BRASIL

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Partidarios de Bolsonaro envueltos en banderas brasileñas asaltando y destrozando el Congreso, el palacio presidencial y el Tribunal Supremo, imágenes aterradoras retransmitidas en televisores y teléfonos móviles de todo el mundo.
Pero difícilmente podrían sorprender a nadie en Brasil. Estaba claro que esta tormenta iba a producirse tarde o temprano.
Porque no faltaron advertencias, en primer lugar del propio Jair Messias Bolsonaro. Un día después del asalto al Capitolio en Washington, el 6 de enero de 2021, Bolsonaro había declarado que esas escenas podrían repetirse en Brasil, si surgían dudas sobre el resultado de las elecciones de 2022.
Luego, con las noticias falsas que él mismo difundió sobre los supuestos votos amañados, Bolsonaro se aseguró de que esas dudas se extendieran entre sus partidarios más radicales.
Además, desde la destitución de la presidenta izquierdista Dilma Rousseff en abril de 2016, Bolsonaro ha copiado prácticamente todo lo que su ídolo declarado, Donald Trump, hizo en Estados Unidos. Esto incluía no reconocer la derrota electoral, en el caso de Bolsonaro, contra Luiz Inácio Lula da Silva.
Asimismo, Bolsonaro ha aprendido de Trump a mantener sus propias declaraciones tan vagas que sus partidarios radicales pueden leerlas como un llamamiento al derrocamiento, mientras que él mismo siempre puede afirmar que no ha predicado nada por el estilo.
El domingo por la noche, por ejemplo, condenó el asalto al Congreso de Brasil desde su retiro en Florida, al mismo tiempo que lo justificó, «la izquierda» ya había hecho algo parecido en 2013 y 2017.
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