OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Luego de las guerras civiles del siglo XIX Argentina logró constituir un estado, pero nunca logró constituir una nación. De ninguna otra manera se hubiera podido destruir la voluntad que permitió la independencia ni la riqueza que permitió el desarrollo de un estado poderoso.
En tres etapas, con tres sectores dominantes muy claramente identificados llegamos a este momento de ruptura.
La aristocracia fundadora llevó las riendas que definió lo límites del territorio y sus fronteras y el comienzo de una epopeya productiva basada en el sector primario.
La siguiente surge después de largos enfrentamientos entre los sectores burgueses del comercio y de la insipiente industria representados en la Unión Cívica (luego radicalismo). Que impuso el voto universal y secreto, en aquel momento solo un derecho de los hombres.
La tercera etapa fue la del peronismo que sentó las bases de la legislación laboral, que ya se imponía en gran parte del mundo occidental, y la participación en la lucha por el poder político de los trabajadores y las mujeres.
Cada una de las etapas se caracterizaron por ser conducidas en forma dominante por parte del sector que representaban. Nunca fueron expresión de la conducción del conjunto con la participación del sector que los precedía.
Razón por la cual nunca hubo un contrato social que pudiera dar lugar al nacimiento de una nación.
En cada una de las etapas el sector dominante ignoraba o intentaba cooptar al adversario político. Son pocas o ninguna las etapas en las que el sector dominante intentara gobernar con el otro sector o sectores que coexistían con él.
Es así como el sector aristocrático fundante desparece de la lucha política con el dominio del radicalismo y solo actuó por su nivel de influencia en el poder real no en el político a través de la Fuerzas Armadas.
Luego con el peronismo y su impronta más dominante aun, intentó ser la fuerza única desde un poder omnímodo. Son pocos los que valoraron la autocrítica del gral. Perón en los años 70, con el cambio de apotegma convocando a todos los argentinos.
Los que acompañaron todo ese proceso de construcción institucional fueron los partidos políticos que representaron a los sectores medios y trabajadores. Pero el sector productivo que más influyó e influye en nuestra economía ignoraba la política a la cual siempre sintió extraña a su propio accionar.
Influyó hasta 1983 a través de los golpes militares, pero nunca en la acción política.
La redistribución del dominio de la tierra acontecida por dos fenómenos concurrentes, las sucesivas herencias de los latifundistas del comienzo de la organización del estado y las inversiones de las familias que con la industrialización vieron en el sector primario la posibilidad de ahorrar en la propiedad de las tierras hicieron del sector además de poderoso económicamente, presente en todo el interior de nuestro territorio.
La voracidad de apropiación de la renta del sector productivo por parte del estado dominado por la alianza entre industriales y empresarios prebendarios con los sindicatos de los trabajadores de esos mismos sectores, hicieron, quizás por la imposibilidad de seguir expoliando al sector primario, cometer el acto fundacional de una nueva época.
El intento de las retenciones móviles, un engendro inventado por un exponente del sector social parasitario generó el movimiento social que dio origen a una nueva etapa nacional.
Así como los movimientos de la nueva clase media de fines del siglo XIX y comienzos del XX resultaron en el voto secreto y obligatorio dando como consecuencia el dominio político de los sectores medios. Y luego como el movimiento de los trabajadores dieron como resultado la incorporación de la legislación laboral moderna y la incorporación de la mujer en la política generando un poder basado en la masividad del voto popular. Hoy es la etapa del poder productivo.
Conceptos como el de que el dinero del estado es de los contribuyentes y que los primeros beneficiarios deben ser ellos mismos para luego determinar de qué manera ayudar a quien y como de los que no lo son pueden incorporarse a serlo, serán dominantes en la etapa que se inicia.
Un nuevo sector político, desde afuera de la estructura que conformaron los partidos de los últimos 100 años, interpretó el hastío de gran parte de los argentinos.
Luego de ordenar las nuevas bases fundantes de la etapa se debería un iniciar un proceso que garantice que el trabajo y la producción sean el poder del estado y que este sea capaz de fundar la nación no nata llamada Argentina.
Es una verdad poco dicha que Argentina necesita armar una estructura de poder que abarque aquellas actividades que naturalmente surgen de su potencial. Bioeconomía, turismo, minería, petróleo e industria del conocimiento.
Si esos sectores toman el poder Argentina nacerá como nación.
Estamos transitando el momento más difícil que se caracteriza en arrojar por la borda todo el lastre que nos hundió en el subdesarrollo, la pobreza y la inmoralidad, sólo los que son parte del lastre protestan. La mayoría observa y espera con cierta esperanza.
Ninguna industria que necesite del aporte de los argentinos debe subsistir, no porque no sea virtuoso apoyar a procesos industriales propios, sino porque mientras haya pobres, indigentes, niños sin alimentar y sin acceso a la educación, utilizar recursos en aventuras sin sustento es inmoral.
Mientras no recuperemos el territorio para el bien de todos y no para el dominio de nadie. Mientras no tengamos consolidado el poder político del trabajo y la producción, ni un peso del estado debe distraerse en espejos de colores.
¡¡El poder para los que producen nunca para los que gastan!!
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