INTERNACIONAL

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Viktoria Roshchyna fue arrestada en la zona ocupada por Rusia de la región de Zaporiyia en agosto de 2023 y falleció en cautiverio ruso en 2024. Una investigación realizada por varios medios de comunicación, como The Guardian, revela que la periodista murió a los 27 años, tras ser torturada en prisiones controladas por Rusia.
Las autoridades ucranianas creen que Roshchyna fue estrangulada. El cuerpo presentaba múltiples signos de tortura y malos tratos, abrasiones y hematomas en varias partes del cuerpo, una costilla rota, una herida en el cuello y «posibles huellas de descargas eléctricas en los pies», dijo el representante de la Fiscalía General de Ucrania, Yuriy Belousov. Le faltaban los globos oculares, el cerebro y parte de la laringe.
Roshchyna viajó de Kiev a Rusia en julio de 2023, pasando por Polonia y los países bálticos. Desde allí, viajó a los territorios ocupados por Rusia en Ucrania. Según las investigaciones periodísticas, fue detenida a finales de agosto de 2023.
Valoración de la Comisión Europea
«Rusia no pierde ninguna oportunidad de mostrar su despreciable brutalidad hacia los ucranianos al matar y torturar, como fue el caso de Viktoria Roshchyna», comentó al respecto Anitta Hipper, portavoz de la Comisión Europea, durante la rueda de prensa diaria de la institución comunitaria.
Hipper dijo Roshchyna era «una periodista ucraniana valiente que fue brutalmente no solo asesinada, sino también torturada previamente». «Esto muestra claramente que la vida bajo ocupación rusa no es una opción, no es una opción segura para los ucranianos», subrayó.
Agregó que para los periodistas el valor de Roshchyna será «siempre recordado» y que la Unión Europea hará «todo lo que esté en su poder» para asegurar que Rusia rinde cuentas «por todos estos crímenes de guerra y atrocidades cometidas».
Konstantin Goncharov trabajó hasta 2022 como periodista en DW. Tras el inicio de la agresión rusa, como muchos otros ucranianos, dejó su trabajo y se presentó como voluntario en el Ejército de Ucrania. Hasta que fue enrolado efectivamente, siguió ejerciendo como reportero en la zona de guerra, pero desde su reclutamiento ya no trabaja para DW. Este es su reporte subjetivo y personal tras un año de guerra en su país.
Cuando comenzó la invasión rusa, me encontraba con mi familia en Alemania, a donde había viajado hacía poco. El 24 de febrero de 2022, a las 4 de la mañana, hora de Kiev, comenzó la guerra de Rusia contra Ucrania, y comenzaba también mi turno en la redacción de noticias.
Desde el momento en que Vladímir Putin dio a conocer su «operación militar especial», escribí en línea sobre los primeros misiles que cayeron sobre mi ciudad de origen, Kiev, y sobre las interminables columnas de tanques rusos que cruzaban la frontera ucraniana.
Los agresores rusos bombardearon el jardín infantil y la escuela a la que habían ido mis hijos. Cayeron misiles cerca de la casa donde viven mis padres y donde yo mismo pasé gran parte de mi vida. Aunque nunca había tenido nada que ver con el Ejército y hablo ruso, no me quedó más opción que regresar a Ucrania y defender mi patria. Nunca me habría perdonado si me hubiera quedado en el exterior.
Camino a casa
Mi viaje de Alemania a Kiev duró 36 horas. En la frontera polaco-ucraniana, miles de personas y cientos de autos hacían fila para salir de Ucrania. Para cruzar la frontera en dirección a Ucrania necesité solo un par de minutos.
Me preocupaba mucho que no pudiera llegar a tiempo a Kiev, porque las tropas rusas ya se aproximaban a la ciudad y, a todas luces, tenían la intención de conquistarla o al menos sitiarla. Los conductores de autos se negaban a viajar hacia allá, o cobraban sumas astronómicas.
Compré pasajes a Kiev para tres trenes distintos, pero todos se cancelaron. Solo pude llegar a mi ciudad con un tren que evacuaba refugiados y regresaba casi vacío a buscar más gente. Mi pasaporte, en el que figura mi dirección de Kiev, se convirtió en mi pasaje. Llegué a una ciudad con las calles casi desiertas. Nunca la había visto así. Tampoco había visto nunca filas tan largas ante las comisarías militares donde en los primeros días se presentaban cientos de personas para enrolarse.
Periodismo de guerra
Solo tres meses después de comenzada la invasión, pude entrar en el Ejército. Hasta entonces seguí trabajando como periodista. Fui uno de los primeros reporteros que visitaron Bucha, Borodianka y otras localidades de la región de Kiev que habían sido liberadas de la ocupación rusa. Hablé con lugareños que habían vivido ese infierno y habían visto con sus propios ojos lo que el así llamado «mundo ruso» había hecho con esas ciudades ucranianas otrora apacibles y florecientes.
Con ese «mundo ruso» me topé directamente, en mi nuevo papel de soldado, en verano y otoño, en la zona de Jersón. Tras duros combates que libró nuestra unidad, me conté entre los primeros soldados ucranianos que vieron los ciudadanos de Ucrania tras la ocupación rusa a unos 20 kilómetros de Jersón. Recuerdo muy bien cómo los abuelos y abuelas bailaban cuando la bandera ucraniana volvió a izarse en edificios administrativos, y las lágrimas de alegría de los habitantes de localidades liberadas.
Posteriormente nuestra unidad fue enviada a Bajmut y luego a Soledar. Recuerdo muy bien cómo estas ciudades fueron destruidas por la artillería y los tanques rusos. Fui herido cerca de Soledar y llevado al hospital.
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