OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
Lectura: 6 minutos
Hace decenas de años que los argentinos, que pueden, esconden sus ahorros. Los exportan a cuentas en el extranjero, invierten en otros países o simplemente los guardan a cobijo de las miradas oficiales.
Algunos funcionarios, algunos periodistas, tratan a esos argentinos como delincuentes.
Mirando desde la otra orilla, ¿no serán los gobiernos que han estafado continuamente a los ahorristas los que deben ser tratados como tales?
No será que el que debe estar en el banquillo es el que convirtió a la mejor educación del continente en una de las peores, el que quebró el sistema de salud, tan admirado, que contábamos, el que degradó la cultura de trabajo ensalzando la especulación y la beneficencia como reemplazo.
Nuestro problema es, supuestamente. la carencia de dólares, pero resulta que en manos de los argentinos se especula que hay el equivalente a un PBI anual de dólares, razón por la cual debemos decir copiando a Mujica, el gran presidente uruguayo, que estamos embuchados en divisas.
El que está quebrado es el estado, el que está agotado es el sistema institucional argentino, del que hay que desconfiar es de los dirigentes y empresarios enriquecidos a costa de los argentinos.
Se especula con que ahora se está negociando la construcción de la infraestructura necesaria para explotar el yacimiento de Vaca Muerta con inversores estadounidenses. Nuevo negociado que terminaremos pagando todos.
Se calcula que la inversión necesaria para esa infraestructura es de cuarenta mil millones de dólares, me gustaría saber de dónde sale semejante cifra.
Una ganga para el ahorro argentino, resguardado del estado estafador.
La dirigencia promete, desde las distintas variantes, un nuevo plan monetario (austral o convertibilidad), ese no es el camino.
El camino es decidirse a dejar de estafar y robar. Obsérvese que digo dirigencia en general, no solo la política.
Ahora bien, como lograr que los argentinos que supieron ahorrar confíen, ese es el verdadero desafío, el único que debemos resolver.
No será con cantos de sirena, ni con gritos de «viva la libertad, carajo» ni con peleas entre bandas, que es lo que vemos absortos en nuestra dirigencia política.
Una acotación, me promueve a risa cuando escucho a los candidatos decir que los equipos se están reuniendo para elaborar un plan de gobierno.
Eso implica dos cosas, la primera que vuelven a hacer un gastado y muy visto show al cual lamentablemente los profesionales se prestan, seguramente en la búsqueda de algún conchabo o en el mejor de los casos recurriendo a un gastado espíritu de colaboración.
Para iniciar un camino virtuoso me atrevo a proponer varias acciones confluyentes en distintas áreas.
La primera y fundamental lograr tener 10 «misiones» (como se llama ahora a las metas, sobre las cuales debemos ordenar a nuestra inteligencia. Lo de diez es solo una cifra indicadora.
Esas «misiones» no deben ser generalistas, no me refiero a reformas laborales, impositivas, institucionales. De eso hay mucho escrito y mucho para copiar.
Deben ser objetivas, bioeconomía, economías regionales, minería, petróleo y gas, obras hidráulicas. De ellas se desprenderán las otras, impuestos, inversiones, regímenes laborales, protección del medio ambiente, etc.
Luego de definirlas, en el ámbito de los gabinetes de cada candidato convocar a los profesionales de todas las especialidades a que propongan la batería de medidas que requieren los proyectos para elaborar un camino que permitan cumplir con el cometido.
Esas misiones deberán asegurar un cambio de rumbo en todos los sentidos. De nada sirve desarrollar los recursos naturales sin contemplar la redistribución de la población en el territorio nacional con un hábitat correcto.
Eso supone conjuntos urbanos con educación, salud, sustentabilidad y progreso.
El segundo requisito, luego de obtener los presupuestos de cada misión, sería establecer fidecomisos ciegos, administrados fuera del país y fuera del control del estado argentino que convoque a los ahorristas, primero los argentinos, a invertir en esos emprendimientos.
No se puede hacer una caza de brujos con los argentinos que supieron protegerse del latrocinio.
Mientras tanto en nuestro país dejar correr la doble moneda, la nacional y el dólar, este último adoptado por millones de argentinos como su resguardo.
Eso permitirá restablecer el crédito a largo plazo con tasas razonables que permitirán la compra de bienes durables a aquellos que pudieron resguardar sus ahorros.
Movilizando la producción de automóviles y unidades de vivienda.
Por último, todas las obras públicas se deberán cotizar en dólares, lo que permitirá comparar con obras semejantes de todo el mundo y cortará de cuajo la corrupción oculta en cotizaciones en pesos insostenibles y en negociaciones de mayores costos incontrolables.
Con estos trazos gruesos se puede convocar a los equipos profesionales a desarrollar la tarea de reconstrucción del estado, la recuperación de la aduana verdadero antro del contrabando y fundamentalmente recuperar aquel apotegma de que nadie puede consumir más de lo que produce, empezando por el estado.
Todos los que participan del espectáculo de peleas políticas, que ocultan la suma de complicidades en delitos que quebraron nuestro estado, verán que el debate pasará por otro lado y quedarán expuestos a la verdad que nadie puede ocultar, su acción solo les interesará a sus empleados.
Lo de la doble moneda no es una propuesta basada en teorías raras, es lo que los argentinos decidimos y lo que hacen casi todos nuestros vecinos.
No por repetitivo es menos cierto de que si hacemos lo mismo que ya hicimos y nos fue mal, nos irá mal nuevamente.
La crisis institucional es profunda, nadie representa a nadie. Los que están entronizados en el poder conforman una élite. Para modificar esta situación la política deberá interesarle a la gente, hoy la ignora.
ARGENTINOS A LAS COSAS.
Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: Grieta, ambición y temor