OPINIÓN
Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Una doble de muzzarella con un tetrabrik, es hoy el imaginario deseo, casi inalcanzable, en la fantasía de cualquier necesitado.
Olvidemos el asado o la carne con la que nos llenarían nuestras heladeras después del 10 de diciembre de 2020.
Digo necesitado y no pobre, porque pobres somos ya la mayoría de argentinos, que superamos el 53% según el observatorio social de la UCA, a pesar de que creo que como toda estadística es demasiado generosa, porque si midiéramos la pobreza por la reducción del consumo, podríamos hablar de todos los argentinos, salvo algún amigo del poder, tal vez.
Un país que prevé un aumento del índice inflacionario en más del 50% según la mayoría de los economistas serios, pero que sanciona una fórmula de movilidad para más de siete millones de jubilados que no la incluye, en medio de grandes aplausos de los diputados oficialistas, «representantes del pueblo»; con paritarias gremiales complacientes: docentes 10%; Adm. Pública 7%; etc. es la prueba fehaciente del sometimiento y declinación de la sociedad con un Estado aplastante.
Pero si se prefiere leer los informes del propio INDEC vamos a encontrar que la construcción cae el 22,8%; las ventas en centros de Compras el 50,1%; el PBI el 10,2% (una de las más grandes en la historia); para no hablar del turismo el 97,2%; la actividad hotelera el 93,9 %; la energía o sea el combustible vital para la población y el desarrollo el 9,7%, etc., porque si seguimos buscando, hay más, como el desempleo, el cierre de emprendimientos y comercios, la fuga de empresas, sobre los que no se ponen de acuerdo en las dos cifras que marcan los niveles negativos.
Lo único que aumentó, considerablemente, es la facturación farmacéutica que es del 45,9%. Es decir que a pesar de los incrementos casi impagables de los medicamentos, nos enfermamos más que nunca.
Un año sin clases, sin jardines, sin primaria ni secundaria, sin universidad, sin poder trabajar los que pudieron hacerlo, una minoría por supuesto, porque no tenían donde llevar o dejar a sus hijos que solo podían socializar en la calle o en la vereda del barrio, con cualquiera que anduviera por allí.
Un país con un desmanejo sanitario fenomenal, que está entre los 8 países con más contagios por millón de habitantes (y eso que no se tuvo en cuenta, para este informe, que la Argentina no hizo testeos porque «son muy caros», salvo y limitadamente en CABA, pero a cargo del distrito). Sin vacunas a un año de la pandemia (solo 300.000 dosis de una vacuna sin reconocimiento internacional que únicamente usamos nosotros y el país que la elabora).
Una nación en la que quienes gobiernan creen que exportar alimentos es «una maldición», cuando en realidad no creo que haya un solo país del mundo que no considere a eso sino como «una bendición».
¿¿¿Como no simbolizarnos a todos, en esa fantasía de llevar, por lo menos, una doble de muzzarella con un tetrabrik a la mesa???