo apenas el 11,65% de los votos válidos.

Y todo ello sin hacer mención que este Ricardo Alfonsín, novel embajador de Cristina y Alberto en Madrid, de fiesta los últimos cuatro dolorosos años, llegó a decir recientemente que su padre hubiera votado a Massa en la última elección. Seguramente fue una herejía, si las hay. (El manto extendido no alcanzaría a cubrir la vergüenza).

Es lamentable la degradación, es triste ver como se derrumba un cuerpo enfermo de cáncer terminal.

Antonio Calabrese es autor de «José de San Martín ¿Un agente inglés?».

Otro artículo escrito por Antonio Calabrese: La autoría de la Constitución

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