Cruzar el desierto, escribe Hugo Flombaum

OPINIÓN

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Foto: Deep AI, Inc.

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 2 minutos

Para todos los que hemos transitado nuestra vida comprometidos con el desarrollo integral de nuestra patria se hace muy difícil escribir en estos momentos tan complejos e inesperados.

Uno siempre esperaba que ese desarrollo llegara como resultado de un proceso social, colectivo, consensuado y participativo.

Hoy nos encontramos enfrentados a un desafío entre la imposibilidad de retroceder y el enorme sufrimiento de avanzar enfrentando un desierto con alguna esperanza de que nos espere una argentina diferente.

En las últimas décadas del siglo pasado, enfrentamos grandes problemas económicos, desarreglos monetarios constantes e inflación. Sin embargo, teníamos un tejido social sólido e integrado y una educación y salud pública envidiables.

A los problemas que acotamos se le sumó un cáncer cuyas metástasis destruyeron esa coraza que nos permitía seguir adelante a pasar de nuestras falencias. La corrupción, que terminó destruyendo el tejido social, la educación y la salud pública.

No era nueva pero no era generalizada, ya Dicépolo en Cambalache la iba anunciando.

Nuestro sistema político era imperfecto e invadido por grietas inútiles, pero, era confiable. Los representantes, diputados y senadores, los primeros del pueblo y los segundos de las provincias, aun con defectos cumplían su rol asegurado por cierto control social.

Ese control se expresaba en los vecindarios aun integrados y por periodistas independientes que trabajaban en medios sostenidos por la publicidad comercial.

Hacia fines del siglo XX ese control se fue haciendo difuso, las vecindades de las grandes urbes se fueron diluyendo y los medios de comunicación se fueron mezclando con intereses particulares generando periodistas, no todos, que para lograr su propio bienestar debieron corromperse.

Así llegamos a el nuevo siglo con un país sin una matriz económica que nos permitiera ser parte del nuevo mundo hiper comunicado. Con una elite política y estatal sumida en la corrupción y partidos políticos que fueron perdiendo anclaje con la sociedad y se convirtieron en una corte del poder estatal.

Cuando un país carece de una matriz económica productiva, las generalizaciones pierden sentido. Nos hemos pasado hablando de Industria y Campo como opuestos, de PYMES, generalizado ese concepto como si todas fueran beneficiosas por su tamaño.

De esa manera se construyó un estado que protegía lo que no tenía destino. Esquilmaba a los más eficientes y competitivos para garantizar la vigencia de aquellas actividades que no podían, con nuestro pequeño mercado, ser parte del futuro. El objetivo era salvar el empleo de empresas sin futuro.

Atrás de esas protecciones se escondía la corrupción y la prebenda, a través del contrabando, la sub o sobre facturación y la necesaria inflación provocada por las permanentes devaluaciones de nuestras monedas.

La consecuencia de este proceso es el actual gobierno.

Como ellos mismos se auto definen son las fuerzas del cielo, no surgieron de la comunidad, ni de un proyecto colectivo encarnado en la sociedad. Simplemente cayeron en nuestra actualidad por el fracaso de todo lo demás.

Poner en orden a un país, invadido por la anomia, sin educación, con una carencia de matriz económica y sin una política exterior consensuada y permanente es difícil.

Con industrias y comercios ineficientes que castigan a los consumidores. Con servicios públicos en completo abandono e infraestructura obsoleta. Habiendo abandonado su red ferroviaria y con una aduana corrompida.

No hay nada para rescatar de lo que dejamos atrás. No podemos retroceder.

Muchos de los actores ponen cartelitos a los culpables, fuero estos u aquellos, fuimos todos. Ningún partido, sindicato, asociación, se salva de la responsabilidad del desastre. Nuestra decadencia es un récord imbatible, aun con guerras que la antecedan.

Nos encontramos en manos de las fuerzas del cielo y con la esperanza de que el cruce del desierto al cual nos enfrentamos nos permita construir un nuevo tejido social, solidario, respetuoso de las normas y que sea capaz de construir un plan asumido por una mayoría sólida que nos permita derrotar a los poderes particulares para desarrollar los colectivos.

Muchas de las industrias, comercios e instituciones creadas en el proceso de la decadencia caerán ante la necesidad de cierto orden productivo que tenga como objetivo el bienestar de los consumidores. Muchos trabajadores con sus empleadores deberán reubicarse.

Si una industria o comercio se convierte, por su actividad, en un lastre para la economía del pueblo deberá desaparecer.

Ese será el costo de nuestros propios desarreglos.

Será imposible transitar el cruce sin dejar atrás a muchos de los actores económicos e institucionales que fueron parte necesaria del fracaso.

Ese trance podremos llevarlo a cabo sólo de dos maneras, con la participación y la solidaridad de la mayoría del pueblo o será con la conducción de una secta de elegidos sin opción a derrotarla sin caer en el pasado, que debemos ignorar.

Construir un futuro virtuoso supone la construcción de una institucionalidad democrática y verdaderamente representativa.

No será sólo con alguien que lo lidere, ni siquiera, creo, sea condición necesaria. La organización supone que se reconozca una meta y como llegar a ella.

Debemos asumir la responsabilidad de habitar un territorio productivo, con las mejores tierras para generar alimentos, con minerales con riqueza de petróleo y gas, con el mayor reservorio de agua dulce y una lista interminable de bienes, eso es algo que supone la obligación de entregarle a la humanidad su producido.

Sino lo hacemos nosotros lo harán otros, aquellos que supongan que estamos blindados como controladores del territorio es porque no leyeron ni el primer tomo de historia universal.

Hace muy poco nos visitó un funcionario extranjero y nos dijo, «Argentina tiene todo lo que el mundo necesita» Algunos pueden tomarlo como elogio, para mí fue una amenaza.

Todo por hacer, todo por construir, ARGENTINOS A LAS COSAS.

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