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El presidente Richard Nixon viajó a Londres en 1970 para una visita oficial de Estado a Gran Bretaña. Los asesores habían preparado los papers donde advertían que el gobierno de su Majestad tenía la intención de hacer un pedido enorme de recursos para reparar maquinaria militar que había quedado destruida después de la guerra, particularmente el único portaaviones que poseía el Reino.
Especialistas en protocolo, los ingleses le dieron a Nixon un trato más elevado que el máximo permitido, alfombra roja desde que pisó suelo británico hasta al carruaje real que lo transportó a la reunión con la reina. Fascinado, Nixon otorgó más recursos que lo solicitado. En esta ocasión Donald Trump está muy lejos de sorprenderse. Con un multimillonario como el no corre el convencimiento por protocolo.
El presidente estadounidense, Donald Trump, fue recibido este miércoles (17.09.2025) en el castillo de Windsor por la monarquía británica con toda solemnidad, en el primer día de su visita oficial a Reino Unido, lejos de Londres y de manifestaciones en su contra.
Trump y su esposa Melania, que llegaron el martes por la noche a Londres, fueron recibidos al bajar del helicóptero, que les transportó desde la capital, por los príncipes de Gales, Guillermo y Catalina, y los reyes Carlos III y Camila en el inicio de esta segunda visita de Estado del presidente estadounidense, tras la de 2019, en su primer mandato.
El dirigente estadounidense pasó revista a una guardia de honor en el patio del castillo, en una ceremonia militar sin precedentes, en la que participaron unos 1.300 miembros del Ejército británico. Después, Trump y Melania depositaron una corona de flores en la tumba de Isabel II, en la Capilla de San Jorge del castillo de Windsor.
Intercambio de regalos
Carlos y Camila ofrecieron al presidente estadounidense la bandera británica que ondeaba sobre el Palacio de Buckingham el día de su investidura, el 20 de enero. También obsequiaron a la primera dama estadounidense con un cuenco de plata y esmalte, típico de Irlanda del Norte, y un bolso Anya Hindmarch personalizado. Todo ello, junto a un marco de fotos de plata grabado con el monograma de la monarquía.
Por su parte, Donald y Melania Trump regalaron a los monarcas una réplica de una espada del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, recordando «la asociación histórica decisiva para ganar la Segunda Guerra Mundial», según un comunicado de Buckingham. También regalaron a la reina Camila un broche de flor de Tiffany, elaborado con oro de 18 quilates, diamantes y rubíes.
Protestas en Londres
Miles de personas se manifestaron el miércoles en el centro de Londres contra Trump, aunque hubo previametne otras protestas. La concentración, organizada a instancias del grupo «Stop Trump», estuvo vigilada por más de 1.600 miembros de las fuerzas de seguridad, indicó la policía de Londres. Algunas de las pancartas de los congregados rezaban lemas como «Los migrantes son bienvenidos, Trump no es bienvenido», «No al racismo, no a Trump» o «Bombardear niños en Gaza y festejar en Reino Unido».
Tampoco en la jornada final de su visita (que fue anunciada en julio), el próximo jueves, Trump se acercará a Londres. En su lugar irá a Chequers, a unos 70 km de la capital, para reunirse con Starmer en la residencia oficial campestre del primer ministro.
Si hay una palabra que viene a la mente cuando se oye «visita de Estado», probablemente sea «protocolo». Especialmente cuando se trata de la Casa de Windsor, cuyo castillo homónimo es el lugar donde el rey Carlos III recibe al presidente estadounidense Donald Trump durante su segunda visita de Estado al Reino Unido. Debido a las obras de renovación, los salones dorados del Palacio de Buckingham están prohibidos esta vez.
Normalmente, a los presidentes estadounidenses que cumplen un segundo mandato no se les ofrece una visita de Estado. En su lugar, se les invita a tomar el té o a almorzar con el monarca.
Trump se ha convertido en el primer presidente estadounidense al que se le ofrece una segunda visita de Estado, y el primer ministro británico, Keir Starmer, ha calificado el evento como «verdaderamente histórico» y «sin precedentes».
En total, ha habido menos visitas de Estado formales de presidentes estadounidenses de lo que se podría pensar: durante el reinado de la reina Isabel II, desde 1952 hasta 2022, solo se celebraron tres eventos de este tipo, con George W. Bush, Barack Obama y Trump.
Procesión de carruajes incluida
Trump, que a principios de este año molestó a algunos estadounidenses al tuitear «Larga vida al rey» en referencia a sí mismo, fue recibido en Windsor por el príncipe Guillermo y la princesa Catalina este miércoles (17.09.2025) e invitado a una procesión real de carruajes. Esto se había evitado en su anterior visita de Estado, ya que la logística de seguridad se consideró demasiado compleja para el evento celebrado en Londres.
El itinerario de esta visita incluye un desfile militar, la ofrenda de una corona de flores en la tumba de la reina Isabel en la capilla de San Jorge, un desfile aéreo de los Red Arrows y aviones F-35, una cena formal y numerosas ceremonias.
Se trata de un programa impregnado de tradición, pero detrás de la plata pulida y las espadas ceremoniales se esconde un campo minado de protocolo real, un laberinto de etiqueta en el que incluso los estadistas más experimentados han tropezado.
Presidentes, cónyuges e incumplimientos del protocolo
Durante su visita en 2019, Trump se adelantó a la reina Isabel, dejando a la diminuta monarca momentáneamente oculta tras su imponente figura, un error que acaparó innumerables titulares.
Sin embargo, para ser justos, Trump no es el primer líder estadounidense que incumple las normas de la realeza. Su predecesor, Joe Biden, con sus características gafas de sol Ray-Ban de aviador, provocó las críticas de los expertos en etiqueta cuando saludó a la reina en 2021.
«Si te encuentras cara a cara con la reina, no se llevan gafas de sol ni nada por el estilo, porque el contacto visual es muy importante en cualquier presentación», explicó Grant Harrold, que fue mayordomo real del entonces príncipe Carlos, a Newsweek.
La ex primera dama Michelle Obama rodeó amistosamente con el brazo los hombros de la reina en 2009, un gesto que enterneció a muchos, pero que también causó sorpresa.
Más tarde, la ex primera dama estadounidense explicó en sus memorias, «Becoming», que ese momento surgió a raíz del dolor de pies y la humanidad compartida.
«Olvida que ella a veces llevaba una corona de diamantes y que yo había volado a Londres en el avión presidencial: solo éramos dos mujeres cansadas y agobiadas por nuestros zapatos. Entonces hice lo que me sale instintivamente cada vez que siento conexión con una persona nueva, que es expresar mis sentimientos de forma externa. Le puse una mano afectuosamente sobre el hombro», escribió.
Y añadió que, si su acción se consideraba «inapropiada» desde el punto de vista del protocolo, «al menos había hecho lo humano».
Potencial para momentos dignos de memes
El rey Carlos ha tomado el relevo de su madre para continuar con esta delicada tarea de recibir a los líderes mundiales. Su estilo es más coloquial, menos impenetrable, pero lo que está en juego sigue siendo muy importante.
Como en cualquier reunión de alto nivel, cada apretón de manos, cada paso, cada mirada o incluso cada elección de moda será analizado, diseccionado o convertido en meme.
Las visitas de Estado sirven para fortalecer los lazos y reafirmar las alianzas. Para ser claros, las visitas de Estado son concedidas por la monarquía británica siguiendo el consejo del Gobierno.
Así, dada la situación geopolítica mundial y la capacidad de Trump para avivar o apagar las llamas, los medios británicos se han referido a esta visita como una «ofensiva de encanto real».
«No se trata solo de carruajes y tiaras. Se trata de la agenda mundial», declaró Lord Simon McDonald, exsubsecretario permanente del ministerio de Asuntos Exteriores y jefe del Servicio Diplomático, a Sky News, refiriéndose a la visita de Trump en 2019.
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