OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Oppenheimer puede descansar en paz; su preocupación, totalmente atendible, de que su invento, la bomba atómica, iba a destruir el mundo, hasta ahora y esperemos por siempre, ha evitado guerras de la magnitud de las guerras mundiales del siglo pasado.
De cualquier manera, las batallas comerciales, tecnológicas y de dominio de rutas marítimas y terrestres son lo suficientemente trascendentes para ocupar una gran parte de nuestra atención.
Desde hace unos cuatrocientos años, Europa se consideró a sí misma el centro de gravedad del dominio global; hoy no lo es. Son muchas las razones: ya no es el único continente con una clase media pujante. Europa y EE. UU. prevalecían por eso y por el dominio del mal llamado «conocimiento», haciendo referencia a la ciencia y tecnología.
Hoy, China, Rusia, India, Corea del Sur, Japón, Vietnam y muchos países de Sudamérica y África han alcanzado altos niveles de vida y educación, además de desarrollo económico, sin perder sus identidades y cultura.
Ese proceso se desarrolla sobre la base de distintos regímenes políticos. China ha demostrado cómo, mediante un sistema vertical con una organización casi perfecta, ha logrado incorporar a seiscientos millones de ciudadanos a la clase media, proporcionando educación y acceso a una vida moderna, sin dejar de respetar su antigua cultura.
Siempre insisto: para hacer lo que ese gran país hizo, se necesitan chinos. No es copiable.
India tiene un sistema «democrático» sin haber abandonado su cultura, que, con una gran falta de respeto, los occidentales categorizamos como castas a su organización social, basada en la firme convicción en la trascendencia en sus vidas próximas.
También India ha incorporado a cientos de millones de indios a una vida digna y al desarrollo tecnológico, compitiendo en ciencia con los países más desarrollados.
En este marco, se ha generado una verdadera crisis en los países rectores de los últimos cuatro siglos. Su supremacía se puso en duda. El supuesto régimen político superior, que era exportable y casi condición para obtener educación y acceso a la vivienda, salud y vida digna, se convirtió en un verdadero lastre para sus estados.
Estados conformados en base a la democracia representativa no supieron garantizar ni la democracia ni la representación. Generaron verdaderas burocracias ineficientes, corruptas y aisladas de aquellos que querían representar.
Para lograr mantener su supremacía, desarrollaron ideologías desde el estado que garantizaban la división de sus comunidades. Las ideologías son un sistema de creencias que se comparten socialmente; no se crean desde el estado, surgen de la interacción de los distintos sectores sociales.
En occidente, se utilizó el estado para generar movimientos que dividieron a las sociedades para el tratamiento de cambios culturales que debieron ser desarrollados por las comunidades con sus tiempos y sus contradicciones.
El cambio climático, basado en la creencia de que la raza humana tiene la capacidad de cambiar el clima, es una exageración. Sin ninguna duda, los hombres con su desparpajo han colaborado a generar consecuencias inconvenientes a nuestro hábitat, pero de ahí a ser los responsables de los ciclos de transformación de la Tierra, suena un poco soberbio.
La diversidad de la raza nos acompaña desde el comienzo de la vida humana; en su transcurso se fue acomodando a los avatares de ella.
La fuerza física fue la base de la diferenciación entre el hombre y la mujer, a partir de que dividieron los roles entre la gestación y el cuidado del nuevo ser con la provisión de los alimentos y los materiales para su desarrollo en comunidad. Ver la vida de los esquimales puede ser una base de conocimiento.
Luego fue la guerra la que afirmó esa división de roles.
Pero la modernidad ha asegurado que las responsabilidades y las capacidades hoy son equivalentes. Hoy la mujer puede ser vital en la guerra a la par del hombre, también en la provisión de cualquier elemento que se necesite para la vida cotidiana. El desarrollo tecnológico lo aseguró.
Ahora, convertir esas ocupaciones más que preocupaciones en ideologías no fue precisamente lo que favoreció a la sociedad; solo benefició a las burocracias que obtuvieron dos «logros»: grandes gastos estatales para su defensa y desarrollo, y distraer a las comunidades en temas de su propia competencia en la lucha por una representación genuina.
Esas y otras distracciones aseguraron dos efectos contraproducentes en el nuevo mundo súper comunicado y competitivo: la debilidad de estados burocráticos y la confrontación de las comunidades por temas de suma importancia, pero de competencia de la sociedad misma y no de los estados.
La religión que ha jugado un rol fundamental en la armonía de las comunidades, en gran parte de occidente ha perdido la base de su fortaleza, la creencia. Muchas son las razones en las que no vamos a introducirnos en este momento.
Ante esas falencias hay civilizaciones que se fortalecieron, la musulmana por su fortaleza espiritual, muchas veces sostenidas por estados confesionales, la hindú basada en la creencia de la atemporalidad de la vida logra una relación con el tiempo diferente a la de la cultura occidental, la budista que logra una temporalidad con la realidad armónica con la vida misma, las cristianas ortodoxas griegas y rusas y la judía que se fortalece ante el ataque del antisemitismo. Todo sintetizado en breves conceptos.
Occidente se debilita institucionalmente, económicamente, espiritualmente ante un mundo que tomó de la globalización lo que necesitó, pero no aquello que lo debilitara,
No debemos ser reduccionistas ante esta situación, pensando que solo el comercio internacional está en juego. Debemos fortalecer el ariete que construimos y que es esencial para nosotros la libertad individual.
Para eso debemos fortalecer la representación y no debilitarla a través de grupos de intereses. Usar las herramientas que disponemos para avanzar en más democracia y no limitarla a través de normas. Nunca estuvimos tan cerca de lograr la democracia directa.
Podemos en minutos conocer lo que piensa cada ciudadano sin necesidad de recurrir a instituciones que se justificaban en la imposibilidad de comunicarnos. Las representaciones indirectas están en la picota.
Mucho para debatir en nuestra civilización que es sin duda la que mejor interpreta la libertad pero que fue debilitada por los aprovechados de la burocracia y los intereses de círculo.
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