OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Finaliza un año extraordinariamente particular, hora de reflexiones y planificación.
Los capitales globales sin fronteras han consolidado su poder, las empresas globales incentivan más su competencia interna que la que deberían tener con sus rivales, rivalizan por ser mejor cada locación.
Los capitales financieros internacionales han ocupado el espacio de los bancos centrales.
Ese es el panorama que hace de paraguas a las naciones.
Las naciones transitan un período de reestructuración. La democracia representativa se ve sobrepasada por la intercomunicación, al segundo, de los habitantes, cada vez menos encerrados en las convenciones de las fronteras.
Las protoclases oligárquicas que tomaron los estados occidentales por asalto en los últimos 80 años, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no se han mostrado eficientes para competir en el comercio global.
La incorporación de China al «libre comercio» desnudó la pesada carga de los estados nacionales que basados en la pantalla de los «estados de bienestar» generaron una pesada carga para que las empresas pudieran competir.
La representación que la democracia, presuntamente iba a garantizar, se convirtió en ineficaz en la gran mayoría de los estados occidentales. Su aggiornamento es ineludible. Los partidos deberían repensarse en esta era de hiperconectividad.
Argentina, esa nación tan dotada de recursos, nunca aprovechados, fue la nación más demostrativa del planeta. En estos 80 años sumamos pobreza que no teníamos, destruimos la educación y la salud pública que eran ejemplo en el mundo,
Generamos la tormenta perfecta, el estado fue imposible de financiar, corrompimos hasta la ayuda escolar pasando por todos los estamentos de gobierno y casi la totalidad de las organizaciones civiles.
La acción pública en tanto colaboración a la comunidad, se convirtió en latrocinio. Todo aquel que se dedicara a una tarea social, en cualquier ámbito, se convertía en sospechoso de corrupción.
Destruimos la confianza del uno para con el otro.
Eso y nada más que eso fue la causa de la llegada, casi en un plato volador, de un presidente que ganó el poder con una motosierra.
Una sociedad rehén del estado, empresas que solo miraban hacia las autoridades para saber qué hacer cada día, bancos que abandonaron a los clientes y sus iniciativas para dedicarse a destruir el ahorro, empresas que sólo podían crecer bajo el manto de la corrupción y el proteccionismo.
Pero todo llegó a su fin gracias a la desmesura del estado, en 2008 pretendieron esquilmar más de la cuenta a un sector resistente de nuestra producción.
La sustitución de importación, obligada en la posguerra de mediados del siglo pasado, generó una clase industrial nacional que, en lugar de elegir la competitividad, inversión en tecnología y eficiencia, eligió la sobre protección y el encierro de nuestras fronteras comerciales, en complicidad con los gobernantes.
Mientras, el sector agrobioindustrial, obligado a comerciar en el mundo por esencia, se aisló del poder y generó un sector independiente que fue atacado y denostado por el «poder» antinatural generado por esos supuestos industriales.
Así nacieron las famosas retenciones a la exportación, mientras en el mundo se apoyaba las exportaciones aquí defendíamos una industria inútil robando a la única producción rentable del país.
El mercado internismo y la corrupción destruyeron la moneda nacional, en eso no estuvimos solos, muchos países de Europa y Asia también lo hicieron. Las clases dominantes en esas naciones rápidamente actuaron y con regionalismos, Unión Europea, o con reformas estructurales lograron rearmar sus economías. Menos Argentina.
Ahora se nos presenta una oportunidad, el gobierno apretó un botón tremendo para cualquier sistema, RESET, como sabemos ese botón no distingue de buenos o malos archivos, sólo nos retrotrae al sistema original borrando todo lo generado en los años anteriores.
No tenemos moneda, no tenemos partidos políticos, no tenemos ninguno de los servicios esenciales garantizados, nadie representa a nadie. Es un vacío enorme, pero a la vez una gran oportunidad.
Contamos con un sector tecnológicamente de punta en el mundo, el bioeconómico, contamos con que por fin nuestros recursos naturales serán aprovechados y contamos con la belleza de nuestra geografía para recibir el turismo del mundo.
Los mayores tenemos una misión, en nuestra memoria guardamos los valores esenciales del argentino, solidaridad, altruismo, vocación social, valoración por la educación pública honesta y eficiente, por la salud pública que garantice que la menor cantidad de habitantes deba recurrir a los hospitales, una justicia honesta y eficiente que castigue y separe de la sociedad al malo y premie al bueno.
Los jóvenes que hoy no tienen fronteras, ni lealtades, ni expectativa en lo público, espera, casi sin esperanza, que esa memoria pueda implantarse como norte para reconstruir una sociedad sana.
Mis lectores que en su gran mayoría componemos esa etapa etaria tenemos una gran tarea antes de que esa memoria desaparezca. Hablemos, prediquemos, hay una Argentina posible, hay un futuro posible. Construyamos una alianza con los descreídos jóvenes que reconstruya los cimientos que supimos tener.
Las cooperadoras escolares deben reconstruirse, expulsando a los consejos escolares que en su gran mayoría fueron ineficientes y corruptos.
Los clubes de barrios deben abrir sus puertas los fines de semana a la noche, para que sean los ámbitos abiertos donde los jóvenes se reencuentren para divertirse sin necesidad de esconderse en la industria de la noche y el narcotráfico.
La sociedad civil debe recomponerse desde cada casa, desde cada barrio, desde cada escuela y cada club.
Solo con una sociedad civil organizada podremos recuperar la representación genuina.
Hoy no deberíamos perder mucho tiempo con los sistemas electorales, si los bancos confían el movimiento de nuestro dinero en el reconocimiento facial, fácilmente puede servir para que votemos cada mes si es necesario.
Asegurando una representatividad real y no delegada a amigos y operadores del poder.
Tenemos todo por hacer, hagamos.
Felicidades para estas fiestas, nos reencontramos pronto.
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