OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Termina el 2021, año complejo y diverso, pandemia, cierre económico global, reapertura con cambios, elecciones, nuevos escenarios políticos.
Pasaron las elecciones y nació una ilusión, los temas propuestos por el oficialismo y la oposición fueron, cambio de la capital, división de la provincia de Buenos Aires, acuerdo con el FMI, presupuesto, impuestos nuevos, modificaciones en los viejos.
Algunas cosas nuevas, otras repetidas, ninguna que tenga la intención, si quiera, de plantear una salida de la decadencia, una salida de la pobreza, una salida que promueva una reforma de la formalidad que permita incluir a la informalidad.
Vayamos una por una.
Cambiar la capital, una cosa repetida pero vacía de contenido. Solo para arengar sin proponer ningún cambio estructural. Lo primero que deben entender es que si la Ciudad de Buenos Aires deja de ser federal debe retornar a su estatus anterior y será parte de la Provincia.
Dividir la Provincia, también tema repetido, sin un plan que lo justifique. Se enumeran un montón de problemas y se piensa que con un cambio administrativo se solucionan.
No lo han hecho otros grandes estados con megaciudades. San Pablo, México, Los Ángeles, imagino territorios complejos en India y China. Es por lo menos de bajo vuelo plantear solucionar problemas que son de falta de proyecto con una modificación formal.
Hubo un plan que solucionaba gran parte de los problemas enumerados por aquellos que proponen la división política de la provincia. No debería haber municipios con más de trecientos mil habitantes. Eso implicaría dividir La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes, Moreno con un nuevo censo podríamos incorporar a otros municipios.
Eso generaría en la provincia la posibilidad de encarar planes de desarrollo con intendentes cercanos a la población y sus problemas.
Toda otra iniciativa debe ser tratada y aprobada por una asamblea constituyente de la Provincia de Buenos Aires.
Hace décadas no tenemos un presupuesto, razón por la cual no se entiende el problema. Con esta inflación no existe posibilidad alguna de tenerlo y cuando no tuvimos inflación el parlamento le cedió sus facultades al Poder Ejecutivo para que mueva las partidas a su gusto. Todo mentira, los números y la distribución.
Ahora si queremos seguir mintiéndonos, adelante. Total, todo se calcula con estadísticas que no son ciertas. Es imposible registrar la informalidad, calculada en 40% y que sin duda es mucho mayor.
En la medida que se calcula en trecientos mil millones de dólares los que están afuera del sistema, cálculo de mano basculante, es imposible que la informalidad sea esa.
Para ser serios en la confección de un presupuesto debemos hacer uno a diez años e ir confeccionando los anteriores hasta llegar al del presente año con un plan acordado por una mayoría consolidada del parlamento, con la imposibilidad expresa de que no se puede ceder ninguna atribución del congreso.
Ese presupuesto no se puede hacer en pesos, se debe tomar cualquier unidad de medida segura, kg de carne, ladrillos lo que se quiera, volviendo a los comienzos que era la sal.
Con ese escenario podemos sentarnos con el FMI y acordar el plan a ese mismo plazo.
Terminado eso encarar el proceso para convertir en formal la informalidad que nos muestra la existencia de dos monedas de nuestro país, permitiendo facturar y otorgar créditos en las dos denominaciones que todos los argentinos reconocemos, pesos y dólares.
De esa manera la inflación se reducirá en el acto, lo hizo Uruguay hace décadas y hoy tiene su moneda como una moneda de resguardo.
Por último, los impuestos, hablar de nuevos impuestos o de rebaja de ellos es hipócrita. Se debe hablar de que hacer con ellos, antes que nada.
Se puede cobrar sesenta por ciento de impuestos sobre los ingresos, pero se debe dar la contrapartida correspondiente.
La reforma impositiva es el resultado de un plan que busca como financiarse.
Como vemos de la ilusión no se vive. Ese fue el título de una película impulsada en el fin de la primera mitad del siglo pasado para impulsar el consumo en las grandes tiendas. También fracasó.
Deseo a los lectores de LaCity.com.ar en particular a los que se interesaron por mis columnas felices fiestas.
Como dice el dicho la esperanza que no es ilusión es lo último que se pierde, esa esperanza está basada en que vivir en la argentina es una felicidad, pero se hace realmente difícil lograrlo y la culpa no es del pueblo sino de su dirigencia.
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