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Tres miembros de Hezbolá y siete civiles de una misma familia murieron en un bombardeo israelí en el sur de Líbano, donde aumentan los temores de una escalada de la violencia, anunciaron las autoridades este jueves.
El ataque estaba dirigido contra un edificio en la ciudad de An Nabatiya, que hasta entonces no había sido blanco en los enfrentamientos diarios entre Israel y Hezbolá desde el recrudecimiento del conflicto en Gaza hace más de cuatro meses.
Entre los tres miembros de la organización islamista se encontraba Ali al Debs, un oficial que ya había sido herido el 8 de febrero por un ataque israelí con drones en esa misma ciudad, precisó una fuente libanesa de seguridad este jueves. El ejército israelí confirmó haberlo abatido.
Entre este miércoles y jueves, los equipos de rescate retiraron de los escombros los cuerpos de los siete civiles, todos miembros de una misma familia, entre ellos cinco mujeres y un niño, según la Agencia Nacional de Información (ANI).
El ejército israelí dijo que desde el estallido del conflicto en Gaza el 7 de octubre ha atacado más de 50 objetivos en Siria vinculados al movimiento libanés Hezbolá, respaldado por Irán.
«Dondequiera que esté Hezbolá, estaremos nosotros. Tomaremos medidas en todos los lugares necesarios en Medio Oriente», declaró el portavoz Daniel Hagari.
Asimismo, las fuerzas israelíes han atacado 3.400 objetivos de Hezbolá en Líbano, incluidos 120 puestos de vigilancia fronteriza, 40 depósitos de misiles y otras armas y más de 40 centros de mando, dijo Hagari, a la vez que calculó el número de muertos en más de 200.
El funcionario precisó que Israel había desplegado tres divisiones del ejército a lo largo de su lado de la frontera con Líbano, en previsión de que Hezbolá se involucre después de que el grupo terrorista palestino Hamás lanzara su ataque el 7 de octubre.
Tras la evacuación de decenas de miles de sus residentes del norte, Israel ha amenazado con intensificar los combates en Líbano a menos que Hezbolá retroceda en la frontera, y ha buscado ayuda occidental para encontrar una solución diplomática en Beirut.
Kiryat Shmona parece un pueblo fantasma. Las calles están vacías y hay pocos negocios abiertos. De tanto en tanto, el sonido de explosiones rompe el silencio.
La localidad está cerca de la frontera israelí con el Líbano. Las bases militares de la milicia Hezbolá están a pocos kilómetros de distancia, en territorio libanés.
«Se escucha una alarma y uno tiene cinco segundos para ir al refugio», dice Ariel Frish, director de un colegio religioso para niños que ahora forma parte del equipo de emergencia de la municipalidad.
En tiempos normales, la localidad tenía unos 23.000 habitantes. Poco después de los ataques terroristas cometidos por el grupo radical islamista Hamás, el 7 de octubre, en el sur de Israel, el gobierno israelí ordenó la evacuación de todos los poblados del norte ubicados a menos de 3,5 kilómetros de la frontera.
Desde entonces, por lo menos 50.000 personas han dejado sus hogares en la región fronteriza. Además, el Ejército calcula que hasta 35.000 personas de zonas más al sur se han trasladado hacia el centro de Israel.
No se sabe cuándo esa gente podrá regresar a sus casas. En las últimas semanas se han intensificado los combates en el área, con misiles antitanque y cohetes, al igual que los ataques aéreos israelíes.
En la prensa israelí se discute a diario sobre potenciales indicios de que escale el conflicto con Hezbolá, considerado riesgoso pero difícil de evitar.
Los atentados terroristas del 7 de octubre de Hamás ─considerada una organización terrorista por EE. UU. y la Unión Europea, entre otros─ han reforzado la doctrina militar israelí de que el país nunca debe volver a estar indefenso. «No sé cuándo habrá guerra en el norte. Puedo decirles que la probabilidad de que ocurra en los próximos meses es mucho mayor que en el pasado», declaró el jefe del Ejército israelí, Herzi Halevi, al visitar un ejercicio para tropas de reserva en el norte de Israel.
Frish es uno de los aproximadamente 2.000 residentes que, se estima, permanecen en Kiryat Shmona. Su familia dejó la ciudad. «La gente está dispersa por todo el país», explica. La mayoría se aloja en hoteles, mientras que otros han alquilado viviendas privadas. Los negocios luchan por sobrevivir y los campos circundantes están abandonados.
*Imagen ilustrativa.
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