INTERNACIONAL

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La conferencia de paz para Ucrania, celebrada en Suiza, no supuso un gran avance. Por supuesto, un comunicado final firmado por unos 80 de los más de 90 Estados participantes puede considerarse un pequeño éxito. Pero esto no dará a la población de Ucrania ninguna esperanza de un pronto final de la guerra.
Después de todo, la agresora Rusia no fue invitada a la reunión. Las esperanzas descansaban aún más en Pekín. El confidente más cercano del caudillo del Kremlin, el dictador chino Xi Jinping, podría influir en Vladímir Putin, o así se esperaba. Pero Pekín canceló porque Moscú no estaba presente.
En cualquier caso, China no ha aportado nada sustancial a un acuerdo de paz en los más de dos años transcurridos desde la invasión rusa a Ucrania. En el primer aniversario de la invasión, Pekín hizo circular un plan de diez puntos que reflejaba esencialmente las exigencias del Kremlin, un partidismo unilateral con el que China no podía reclamar el papel de mediador neutral.
Probablemente, haya otras razones por las que China no estuvo presente en Suiza. En la situación actual, el país por sí solo no estaría en condiciones de lanzar y moderar una iniciativa diplomática, que tendría que conciliar tantos intereses diferentes como, por ejemplo, en Oriente Medio. Para Pekín, sin embargo, carece de interés mediar en un escenario en el que Estados Unidos y sus aliados pueden acabar atribuyéndose el éxito.
Hay otro aspecto en la relación Pekín-Moscú: Putin se reúne esta semana con el dictador norcoreano Kim Jong Un. Por un lado, Pekín no quiere dar la impresión de que está aliado con los dos Estados. Por otro, quiere estar informada de lo que ambos países planean juntos. No en vano se considera a los tres ─Rusia, China y Corea del Norte─ como un eje del mal. Al mismo tiempo, los tres no confían plenamente el uno en el otro.
Esta desconfianza seguirá impulsando la política de Pekín respecto a la alianza con Putin. A Pekín le interesa que continúe la guerra en Ucrania, ya que esto inmoviliza los recursos de EE. UU. y sus aliados. Si Xi permite que se agrave un conflicto en Asia, ya sea con Taiwán o Filipinas, el Ejército estadounidense podría necesitar más tiempo para intervenir en la región del Pacífico.
Existe la esperanza de que pueda celebrarse otra cumbre de paz sobre Ucrania en Arabia Saudí. El reino mantiene excelentes relaciones con EE. UU., pero también con China. Y uno de los pocos éxitos diplomáticos en los que ha participado Pekín se refiere a Arabia Saudí. La primavera pasada, Pekín ayudó a normalizar las relaciones entre los saudíes e Irán.
Así que quizá el príncipe heredero Mohamed bin Salman pueda persuadir al gobernante y aliado chino, Xi Jinping, para que se implique en la cuestión de Ucrania contra Rusia. No hay muchos motivos para la esperanza pero, al fin y al cabo, hay que intentarlo todo para detener la matanza.
La Conferencia sobre la Paz en Ucrania le dio la bienvenida a naciones más allá de la lista habitual de invitados a las reuniones de los partidarios de Kiev, intentando apartarse de las acusaciones que a menudo se lanzan sobre las potencias occidentales, de que estarían resonando entre sí.
El presidente de Kenia condenó a Moscú, al tiempo que pidió «a todas las partes en la guerra» que «suavicen sus posiciones», mientras que el ministro de Exteriores de Arabia Saudita habló de «compromisos difíciles» por asumir. Se notaron las diferencias entre quienes apoyan a Ucrania y algunos actores clave en África, Asia y América Latina. Los desaires y ausencias hablaron por sí mismos.
Las conversaciones culminaron en una declaración respaldada por la vasta mayoría de asistentes ─unos 80 países, incluyendo a todos los miembros de la Unión Europea, Estados Unidos, Ghana, Kenia, Argentina, Colombia, Filipinas, Qatar y Guatemala─.
«La guerra en curso de la Federación Rusa contra Ucrania continúa causando sufrimiento y destrucción humanos a gran escala, y creando riesgos y crisis con repercusiones globales para el mundo», se lee en el comunicado.
«Reafirmamos nuestro compromiso de abstenernos de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, los principios de soberanía, independencia e integridad territorial de todos los Estados, incluida Ucrania».
Los firmantes también condenan las amenazas nucleares, advierten contra la utilización de la seguridad alimentaria como arma, y piden un «intercambio completo de prisioneros» y el regreso de «todos los niños ucranianos deportados y desplazados ilegalmente».
Pero Brasil, México, India, Sudáfrica e Indonesia, pesos pesados de la diplomacia, optaron por no respaldar el texto final. Estos países ya habían señalizado reticencias al enviar a Suiza a diplomáticos o a ministros, y no a sus mandatarios.
Claude Rakisits, analista en el Centro para la Seguridad, la Diplomacia y la Estrategia, con sede en Bruselas, no se muestra sorprendido: algunas naciones tratan de hacer un acto de equilibrio entre sus lazos con Occidente, y los que mantienen con Rusia y China.
A la cabeza de la cumbre, Kiev acusó a Moscú y Pekín de presionar diplomáticamente a otros países para convencerlos de no asistir, algo que China niega. «Esta conferencia fue sobre mucho más que Ucrania. Fue sobre mantener el orden internacional», dice Rakisits a DW.
«Esta cumbre demuestra que el apoyo internacional no se ha debilitado. Y que es fuerte», dijo a los periodistas el presidente ucraniano Zelenski. «Esta es la reunión más grande y de más alto nivel de países de todo el mundo para hablar sobre cómo avanzar hacia la paz en Ucrania, desde el inicio de la guerra. Esto es en sí mismo significativo», declaró también a DW el primer ministro irlandés, Simon Harris, al margen del encuentro.
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