Chucky y el Tren Fantasma

OPINIÓN

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Alberto Fernández (izq.) con CFK durante el kirchnerismo / Captura YouTube

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de lacity.com.ar

 

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El Kirchnerismo sorprendió a un inerme oficialismo que todavía se debate en caprichosas candidaturas, al parecer perdedoras, según los opinólogos encuestadores nacionales que jamás aciertan un resultado electoral, con tres hechos políticos de liviana envergadura, pero de peso singular ante un rival que parece nocaut.

Primero la presentación de un lamentable libelo, en la Feria del Libro, en el que hasta, según me informan quienes, con máscaras de oxígeno, en algunos casos y a cara descubierta, los más audaces, pudieron leerlo, se confiesa con total impunidad algún que otro delito, como la financiación de cierta campaña política con fondos públicos.

Luego, en segundo lugar, vino el Tren Fantasma, que fue aquella foto, a los pocos días, en el PJ, en la que seguramente sus integrantes deben haber eludido para poder entrar, con alguna milagrosa gambeta, al celular de la Federal, porque el 90% de sus rostros sonrientes se encuentra, procesado, imputado, denunciado de graves delitos contra el Estado. No hubo allí, evitando la instantánea, con toda seguridad, ningún gobernador de provincia electoralmente importante.

Entonces se demostró, el escaso poder de convocatoria de la expresidente (con «e») que solo puede juntar tras suyo apenas al kirchnerismo duro.

Es ese techo que no puede perforar y que está alrededor apenas del 25% del padrón electoral.

Y por último, en tercer término, como respuesta a ello, la designación de Chucky, al frente de la locomotora del tren fantasma, pensando con ello seguramente negociar con algún poder mediático enamorado del muñeco maldito, con dos objetivos: a) sorprender a algún incauto independiente (lo que demuestra su desprecio por el electorado argentino que es más inteligente que el nivel que le acuerda la señora), y b) apoyo mediático para conseguir la impunidad.

En este último caso, la Corte Suprema le sirvió de comparsa la semana pasada cuando hizo un «abracadabra» para postergar el juicio penal de los tantos que pesan sobre su cabeza y la de sus inmediatos seguidores.

Lamentablemente para los que deberán visitar el banquillo de los acusados, con el escarnio que ello representa, claro, por supuesto, para los que conservan la vergüenza, virtud de la conciencia poco conocida a ciertos niveles, la reacción social que provocó esa afrenta a la razonabilidad, la honestidad y la decencia, la manifestación popular, inmediata y autoconvocada salió a la calle para denunciar la impresentabilidad del más cobarde los poderes que terminó como corresponde dando marcha atrás.

Como no existen antecedentes históricos universales, será la primera vez que un vice elija a un presidente, lo que habla de la «anormalidad» de los actores, pues es general que sea a la inversa en todo el mundo.

Pero son tal para cual. Chucky de desagradable imagen, es repudiado por casi toda la dirigencia, pero es obvio que al tren fantasma solo puede conducirlo su creadora o un tétrico muñeco.

Este es un candidato singular porque se caracteriza por no tener ningún voto, lo cual quiere decir que tampoco tiene seguidores y mucho menos amigos, es célebre justamente por el rechazo que provoca.

Mientras del otro lado, al frente, el teléfono está ocupado, «Nocontest», y el peronismo federal, y su múltiple alianza con radicales, socialistas y otros «progres», mientras tanto, se está desperezando.

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