Estado vs. libertad, escribe Hugo Flombaum

OPINIÓN

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Foto: European Parliament

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Hugo Flombaum, destacado colaborador de LaCity.com.ar, estuvo en Europa atento al resultado de las elecciones parlamentarias que los sondeos previos otorgaban preeminencia a los partidos considerados de derecha en países relevantes como Francia, España, Italia, Alemania. En este artículo vuelca sus observaciones desde el punto de vista global, necesario para comprender este nuevo capítulo europeo y la ruta previa que la población optó por dejar en el camino.

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La pregunta que deberíamos hacernos es ¿la libertad avanza o los estados retroceden?

El avance de las «derechas» en el mundo occidental se generaliza, los electores de Europa han tomado ese camino y las encuestas muestran lo mismo para EE. UU. Lo hacen blandiendo supuestas ideologías y planteos filosóficos, pero en realidad canalizan el hastío de los pueblos a sostener estados ineficientes y burocratizados.

El mundo globalizado, no por los gobiernos sino por las comunicaciones, inmanejables para los reguladores, avanza indefectiblemente. Pone en jaque tanto a los estados burocráticos como a las autocracias injustas. El mar de las redes no tiene contención.

Son las culturas las que comienzan a fusionarse, guardando características propias. Duki en el Bernabeu o Madona en Río de Janeiro son solo dos ejemplos.

Dinamarca en 2017 nombró embajadores ante los grupos tecnológicos globales. Ese fue una simple demostración de que nacía una nueva política exterior que superaba a las relaciones entre estados y organismos multilaterales.

Hoy EE. UU. y China tienen una contienda por el dominio del comercio global, que supone dominio de rutas, capitales y marcas. Mientras tanto las empresas globales no hacen diferencia entre uno y otro país.

Sus intereses son otros, dominar el mercado global de sus productos.

Las regulaciones intentan poner límite, pero las empresas consolidan su poder en tanto amplían y consolidan su posición en el mercado.

Los estados se debilitan y las empresas se fortalecen.

Hoy las relaciones entre estados se van debilitando en la vida cotidiana y buscan los viejos conflictos religiosos o limítrofes para guarecerse, en ellos encuentran motivos de guerras inútiles para su gente.

Guerras más útiles para sostener la industria de las armas que para solucionar algún problema para los pueblos.

Las democracias representativas han perdido justamente la capacidad de representar. La política en gran parte de occidente se alejó de sus electores y eso debilitó a los estados. Hoy hay países con orden económico y desorden político, algo impensable hace algunos años.

Argentina como siempre marca su rara impronta. Gobernada por uno de los exponentes más curioso de esa ola cuestionadora del estado, se destaca en el mundo.

Fue de tal la magnitud la transferencia de recursos de millones de trabajadores a las elites que se valieron de los negocios del estado para enriquecerse, que la reacción se convirtió en un tsunami que se lleva por delante a todos los que se interpongan a su paso.

Los vividores enriquecidos se montaron en la inflación, en las devaluaciones que licuaron los salarios y destruyeron el peso, en el contrabando y en la corrupción generalizada, todo amparado en un relato supuestamente progresista.

Quieren atacar a Milei por la ideología o por la filosofía que esta nueva derecha esgrime, ese no es el sustento de la ola, la ideología del individualismo está más ligada al nuevo paradigma de las relaciones del «uno a uno» de las redes sociales.

El verdadero ataque a esta derecha justiciera es el de reconstruir una opción solidaria y comunitaria que canalice la organización de la sociedad para resolver sus carencias.

La verdadera opción es la de garantizar un estado pequeño, eficiente y con la autoridad moral de imponer normas que beneficien al conjunto. Que cobre la menor cantidad de impuestos y represente la austeridad de la cosa pública ante la fortaleza de la iniciativa privada.

La regionalización de la política permitirá la reorganización de la representación. Sin una representación sostenida desde la comunidad hacia el estado, no habrá gobernanza posible.

Las empresas globales se instalarán donde haya recursos que le permitan sostener sus ofertas de bienes y servicios, y eso es progreso.

Las economías locales deberán construir la telaraña de emprendimientos que acompañen a esas empresas que por antonomasia tienen características corporativas que le impiden ser eficientes en las cadenas de valor.

Por otra parte, la construcción de economías circulares en cada región garantizará la presencia de comunidades que sin intervenir en la competencia global puedan desarrollar las industrias del turismo, entretenimiento, arte, etc.

Esas economías circulares se ocuparán del abastecimiento local de los insumos básicos de alimentos no industrializados, vivienda, energías de baja potencia y renovables, transportes locales baratos, etc.

El desafío que enfrentamos ante la debacle de los viejos estados proveedores es apasionante y fundamental para que la raza humana, ser social por excelencia, sostenga un hábitat sano y creativo ante la agresión permanente al medio ambiente que la competencia de la economía global genera.

Argentina se enfrenta a una coyuntura difícil, las instituciones que quedaron vivas de antes del terremoto de Milei están cuestionadas por gran parte del pueblo. Si esas instituciones persisten en oponerse a través del uso de su poder formal, se podrán enfrentar a una derrota histórica en las próximas elecciones.

Si los intendentes y gobernadores, bien considerados, se incorporan al proceso de desarme del estado estafador creado por los últimos gobiernos y fortalecen su representación a través de tomar la responsabilidad de solucionar la problemática de sus pueblos, con sus recursos, nacerá una verdadera opción.

La dirigencia local, verdaderamente representativa, tiene la opción de eludir las imposiciones de la elite perdedora y favorecer a sus pueblos con una opción en consonancia con el hastío a la burocracia ineficiente y cara del estado proveedor.

¡ARGENTINOS A LAS COSAS¡

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