INTERNACIONAL

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Culpar simplemente a la política de refugiados de los Estados Unidos sería demasiado fácil. Miles de personas huyen de América Central de la pobreza, la violencia y la violencia de las pandillas con la esperanza de encontrar protección y una vida mejor en Estados Unidos.
Son los gobiernos plagados de corrupción los que tienen dos vidas pesando sobre su conciencia y muchos más que han muerto de camino a Estados Unidos. El Salvador, está considerado como uno de los países más peligrosos del mundo: la corrupción y la violencia forman parte de la vida cotidiana. Según las estimaciones del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, el 40 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza. El Estado allí, y en varios países vecinos, hace mucho tiempo que perdieron el monopolio del poder.
Cualquier persona en El Salvador también puede contar historias sobre las llamadas Maras, las temidas pandillas juveniles como «Calle 18» o «Mara Salvatrucha» que controlan barrios enteros, extorsionan, obligan a familias a huir o incluso asesinan si la gente no cumple con sus exigencias.
Solo cuando estas pandillas sean neutralizadas, la gente puede volver a la calle sin miedo y tener perspectivas en su propio país, se reduciría la cantidad de refugiados y las escenas, como las de Río Bravo, o Río Grande, no se repetirían. Hasta entonces, ni ningún muro o cerca podrán proteger a EE. UU. de la búsqueda desesperada de seguridad y una vida mejor.
Sobre todo, la gente en América Central continuará soñando con la tierra de oportunidades ilimitadas, de la cual informan amigos y familiares que lo han conseguido. Pero para la mayoría de las personas, se trata de falsas esperanzas por las que apuestan y están dispuestos a arriesgar sus vidas.
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