Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político.
*Colaboración especial para lacity.com.ar
PRIMERA NOTA
Desde su descubrimiento América fue el sueño de una iniciación. No tenía pasado, no registraba guerras, ni odios ni rencores. En América o mejor dicho con ella, nacía el hombre nuevo, que crearía su propia tradición, que forjaría un futuro despejado de toda atadura y que para lograrlo pronto declararía su independencia de las metrópolis.
Pero como tierra de promisión que era, muy pronto se convertiría en el deseo de los imperios.
Después del siglo XV España, que acreditaba, el título del descubrimiento en 1492, e Inglaterra desde donde, sin título legítimo alguno, en 1583, Isabel había autorizado al pirata Sir Walter Raleigh, a establecerse al norte de La Florida, y el Rey Jaime I, con posterioridad en 1607 mediante cédula real funda otra colonia en Virginia llamada Jamestown, recién en 1620, 102 colonos arribaron en el Mayflowers a las costas de lo que hoy será Massachussets, y comenzaron a rivalizar en la colonización y conquista, como así también, aunque por diversos motivos y en mucho menor medida igualmente lo hicieran Portugal, Francia y Holanda.
En el hemisferio norte los colonos ingleses comenzaron la construcción de una nación basados en los principios religiosos de la reforma, en la moral y la ética protestante y desde allí hasta lo que hoy conocemos por Tierra del fuego, España bajo el signo de la cruz, del catolicismo, creo un nuevo reino, el Reino de Indias, que se regía por las leyes de la península, pero también por leyes propias, las leyes de indias, que solo se aplicaban en América.
Era otro reino, superior en territorio y con quince millones de habitantes estimados a la época de las luchas independentistas, aunque compartían el mismo Rey, es decir eran institucionalmente distintas a las del norte, las inglesas, que solo eran colonias. Así lo había dispuesto Carlos I de España que también era Carlos V de Alemania por Cédulas Reales de 1519, 1520, 1523 y 1547.
Recién en 1776 España pudo devolver el golpe contribuyendo grandemente a la independencia de los Estados Unidos.
Aunque Francia es mencionada siempre como una gran aliada en aquellos hechos, fue España quien tuviera mucha mayor participación, solo que esta fue silenciada oportunamente por razones políticas de momento.
Francia envió alrededor de 5.000 hombres al ejercito de Jorge Washington, España en cambio cerca de 11.000 en convoy a cargo del Almirante José Solano como así también una gran cantidad de armas, municiones, medicinas y paños. Prestó ayuda financiera y ofreció sus barcos como refugios.
Por escrito así lo prueba en 1776, el Conde de Aranda embajador del Reino de España en París.
Mucho podría hablarse sobre esto, pero ello es motivo de otro estudio, sin embargo, baste recordar que Carlos III comisionó al comerciante Bilbaíno Diego María de Gardoqui para el envío de suministros y dinero a los independentistas.