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La oposición francesa auguró este lunes (23.12.2024) la caída del gobierno recién nombrado por el primer ministro François Bayrou, incluida la extrema derecha, crucial para su supervivencia, que por boca del número dos de Marine Le Pen, Jordan Bardella, auguró su «fracaso».
«Afortunadamente, el ridículo no mata. Desgraciadamente, los franceses no se han libran: François Bayrou ha montado una coalición del fracaso. En 2025, más que nunca, la RN (siglas en francés de Agrupación Nacional) estará ahí para defender y proteger a nuestros compatriotas, mientras esperamos el relevo», manifestó en X Bardella.
Fue una reacción dura pocos minutos después de conocerse la lista completa de los ministros que acompañarán a Bayrou, a pesar de que Le Pen había asegurado que la postura de su partido dependerá de la línea política que adopte Bayrou en su discurso de política general, el 14 de enero.
Es una posición similar a la que ya adoptó con el anterior primer ministro, el conservador Michel Barnier, quien solo resistió en el cargo tres meses y cayó con la primera gran prueba de fuego, los presupuestos para 2025, al no contar finalmente con respaldos parlamentarios más allá del centro y la derecha para salvar potenciales mociones de censura.
Bayrou se encontrará en el mismo estatus de debilidad tras sus intentos frustrados de incorporar a la izquierda moderada, concretamente al Partido Socialista, durante las conversaciones para formar gobierno que mantuvo en los últimos 10 días.
«No es un gobierno, es una provocación. La extrema derecha al poder bajo la vigilancia de la extrema derecha», indicó en X el primer secretario socialista, Olivier Faure, a la vista de un nuevo gobierno esencialmente continuista, con pesos pesados del macronismo y de la derecha tradicional.
El único cierto guiño hacia la izquierda entre los anuncios de este lunes fue la incorporación como ministro de Ultramar del ex primer ministro de François Hollande Manuel Valls, quien se separó del Partido Socialista (PS) francés al dar su apoyo a Emmanuel Macron para las presidenciales de 2017.
«Un gobierno lleno de personas que fueron expulsadas de sus cargos y que ayudaron a hundir nuestro país… con el apoyo de Marine Le Pen y la RN. Este gobierno sólo tiene un futuro: la moción censura. Con la caída de Bayrou, el rey Macron quedará desnudo. Su salida es inevitable», dijo en X Mathilde Panot, jefa de diputados de la izquierdista La Francia Insumisa.
La intención del Gobierno francés era reconducir la economía del país hacia aguas más tranquilas. Después de que la previsión de déficit fiscal para 2024 se disparara sorprendentemente desde alrededor del cinco hasta más del seis por ciento, el recién nombrado primer ministro, Michel Barnier, presentó en octubre un plan con el fin de reducirlo al tres por ciento estipulado en el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea para 2029.
Pero el parlamento francés rechazó su propuesta, al votar contra el Gobierno de Barnier, echando por tierra sus esperanzas de evitar una tormenta económica. Por primera vez en más de 60 años, la Asamblea Nacional aprobó una moción de censura, propuesta por la extrema izquierda y con el respaldo crucial de la extrema derecha encabezada por Marine Le Pen.
Los legisladores reaccionaron a la decisión de Barnier de vincular la votación de una parte del presupuesto de 2025 ─un primer paso para encaminar el déficit a cumplir con las reglas fiscales de la Unión Europea─ a un vehículo constitucional especial, que solo permite detener los proyectos de ley mediante una moción de censura.
El primer ministro carecía de mayoría en el Parlamento y encabezaba un Gobierno de coalición que comprendía al partido Renacimiento del presidente Emmanuel Macron y a los republicanos conservadores, después de las elecciones parlamentarias anticipadas de julio.
Esta crisis llega justo cuando la economía francesa parecía estar en buena forma. Se espera que crezca un 1,1 por ciento este año. La tasa de desempleo de Francia se sitúa en el 7,4 por ciento, una cifra respetable en términos históricos. La inflación también se sitúa en torno al 2 por ciento, mientras que hace dos años superaba el 5 por ciento.
Sin embargo, estas cifras, relativamente positivas, no pueden ocultar la debilidad fundamental de la economía francesa, según Denis Ferrand, director del instituto de investigación económica Rexecode, con sede en París. «Las empresas francesas ─y europeas─ han perdido mucha competitividad frente a China desde 2019», explica Ferrand a DW. «En Europa, los costos de producción han subido una media del 25 por ciento, en China solo un 3 por ciento».
Según Ferrand, prevalece un clima de contención: «Cada trimestre, encuestamos a 1.000 responsables de pequeñas y medianas empresas francesas sobre su comportamiento inversor. A finales de octubre, sólo el 36 por ciento de ellos declaraba querer mantener sus inversiones, el 45 por ciento quería aplazarlas y el 18 por ciento no deseaba invertir en absoluto. Aunque esta tendencia ya se había manifestado a principios de año, el adelanto de las elecciones parlamentarias la ha reforzado enormemente».
Philippe Druon, abogado especializado en quiebras del bufete parisino Hogan Lovells, también confirma la cautela entre los inversores. «Actualmente, es muy difícil encontrar compradores para empresas en concurso de acreedores. En estos momentos, tengo 60 en trámite, lo que supone un número enorme», explica a DW. «El número de quiebras se está acercando al de la crisis financiera internacional de 2008», prosigue Druon. Según las estimaciones, se espera que este año se declaren en quiebra unas 65.000 empresas, frente a las 56.000 del año pasado.
«Se trata también de un efecto de recuperación ─las empresas tienen que devolver ahora los préstamos concedidos durante la pandemia de coronavirus─, pero no solo eso», subraya el experto. «También es una crisis estructural, por ejemplo, en el sector del automóvil, con la transición a los autos eléctricos; pero también en el inmobiliario, donde las oficinas tienen menos demanda tras un largo periodo de trabajo desde casa». Además, los elevados tipos de interés en el mercado de capitales han dificultado la financiación de las inversiones, que se han vuelto menos atractivas.
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