Génesis, aguda observación de Hugo Flombaum

OPINIÓN

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Senado, con el pretexto de la reivindicación del interior, castiga a la provincia de Buenos Aires / Foto: jenikirbyhistory.getarchive.net*

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 6 minutos

Argentina, según los analistas, es el país más «democrático» de Sudamérica, pero con pobreza creciente, menos desarrollo, menos esperanza, más desmembramiento social.

Algunos hablan de 40 años de decadencia, otros de 70, nadie de 163 años de desvarío.

Desde 1860 hasta 1893 se consolidó el fracaso de la construcción de una nación.

La provincia de Buenos Aires había perdido con el fusilamiento de Dorrego.

La ciudad de Buenos Aires perdió la guerra civil contra la Confederación, pero ganó la paz en los escritorios.

La única perdedora fue la no nata provincia de Buenos Aires a costa del dominio de la desprendida ciudad de Buenos Aires.

El resultado fue que el poder económico y el político se divorciaran. Eso no sucedió en ningún país del mundo.

La provincia de Buenos Aires era, y lo es aún, la locomotora del desarrollo y desapareció del poder.

Cada intento de resurgimiento fue aplastado por el poder central, ganador de la paz y perdedor de la guerra.

Ugarte, Mercante, Oscar Alende, Eduardo Duhalde y María E. Vidal, desde distintas vertientes y con pensamientos políticos muy diferentes, intentaron refundar la provincia, darle el espacio que tiene y que no se expresa en el poder nacional, fracasaron.

El problema no es ideológico, es estructural. Sin la provincia de Buenos Aires no habrá nación.

Se puede tener una legislación con más o menos justicia social, un andamiaje jurídico que garantice más o menos transparencia política, pero si el poder político y el poder económico no son parte, nada se consolida.

Algunos creyeron que, generando una industria manufacturera poco sustentable, protegida por dinero de los impuestos y los precios aportados y pagados por el pueblo, se podía sostener una política disfrazada de poderosa.

El único logro fue un enfrentamiento entre industria y campo. Era como enfrentar a un boxeador, el campo, con un espectador de boxeo, la industria nacional generada en la coyuntural sustitución de importaciones de la posguerra de mitad del siglo pasado.

Podríamos perder tiempo en buscar culpables, no lo tenemos.

Si los productores de la bioeconomía no participan del poder y cambian el rumbo de nuestra nación, el desmembramiento social se convertirá en desmembramiento político e institucional.

Seguiremos en manos de los que ofrecen cantos de sirena con producciones que dan renta, pero no desarrollo.

Los productores que desarrollan territorios y provincias se asquean con la política, la niegan o peor si uno de ellos se involucra lo apartan, como si se hubiera pasado al enemigo.

Advierto que sin política no hay nación y sin participación del poder económico real en las instituciones lo único que habrá es «ayuda social», latrocinio y corrupción.

Las provincias productoras, que cada día son más y más competitivas no se expresan en el poder político porque este lo detenta una cúpula enquistada en la Ciudad de Buenos Aires que no son necesariamente porteños. Son de todo el país, pero abandonan sus provincias y se instalan en la city porteña.

Federalismo es que los exitosos de sus provincias desarrollen las mismas. Así crecieron los EE. UU. y Brasil.

Fueron muy pocos los presidentes porteños, menos bonaerenses. La mayoría del interior, pero comprometidos por acción o por omisión con los intereses de la verdadera casta. Los que intentaron otra cosa fueron derrocados.

Casta compuesta por operadores sin poder, contrabandistas, financistas, contratistas de obra, periodistas que viven del subdesarrollo, funcionarios disfrazados de intelectuales, vividores del estado, etc.

Esos que intermedian, agregan costos impagables, manejan medios y hacen negocios desde la intermediación financiera.

Todos ellos basan su poder político en el ahora famoso AMBA que contiene un significativo poder electoral y poco en el económico.

Si la provincia lograra generar desde una capital real, no desde una ciudad satélite, un poder político que la represente, esa casta que detenta el poder nacional se diluiría.

Es necesario que el interior productivo y exportador tome conciencia que su mejor y más importante aliado debe ser una provincia de Buenos Aires independiente y con el poder político que su poder económico expresa, ni más ni menos.

La unidad nacional no es ideológica, mucho menos política. No la expresa una bandera o un himno.

Es la confluencia de un poder político y económico que trazan un plan de desarrollo que independientemente de que una u otra expresión política conduzca el gobierno, el rumbo no se modifique.

Se puede tener un gobierno más propenso a distribuir más y mejor los recursos, con legislaciones más o menos progresistas. Con más o menos integración social. Lo que no se puede es no tener un rumbo que unifique a todos por igual.

El Senado de la Nación con el pretexto de la reivindicación del interior castiga a la provincia de Buenos Aires, entregándola a la dependencia de las dádivas del gobierno nacional. Una verdadera estupidez.

Los recursos que le niegan por ley se los entrega el gobierno nacional por dádiva.

Si la provincia fuera independiente y tuviera un trato equivalente al resto, el beneficio sería para el interior.

El gobierno nacional de turno dejaría de aprovecharse de las necesidades de los bonaerenses a cambio del poder político que le otorgan.

Si los gobernadores de las provincias productivas dejaran de quejarse de las injustas subvenciones que recibimos los habitantes del AMBA y exigieran un trato igualitario, que implica ingresos, costos y gastos equivalentes, la nación ganaría en transparencia.

Esa y no otra es la Génesis de la corrupción. Esa y no otra es la Génesis de nuestro fracaso.

Como no creo que esta nota sea publicada por ningún medio nacional la envío a mis lectores a los cuales les pido que si es de su interés la compartan.

Feliz año a mis lectores.

*Imagen representativa.

Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: Etnias

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