OPINIÓN

*Escribe Mariana Gonzalez, especialista en Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA. MBA, ITBA.
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En 2009, aparece una nueva forma, totalmente disruptiva de dinero digital, el bitcoin, la primer criptomoneda, basada en la tecnología blockchain, estructura de datos agrupada en bloques que se van direccionando entre ellos, permitiendo un seguimiento seguro a través de complejos algoritmos criptográficos.
No tiene ningún banco central atrás, ni un país, ni una institución multinacional financiera como aval, opera sin una autoridad central y sin intermediarios, sin posibilidad de modificación ni revisión y cuya confianza se basa en ser distribuida en vez de residir en una entidad certificadora. Ninguna regulación, no opera en el mercado de capitales. Esta moneda se «acuña» en forma colectiva, a través de la red, lo mismo que la gestión de las transacciones, que son totalmente trazables, la criptografía utilizada permite seguridad, integridad, inviolabilidad ─a menos que usemos una computadora cuántica y no hayan llegado a implementar algoritmos poscuánticos─ pero, ese es otro tema.
Luego aparecieron otras como el Ethereum.
Ya van muchos años de funcionamiento, su cotización sigue siendo altamente variable, por lo que es difícil decir si es un buen medio para ahorrar o para especular.
El bitcoin sigue teniendo grandes detractores. Eugene Fama, ganador de un premio Nobel de economía en una reciente entrevista, en el podcast Capitalisn’t señaló que el bitcoin podría perder todo su valor durante la próxima década… ladran Sancho…
Existen también, las stablecoins, criptomonedas diseñadas para mantener un valor estable en relación con el dólar, o con otro activo, pero, este híbrido es otra cosa, más estable, es para que Estados Unidos intente seguir manejando el mercado financiero mundial.
Y, a fines de 2013, se crea la primer memecoin, también llamadas shitcoin (del inglés, moneda de mierda), se relacionan con memes que son imágenes, videos o textos humorísticos difundidos por internet: un chiste, una broma, casi una burla. No tienen propósito específico. Su valor depende de las redes sociales y del apoyo de su comunidad.
El primero que apareció, como versión cómica de la repentina proliferación de los activos digitales y desarrollada por unos ingenieros de software, fue el dogecoin, basada en el meme Doge, un perro shiba inu, una criptomoneda divertida y desenfadada.
Se mantuvo en el tiempo y creció mucho cuando Elon Musk la respaldó entre el 2020 y el 2021, llegando a decir «Dogecoin es la criptomoneda del pueblo», incluso anunció que se podía comprar un Tesla con dogecoins, fue demandado por inversores que lo acusaron de usar Dogecoin para operar un esquema piramidal.
Las memecoins volvieron a la palestra cuando Trump y, luego su esposa, sacaron $TRUMP y $MELANIA, días antes de la asunción de su segundo mandato, con sus caras. Según Melania, fue creada para expresar «apoyo» y «compromiso» con ella y «no está destinada» a ser una oportunidad de inversión.
Fueron creadas en la plataforma Solanas, preferida por los desarrolladores de memecoins por ser barata y fácil de usar.
En esa misma plataforma, fue creada $LIBRA, en Argentina. El escándalo desatado y que alcanza al presidente Javier Milei por haberla difundido tiene perdedores en muchas áreas, entre ellas la plataforma Solanas, que perdió un 25% de su valor, aproximadamente US$ 20.000 millones de pérdida.
Se emitieron millares de tokens (unidades de venta de las memecoins), que generalmente no tienen ningún valor subyacente.
Pero, los que compran, lo saben, no son ni ingenuos ni desconocedores del mercado, se necesitan tener una serie de herramientas y billeteras específicas para poder hacerlo. El ansia especulativa puede más o no les interesa la pérdida.
Según CoinMarketCap, $TRUMP perdió un 80% de su valor, $MELANIA perdió un 70% de su valor y $LIBRA un 90%.
También existen memecoins del papa Francisco, que se dispararon al alza ante las novedades sobre su salud, algunos de estos tokens tienen subidas de cerca de 1.000% en tan solo 24 horas.
Las alzas pueden ser abruptas, pero pueden seguirles caídas también abruptas. Nada más parecido a una montaña rusa, puro vértigo.
*Mariana Gonzalez
Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA
MBA ITBA
Empresaria en Argentina y Uruguay en empresas de tecnología.
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