OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
Lectura: 5 minutos
En las elecciones provinciales que tuvieron PASO el último fin de semana vimos sin sorpresa que la participación del electorado fue cercana al 50%.
Si ese será el comportamiento del electorado el próximo 13 de agosto deberemos entender que el rechazo que genera la dirigencia política avanza hacia la responsabilidad que el conjunto de los ciudadanos tendrá sobre el futuro de nuestro país.
Sería el huevo o la gallina si entramos a repartir culpas sobre este resultado. Seguramente la desconexión que tienen los dirigentes con las necesidades de los habitantes es la causa fundamental del rechazo, pero esa dirigencia no nace de un repollo, nace de la falta de participación en la política del conjunto social.
En los países democráticos más desarrollados eso es parte de otra realidad, el sistema está viejo, se debe repensar ante los nuevos derechos, nuevas formas de participación.
En un país como el nuestro que desbarrancó en los últimos 46 años el rechazo a la política no tiene la misma causa.
En argentina no se garantizan los derechos que hace 50 años se garantizaban.
Parecería que la nueva oligarquía, conformada por un conjunto de poderosos, se siente más a salvo con esta parodia de democracia sin participación. Hacia el mundo garantiza que las elecciones representan la voluntad del pueblo, pero en la realidad no lo hace.
Cumplen con las formas, pero no con el objetivo. Se sienten convalidados, pero no lo están.
Entonces en nuestro país se mezclan dos realidades, las leyes vigentes garantizan derechos que no se cumplen. Se garantiza justicia social e igualdad ante la ley, se garantiza igualdad de oportunidades, ninguna se cumple.
Se garantiza educación pública gratuita, no se cumple, hay escuelas, hay docentes no hay educación.
Se garantiza salud publica hay hospitales no hay médicos.
Es una pantomima de democracia con justicia social y no se cumple ni una ni la otra.
Esa es la razón del rechazo. No hay leyes por las cuales luchar, solo necesitamos una dirigencia que se dedique a hacerlas cumplir. Simple.
Hoy la informalidad en la economía y en el terreno laboral ha avanzado hasta niveles poco creíbles. Ahora se complementa, a través de la no participación, en la informalidad política.
Cuando esa informalidad se manifiesta en el trabajo las consecuencias son más difusas, la comodidad de realizar actividades sin parámetros e impuestos generan dificultades solamente ante lo imprevisto y a la vejez. En la vida cotidiana hasta parece más libre.
Si además le sumamos que la salud pública, ya sea gratuita, sindical o prepaga no funciona y la jubilación es solo testimonial, ¿qué incentivo tiene la formalidad?
La institucionalidad se aleja de la gente.
Gran parte de la ciudadanía se expresa de una sola manera, ignora, rechaza, reniega de la política.
En esta última frase tenemos resumido el problema.
Desde cuándo «la política» es un sujeto al cual lo tratamos como ajeno a cada uno de nosotros.
Haber conquistado esa relación entre los partidos y los ciudadanos es lo que generó la aparición de una nueva e inexistente profesión, el político.
Donde se estudia esa profesión, quien otorga el título habilitante, si la respuesta es nadie, esa es la triste realidad que afrontamos.
Los políticos eran aquellos emergentes que surgían de las organizaciones vecinales, clubes de barrios, asociaciones profesionales y agrupaciones representativas de intereses objetivos y transparentes.
Hoy nacen de amistades, familias, relaciones sospechosas o simplemente arribistas.
La política no es una actividad en si misma y los políticos no son especímenes raros.
Si la sociedad argentina no recupera la capacidad de nutrir a los partidos con sus mejores representantes el futuro que nos espera es realmente tenebroso.
Este es el punto en el cual resolvemos si es el huevo o la gallina. Si las agrupaciones sociales de cualquier tipo siguen excusándose de participar de la política porque son apartidistas ya sabemos quiénes son los culpables.
No demos más vuelta, asumamos la responsabilidad. Si los productores agropecuarios, que representan al 30% de nuestra economía, si las asociaciones profesionales, los agrupamientos sociales de los colectivos de todo tipo no asumen la responsabilidad de ocupar el espacio público serán los responsables de la debacle.
Los partidos tienen que ser asaltados o se deberán formar nuevos partidos por área, por interés que den lugar a dirigentes, es decir aquellos que dirigen gente, no amigos del poder formados por aventureros o delincuentes.
Esa es la razón de nuestra decadencia, no otra, no la del maldito tango, o la mala suerte. Asumir la responsabilidad de ciudadano es la base sobre la cual podremos repechar la cuesta del desarrollo con la pugna de intereses reales, de contradicciones genuinas, no la de la coima y el arreglo particular.
¡ARGENTINOS A LAS COSAS!
Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: 1976
