OPINIÓN

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Fue como una sombra.
Inasible, inalcanzable, sin embargo estuvo allí, la vieron todos y proyectó su sombra donde debía haber luz.
Según algunos historiadores, llegó a tener 3.500 miembros y perteneció al Gran Oriente del Palacio Giustiniani reconocido por la Gran Logia de Inglaterra.
Sin embargo otros sostienen que si bien funcionaba como una Logia masónica, no lo era o bien dada su operatividad funcionaba a cubierto o irregularmente. Solo lo sabrán con exactitud quienes fueron sus miembros que podrán ser testigos de las ceremonias realizadas desde la iniciación hasta el cumplimiento de todo el ritual del simbolismo, si es que lo hicieron.
Los mismos investigadores dan el año 1877 como el de su fundación abatiendo columnas, supuestamente, después de varios escándalos internacionales en 1981, ciento cuatro años después.
En verdad su esplendor comienza a partir de 1970 año en el que pasó de tener más de 1.000 miembros, partiendo de apenas 14 en 1960.
En Italia hacia el final llegó a contar con 4 primeros ministros, 44 diputados, 62 Senadores, 30 Generales, 208 miembros del Servicio Secreto Italiano, figurando además los más importantes hombres de la política, las empresas y la aristocracia. Allí estaban desde Vittorio Emanuele Saboya, príncipe de Nápoles, cabeza de la ex casa reinante hasta Silvio Berlusconi y desde los Agnelli, dueños del imperio «Fiat» hasta la familia Rizzoli, propietaria del «Corriere de la Sera», el diario de mayor circulación en la península y de prestigio internacional.
Mientras tanto desde el Vaticano se conocen por lo menos a 121 miembros entre Cardenales, obispos y Altos Prelados como pertenecientes a la fraternidad.
Fuera de Italia sus conexiones más importantes estaban en Estados Unidos, y en Sudamérica, fundamentalmente en Argentina, Uruguay y Brasil.
Sus objetivos iniciales y convocantes fueron fundamentalmente dos, que marcaban la operatividad de su acción: el anticomunismo y las finanzas, sobre todo las necesarias para poner en marcha las acciones en pos de la contención de esa avalancha, que por entonces, solventada desde el bloque socialista en la guerra fría, amenazaba con derrumbar al occidente utilizando su herramienta esencial: la democracia.
Las finanzas, el dinero, que debía ser controlado y multiplicado, porque no podía quedar inmovilizado, fue generando un negocio tras otro en su manipulación, creando un emporio internacional como pocas veces se viera.
Allí se mezclan la necesidad del Vaticano de administrar con ganancias sus inversiones en más de 54 empresas de primerísima línea como General Motors, Shell, Gulf Oil, General Electric, Bethlehem Steel, TWA, RCA, y participación en la Banca mundial como Rothschild de Francia e Inglaterra, Hambrok`s Bank, Chase Manhattan de Nueva York, el Morgan Bank y la Bankers Trust Company, juntamente con las necesidades de la mafia calabresa y después norteamericana de lavar sus activos provenientes de actividades ilícitas, que habían elegido al celebre IOR (Instituto de la Obras Religiosas), o sea la banca vaticana, cuyo capital se estimaba para esa fecha en 3.600 millones de dólares, que manejaba la Caja Pontificia a través del no menos celebre Cardenal norteamericano Paul Marcincus, para blanquear sus cuentas.
En la Prefectura, una especie de Ministerio de Hacienda del Papado, se enrolaban hombres que manejaban negocios bancarios, energéticos, textiles, químicos, de industria pesada, inmobiliarios, etc.
En lo bancario se contaban el Banco di Santo Spirito, el Banco di Crédito Italiano, el Banco di Roma, el Piccolo Crédito Bergamasco, el Banco Católico di Veneto, el Bando di Sicilia, el Banco di Napoli y la Banca Provinciale Lombarda, manejando se supone el 20% de los negocios del país y el 50% de las inversiones privadas.
En el rubro inmobiliario el Vaticano controlaba La Società Generali Inmobiliaria, con la que maniobró Michele Sindona, hombre cercano a Paulo VI introducido por Marcincus, que controlaba a otras sociedades en distintos países como la Watergate Improvement de Washington, la Montreal States del Canadá, Las Lomas Verdes de México y la Societè Inmobilière de Champs Elysèes en Francia.
El vaticano dominaba también Italgas que controlaba la distribución de gas en más de treinta ciudades italianas, todo ello sin contar las inversiones bursátiles, en El Economist, The Times y otros periódicos.
Paralelamente cabe recordar que en la banca Vaticana lavaron fondos también los jerarcas de fascismo en retirada, pues no había nada más seguro, de la misma forma que hoy se supone lo hacen algunos políticos corruptos sudamericanos.
Así se formaron a la vera de estas sociedades, clubes exclusivos integrados por los Agnelli, Pirelli, Pecci Blunt, Volpi de Misurata, Augustus y Piaggio, von Thyssen, Krupp, Rothschild, Vanderblit, von Opel, Rockefeller, Morgan y Ford, entre otros, reuniéndose periódicamente en el Ski Club de Saint Moritz. Para pertenecer solo había que acreditar tener por los menos 100 millones de dólares.
Era una versión paralela del Club de Bilderberg que presidia el Rey Bernardo de Holanda.
En un giro en pos de controlar de la mejor manera este imperio, por intermedio de Roberto Calvi, se desarrolla el Banco Ambrosiano, llamado «el Banco de los curas» fundado por Monseñor Tosini siendo su primer presidente Franco Ratti, sobrino de Pio XI. Era un Banco de tercera categoría con pequeños accionistas cuya condición esencial para serlo era estar bautizado.
En pocos años Calvi, «el banquero de Dios», lo transforma en el banco más desarrollado e importante de Italia siendo de los primeros en introducir nuevas fórmulas como la creación de fondos de inversión.
A esta altura se repartían su dirección y los negocios la Ciudad de Milán y fundamentalmente el Vaticano a través del IOR.
Calvi, Licio Gelli el Gran Maestre o Venerable de la Logia P2 llamada así para diferenciarla de la Logia Propaganda original fundada por el Gran Maestre Giuseppe Mazzini en la década que va entre 1871 y 1880, acompañados por Michel Sindona, también miembro de ella, un gran aportante de capitales de oscuro origen mafioso, disponen la internacionalización de la trama financiera construida hasta entonces por medio de esta entidad cubierta con la aureola vaticana.
Con estos instrumentos podían superar, sobre todo en el Vaticano y para los capitales espurios, que consideraban que la banca religiosa era más segura que la suiza, los inconvenientes que sufriera Monseñor Cippicco que viajara en la década del 50 por el mundo colocando capitales y que terminara en la cárcel.
Pero como todo lo que se desborda, finaliza mal, Calvi comienza a realizar inversiones en sociedades fantasmas del exterior para beneficio propio, y provoca la quiebra del Banco.
Sindona es detenido en Estados Unidos y creyó salvar su vida de la caza de la mafia traicionada, tras las rejas de la prisión, sin embargo la larga mano napolitana parece alcanzarlo igual, al morir, tiempo después envenenado, Calvi también muere asesinado por dos mafiosos, y lo encuentran colgado en Londres finalizando una fuga imposible, de un puente llamado, valga la alegoría, «el monje negro» y Gelli, salva su vida en un final digno de él.
La Iglesia niega toda vinculación en la defraudación y rechaza la demanda del Estado Italiano de 1.200 millones de dólares, pero finalmente se hace cargo del 50% o sea 600 millones de dólares. Nadie paga esa suma sin haber tenido responsabilidad alguna.
Después de estallar el escándalo en 1981, Gelli se refugia en Sudamérica donde había realizado múltiples inversiones millonarias escapando de la extradición de los jueces italianos, que no eran el peligro, sino que de regresar a la península en cualquier carácter, aun detenido, hubiera sido blanco de la ‘Ndrangheta.
Como no podía permanecer en esa situación indefinidamente se entregó en Suiza, tierra de nadie, respetada por especuladores y lavadores de toda laya, cometiendo adrede un delito menor que impedía su extradición a Italia como fue la utilización de un pasaporte falso.
Justificó el viaje con una pretendida extracción de 120 millones de dólares en efectivo, de una cuenta a nombre de un testaferro del Ambrosiano, pero que estaban inmovilizados por la justicia, después de su quiebra, algo absurdo que nadie hace, para llevárselos a su casa o donde sea, pues ese tipo de transacciones se efectúa siempre por transferencias bancarias, algo que Gelli sabia de memoria.
En realidad marcaba un lugar para ser detenido.
Paralelamente y de manera muy curiosa, es allanada su villa de Arezzo y en ella encuentran no solo la documentación de la P2, sino una lista con 962 nombres correspondientes a sus miembros, «olvidada» allí por el prófugo. Obviamente una entrega negociada para evitar ser extraditado de Suiza, por la que la justicia italiana no insistió.
Como rubrica y para que no quedara dudas sobre lo que podía llegar a suceder en caso de no cumplirse el acuerdo, Gelli envío a Roma a su hija, María Grazia, con una valija con doble fondo, (que es el ABC del espionaje y que es lo primero que descubren e investigan los servicios secretos y de seguridad), en donde se hallaron los números de las cuentas que en Suizas tenían algunos magistrados del Poder judicial italiano.
Él se presentó, tranquilamente, caminando, a la prisión de Champ Dollon de donde salió al poco tiempo cuando el peligro había pasado.
La investigación superó a la Justicia, formándose una comisión parlamentaria presidida por la legisladora Tina Anselmi de la Democracia cristiana, que después de varios años y 500.000 fojas determinó que la P2 era una organización criminal pero que no pudieron probarle ningún ilícito.
Sorprendente, una organización criminal internacional poderosísima que no cometió ningún crimen.
Tuvo como decíamos más arriba una conexión argentina. Licio Gelli que se había acercado a Perón en el exilio fue la clave para la recuperación del cadáver de Eva Duarte, su segunda esposa, sepultada en Italia, ganando allí la confianza del general que cuando asume lo nombra Consejero de la embajada argentina en Roma, cargo en el que perdura aun después de la muerte de Perón hasta el año 1981, sirviendo desde allí con sus conexiones internacionales a gobiernos posteriores.
Pero no sería cierto que el Presidente argentino perteneciera a la P2, como afirman algunos. Su nombre no figura en las listas secuestradas en Arezzo, en las que se mencionan otros argentinos pertenecientes a ella.
Su iniciación en la masonería, según su principal biógrafo Enrique Pavón Pereyra, que viviera en su proximidad los últimos años del exilio y de su vida en Argentina, data de 1941 cuando cumplía funciones de agregado militar en la embajada argentina en aquel país, aunque otros la llevan más atrás cuando participara de maniobras con los Alpinos, la tropa de montaña del ejercito italiano, anteriores a la guerra.
Por otra parte su vinculación con Gian Carlo Elia Valori, representante de Fiat en Sudamérica, masón y próximo a la Iglesia, miembro también de la P2, se habría debido a la intervención de aquel en los tramites del levantamiento de la excomunión que le decretara Pio XII en su oportunidad al mandatario argentino.
Valori tenía gran relación con tres prelados conocidos estudiosos y amigos de la masonería, los Monseñores, Espósito, Caprile y Ferrer Benimelli.
Asimismo Valori, gestionó ante el presidente Frondizi el regreso de Perón al país, regreso que curiosamente se produce después, desde Italia y no desde Madrid donde estaba exiliado.
También se le deben las gestiones de la apertura de la sucursal del Banco de la Nación en Roma para aquella época.
Nadie habla y todos callan, parece que a nadie le conviene hablar, después de la caída de Isabel Perón, es designado Rafael Martínez Raymonda embajador en Italia hasta 1979 y mantiene a Gelli como consejero y se une a él en sólida amistad trabajando conjuntamente.
Recordemos que Martínez Raymonda fue un liberal acérrimo antiperonista que había integrado en su contra una fórmula presidencial encabezada por Francisco Manrique, un hombre cazador de peronistas en el golpe de estado de 1955, ligado a los bombardeos de ese año, de la multitud indefensa en Plaza de Mayo que causaran cientos de muertos.
Fue un hombre vinculado al Dr. Raúl Alfonsín que lo nombró Secretario de Turismo en su gobierno.
Carlos Wilson, Gran Maestre de la Gran Logia Argentina de libres y aceptados Masones, negó la condición masónica de la P2 desconociendo también a Gelli en la masonería argentina.
Entiendo que se referiría a cualquier relación institucional entre la masonería local y la Logia Italiana o el propio Gelli, pero lo cierto es que a título individual hubo varios masones argentinos, mencionados en las listas de Arezzo, como el ex Gran Maestre de 1972 a 1975 Doctor Cesar de la Vega, embajador argentino en Francia, Dinamarca y la UNESCO durante la cancillería del Dr. Alberto Vignes, también mencionado en las listas.
También hubo una conexión uruguaya iniciada por Umberto Ortolani, alumno del Cardenal Ottaviani, que presidiera el IOR en 1945 y sobrino del Cardenal Lercaro, próximo al Vaticano.
Ortolani que comprara la agencia de noticias fascista «Stefani», y luego varios periódicos de la comunidad en la región sudamericana, comienza una prospera evolución cuando la democracia cristiana asume el poder en Italia. En Uruguay protege al exministro de hacienda de Mussolini, Giancarlo Pellegrini, que luego al huir de Uruguay después del secuestro de un hijo suyo por los Tupamaros deja el Banco Financiero del sur, Bafisud, de su pertenencia a cargo de Ortolani, en suyo directorio incorpora a Gelli, y a varios uruguayos.
Gelli compra una casona en Carrasco de 20 habitaciones, con un parque de una manzana, una piscina y hasta un pequeño zoológico, por la que paga 6.000.000 de dólares, como así también otras villas y estancias en el departamento Soriano, una centena de departamentos y casas en Punta del Este y mas de mil lotes en el Club del Lago.
Cuando la policía allana su casa secuestran 500 carpetas que figuran custodiadas por el presidente de la Nación.
La negativa de Wilson, en Argentina, es apropiada, no solo por la infinita distancia entre el accionar de la P2 y los principios cultivados desde la independencia de la República por la masonería argentina a través de sus mejores hombres acompañando a construir a la nación, con más de diez presidentes y la mayoría de los héroes que lucharon por la independencia, sino porque institucionalmente, como decimos más arriba, nada la vincula.
Sin embargo interpretamos que solo una Logia masónica podría reunir bajo su techo a hombres tan importantes y en tanta cantidad, lo cual no quiere decir que el desborde de un entramado diabólico provocado por un pequeño grupo de inescrupulosos la llevara a un final no querido.
Son los hombres con sus virtudes y sus defectos los que hacen imposible la perfección de cualquier institución, pero también está en ellos cultivarse para forjar los principio éticos necesarios a fin de construir las Catedrales.
Cualquier pared se derrumbara sino está asentada en ellos.
(Fuentes: Carlos, Manfroni, Martin Berger, entrevistas y notas diversas de la época y posteriores).