OPINIÓN

Por Norberto Zingoni*, escritor, abogado, exjuez, corresponsal de LaCity.com.ar en Europa.
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No es fácil estar solo. Menos aún saber estar solos. Dicen. Dicen también que uno se hace ducho para esquivarle a la nostalgia o a la tristeza y se arrima más a la sabiduría. Como sea, uno debe saber cuándo está solo y acomodar el cuerpo. Esta cruel ratificación de que uno está irremediablemente solo le ocurrió al presidente Milei luego de que los senadores que responden a los señores feudales de Argentina (también llamados gobernadores) le votaran en contra, no una, sino varias leyes que reparten graciosamente dinero, lo cual (y lo sabían) rompe el todo el programa económico, que el gobierno declaró como innegociable. Con los señores feudales la relación había sido hasta ahora de tira y afloje. La sesión de la semana pasada rompió ese equilibrio inestable. Y ya no queda nadie en quien confiar. Ni en su vicepresidente («Cuando manyés que a tu lado se prueban las pilchas que vas a dejar») que le jugó en contra.
Derrotar la inflación, contener el gasto público y garantizar la seguridad ciudadana. Esos eran los objetivos de gestión. Que se están cumpliendo. Pero hay otra batalla: la lucha contra la casta política o partidocracia, contra el establishment o grupos de poder. Ese fue quizá el más grande acierto. Supo ver lo que se venía: Bolsonaro en Brasil, Trump, Georgia Meloni, en Italia, Orbán en Hungría. Abascal (VOX), su amigo, en España, el Brexit. En todo el mundo estallaba el rechazo al poder establecido. Y a una cultura woke que emanaba de esos centros de poder. Por ejemplo, el foro de Davos. La realidad estaba allí. Para quien quisiera verla. Y, el presidente Milei, la vio: una nueva era política.
Los detentadores del poder en Argentina demoraron un tiempo en darse cuenta de que el presidente outsider iba por ellos. Grandes medios periodísticos, más que grandes inflados por la pauta oficial, empresarios chupando de la teta del Estado; todo el zurderío del foro de San Pablo, los restos del postrado peronismo, y ni hablar del kirchnerismo con síndrome grave de abstinencia del poder y la guita. En fin, estimado presidente Milei, como dijo Ringo Bonavena: todos aconsejan, pero cuando subo al ring estoy solo, hasta el banquito me sacan. Estás como Ringo. En el ring y con el orco enfrente.
Pero atención: hay un marginado que hace mucho tiempo que no se sienta a la mesa pese a que paga religiosamente la comida. Muchas veces le hicieron pagar (todos estos que te nombré antes) la fiesta y ni un pancito le dieron. Otras veces le pidieron plata: «quédate tranquilo, te la devolvemos, hay una ley que protege los ahorros», ¡ja!. Otras, cuando fue a denunciar que le habían robado el celular a su hijo y le habían pegado un palazo, le dijeron que estaba exagerando, que la inseguridad era una «sensación».
Presidente, para hacerla corta: algo que olfateo que vos ya sabías cuándo inventaste lo de casta: estás solo. Aunque no tanto. Te queda llamar al invitado-vejado y a todos los que vieron la fiesta de afuera todos estos años y pedirles que suban al ring, que voten bien y que voten contra todos estos hijos de puta de la casta. Y ya no estarás más solo.
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