OPINIÓN

Por Norberto Zingoni*, escritor, abogado, exjuez, corresponsal de LaCity.com.ar en Europa.
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Si algo le faltaba a Mario Firmenich para culminar su carrera hacia la ignominia eso era convertirse en asesor y parte de los barrabravas del fútbol argentino. Convocaba hace unos días a la marcha contra el gobierno organizada por las barras bravas de los clubes de fútbol (cuyos dirigentes, dicho sea de paso, amparan, protegen y se asocian a esa lacra del fútbol argentino), arengando en un mensaje que él también era parte de esas «hinchadas que representan al pueblo».
Quizá esté pensando en un liderazgo de ese sector marginal. Lo otro no pudo ser. Si no fuera por su organización militar (Montoneros) que penaba hasta con la muerte la deserción, nunca habría sido líder, nadie hubiera seguido a Firmenich y sus delirios de la «soberbia armada» como lo definió, o mejor lo estigmatizó, Pablo Giussani en su libro.
Este canalla no solo quebró al gobierno de Perón, sino que se cargó a una generación, la mía. Perón los expulsó del movimiento. Pero ya era tarde. El daño estaba hecho. Y servido en bandeja para una casta militar que había dado en 40 años ¡cinco golpes militares! Y ahora tenían un mejor argumento: organizaciones armadas querían implantar el social-comunismo en la Argentina.
Y así pasó la historia de este pequeñoburgués metido a guerrillero que despreció a Perón que les insistía, casi rogándoles, en no menos de cinco oportunidades que dejaran las armas. «Ahora es tiempo de reconstruir la patria, es necesario que la juventud comprenda que la lucha activa ha terminado» (discurso del 21/9/1973 por cadena nacional). En otro intento (3/9/1973, en su casa de Gaspar Campos) Perón reúne a los jefes de las organizaciones armadas, Firmenich entre ellos, y les vuelve a exigir el fin de la violencia:
─¿Esto quiere decir que ustedes abandonan las armas?─ le pregunta un periodista a la salida de la reunión, al otrora camarada y hoy barrabrava.
─De ninguna manera─ contesta el imberbe ─el poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas─.
En fin, que, si la oposición a Milei es esta, tenemos presidente para rato.
Igual, revivir nuestro pasado generacional, rumiar lo que pasó, volver a ver y oír a este Flautista De Hamelin de cabotaje, como si nada hubiera pasado, hace daño. Queda un regusto a fracaso de lo que pudo ser y no fue. Como dice el tango de Gardel:
¡Mire, si no es pa’ suicidarse
que por ese cachivache sea lo que soy!
Fiera, venganza la del tiempo
Que le hace ver deshecho lo que uno amó
Y este encuentro me ha hecho tanto mal
Que si lo pienso más termino envenena′o
Y esta noche me emborracho bien, me mamo
¡Bien mama′o!, pa’ no pensar
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