La monarquía tutelar, la opinión de Antonio Calabrese

OPINIÓN

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Decisión salomónica / Foto: Vassil

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.

 

 

 

LA MONARQUÍA TUTORIAL

Un invento argentino y kirchnerista

 

Lectura: 4 minutos

Como sabemos, la monarquía es una forma de gobierno que se caracterizó, a diferencia de la republicana que divide el poder en tres, en la concentración de todos ellos, sobre todo en su vertiente absolutista, la más antigua de todas.

El fallo de la Suprema Corte, en el caso de la separación de los jueces que juzgan a Cristina y sus cómplices, dictado el martes, es una demostración de la claudicación del último de los poderes, el Judicial, del que no se esperaba que lo hiciera, pues se lo pensaba como una reserva republicana.

Los analistas que vuelan bajo, con cara de sabiondos, anuncian que fue un fallo salomónico, como aquel que dictó el Rey en el caso de las dos mujeres que se disputaban al hijo único diciendo que era el propio de cada una de ellas, ante lo cual el monarca decidió partirlo en dos para darle la mitad a cada una, a lo que la verdadera madre se opuso, para evitar que el niño perdiera la vida y entonces se lo adjudicó a ella, quien fue la que demostró su amor, al salvársela.

Aquí, muy lejos de eso, al ordenar que se mantengan en sus puestos hasta que se concursen los cargos, lo que hizo la Corte, fue buscar un pretexto para hacer lo que Cristina pretende, disfrazando la sumisión, al revocar indirectamente sus dos acordadas de hace un par de años, dictadas con la misma integración, que declaraban la legitimidad de los traslados de los magistrados.

Los jueces de referencia no podrán jamás aprobar un concurso, porque quien debe llamarlo y seleccionar a los participantes es el Consejo de la Magistratura, que fue quien los abandonó, y si pasaran ese filtro deberán tener aprobados sus pliegos por el Senado, que fue quien dispuso su relevo, y si aun pudieran superar este segundo filtro, tendrán que pasar un tercero porque deberán ser designados por el Poder Ejecutivo quien firmó la denuncia requiriendo su desplazamiento.

Y no es verdad que el llamado y tramite del concurso pueda durar lo suficiente para que ellos puedan juzgar a la monarca por las fechorías que la acusan, pues el Consejo de la Magistratura tiene amplia mayoría que responde a la Reina, y por ende si «pisa el acelerador» puede lograrlo en tiempo récord, apenas algunos meses, como lo demostró con la «reforma judicial» y todo lo que se refiera a su impunidad.

En consecuencia queda demostrado que los tres poderes son dominados desde la campanilla de la cámara alta, con la que siempre se ironizo, haciendo referencia a la falta de poderes de un vicepresidente, que solo era dueño de ese antiguo timbre para llamar la atención.

Cristina domina a los más de cuarenta senadores que constituyen el bloque mayoritario, quienes le responden a solo un gesto imperial, y mediante su hijo, es decir su heredero y delfín a la mayoría de la cámara baja, con lo cual el Poder legislativo está a sus pies, igual que el Poder Ejecutivo, siempre claudicante a sus exigencias, a pesar de que ella trata de diferenciarse, no obstante que el Presidente se enorgullece a diario, de su sumisión.

Faltaba la Suprema Corte, la que en el fallo del martes, también la saluda con su «Ave Cesar» más indecoroso e indignante.

En consecuencia la monarca virtual, sin ocupar el trono, es tutora de los tres poderes, que en su incapacidad, semejan a la minoría de edad, a los que no están en uso de sus facultades, a todos aquellos que son incapaces de valerse por sí mismos, que necesitan ser reemplazados para expresar su voluntad.

La similitud con la institución jurídica de la tutela y su simbiosis con la monarquía absoluta que concentra los tres poderes, nos retrotrae institucionalmente a 1748, antes de la publicación de «El Espíritu de las Leyes» por el barón de Montesquieu, por lo que nos debemos reservar el derecho de propiedad de esta nueva forma de gobierno argentina y kirchnerista.

Nada que nos enorgullezca.

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