OPINIÓN

Escrito por Antonio Calabrese*, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Parafraseando un título de Almudena Grandes, «El corazón helado», inspirado en un texto de Antonio Machado que dice: «una de los dos Españas ha de helarte el corazón», se nos ocurrió asimilarlo, aun cambiando los órganos, a esta Argentina dividida por una grieta que representa a dos formas de pensar, o mejor dicho de vivir, en un enfrentamiento económico, político y social al que la someten, encontrando allí sentido que a una de las dos partes, se la pueda llamar por sus características «La Argentina del pensamiento congelado».
La nombrada, la Argentina del cerebro frizado, es tal cual la hemos visto estos días chapoteando a pleno en el barro de las discusiones estériles, pues aunque el cerebro no les funcionara, conservan sus adeptos todos los movimientos de la especie, aunque torpemente expresados, como reflejos condicionados.
No quise usar el ejemplo de que suponen haber dejado el país de las maravillas recordando a Lewis Carroll y a su personaje Alicia, dadas las acusaciones de pedofilia desarrolladas según varios centenares de cartas descubiertas después de su muerte y a alguna que otra fotografía, según la BBC de Londres entre otros, para que nadie se sienta agredido. Además, el nombre del autor, ni siquiera era ese, siempre escondiendo algo, pues se trataba del seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, un reverendo que quiso, en la obra, según sus intérpretes, señalar que lo que se imagina, es decir una irrealidad, puede llegar a concretarse.
Una especie de autopercepción legalizada de orígenes espúreos, forma que después usarán algunos países «progresistas» para la legitimación de diversos colectivos.
Un caso especial, sobre estos amontonamientos, es el de la CGT, la central obrera, y los discursos del señor Daher, su líder, si así se lo pudiera llamar, que afirma en ellos que la central obrera no hizo paros ni actos de protesta en los últimos cuatro años de la presidencia de Alberto Fernández porque no se vulneraron derechos. Solo alguien que tiene congelada la manera de pensar, sobre todo viniendo del sector de los trabajadores, pudo imaginar que haber llegado a tener uno de los salarios más bajos en todo el continente, que de por si tiene a la pobreza como bandera, medidos en una moneda de valor constante, no es pérdida de derechos o que tampoco lo es el monto de los haberes jubilatorios de cerca del setenta por ciento de los jubilados que no alcance los cien dólares, si no se agregan bonos especiales cada fin de mes, totalmente irrepresentativos de la dignidad de quien trabaja o trabajó y aportó toda su vida.
Pero volviendo al cerebro congelado, no puede decirse otra cosa de los diputados de la oposición al actual gobierno que fueran oficialismo hasta ayer, con ideas setentistas, terroristas y criminales, hace más de medio siglo superadas, acompañados por esa izquierda vernácula, contenta con su función de furgón de cola, que se quedó con el pensamiento en el siglo XIX acunando a Marx y Engels, con discursos de principios del siglo XX, añorando a Lenin o en su caso a Trotsky, vistiendo una representación que jamás supera el dígito porcentual del padrón electoral, siendo apenas un títere del ventrílocuo Kirchnerista.
Afirmamos todo ello a la luz de los debates que escuchamos la semana pasada sobre el proyecto de la llamada ley Ómnibus que el Presidente Milei (guste o no, se llevó aproximadamente el 56 % de los votos del balotaje) presentó al parlamento para materializar los cambios que considera necesarios a fin de detener la «rodada cuesta abajo» de una sociedad Zombi a la que solo le faltaba regular la frecuencia de las respiraciones personales o los ritmos cardíacos de sus habitantes para gravarlos con un nuevo impuesto.
La torpeza, el poco criterio, hasta la falta de vergüenza, en actitud patoteril al observar la debilidad de algunos supuestos aliados, como siempre diría yo, de los diputados kirchneristas y los de la izquierda acólita, estos un poco más histéricos todavía, para aprovechar teatralmente y de forma marquetinera, según pienso, los minutos de televisión que les daban a sus exposiciones, tiempo que jamás hubieran tenido por derecho propio, ante el descrédito general que poseen, en vez de aprovechar el lapso para hacer preguntas concretas, fueron el abanico desplegado en el plenario de Comisiones en la Cámara de Diputados.
El oficialismo, con gran inteligencia, conociendo el estilo perruno de sus adversarios, agregó algunos huesos al proyecto para que se lancen sobre ellos en manada, total nada cuesta excluirlos, como lo vienen haciendo, para que el consistente fondo de las reformas pase inalterable.
Entonces escuchamos hablar de la Constitución a los de izquierda que por otro lado convocan a la sedición (sancionada en el art. 22 de la CN, 230 del Código penal y cc.) para voltear al gobierno y a los Kirchneristas como si ellos no hubieran dejado un país con el Banco Central con más de una decena de miles de millones de dólares de reservas negativas; con una deuda comercial de alrededor de cuarenta mil millones de la misma moneda, que impide la importación de insumos notándose dramáticamente en medicamentos, prótesis, y otros elementos de consumo medicinal, para no mencionar los perjuicios a la industria y el comercio; que además, multiplicara en varias veces el monto de la deuda total; que se robara las vacunas en el vacunatorio VIP, haciendo un verdadero negociado en la adquisición de las mismas, perdiendo tiempo y causando muchas muertes innecesarias, hecho que merece una investigación más profunda de la que hoy no se habla; que «iban por todo» desconociendo los derechos de las minorías; que perdió cientos de días de clases en las escuelas del país, alcanzando los índices internacionales más bajos en las distintas mediciones de la educación; Un país que dejaron con el 50 % de pobres; una inflación anualizada que computando el último mes llega al 200 %, dejando en este punto la enumeración para no agobiar, porque sería poco menos que interminable continuar detallando la degradación.
De acuerdo a la composición de las Cámaras nos queda la esperanza que la suma de algunas minorías más sensatas pueda lograr transformarse en una mayoría, aunque sea circunstancial, que acepte que no se puede mejorar ni cambiar repitiendo las mismas cosas o prácticas que nos llevaron al desastre.
Dejo de lado en esta esperanza sobre la reformulación de la realidad con resultados diferentes por el método adoptado, cualquier referencia a la teoría de la relatividad, porque en verdad no parece que Einstein estuviera representado por ninguno de los integrantes de la nueva fauna opositora.
*Imagen ilustrativa.
Antonio Calabrese es autor de «José de San Martín ¿Un agente inglés?».
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