OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Terminó el mundial, gloria eterna a un equipo que nos colmó de felicidad y de ejemplos de vida. Un equipo técnico que nos enseñó lo que es trabajo y esfuerzo.
Una trayectoria que dejó enseñanzas y nos sigue sorprendiendo a cada paso con actitudes que los caracteriza, pocas y profundas, sentido común, honestidad y esfuerzo.
El mundial ha dejado mucho para analizar. Ya no de nuestra selección, sino del presente y futuro del mundo que viviremos en los próximos años.
Es común ver en Latinoamérica a jugadores que desarrollan su carrera deportiva en Europa y jugar en sus países de origen en las competiciones internacionales.
Era común también ver jugar, hasta este mundial, a jugadores de origen africano para selecciones europeas, donde sus familias eligieron o se vieron obligadas a vivir para lograr lo que sus países no le dieron.
La selección de Francia fue un ejemplo, terminó con 10 jugadores en cancha de origen africano.
Lo nuevo fue que tanto Marruecos, semifinalista, como Senegal, Tunes y Camerún se presentaron, emulando a nuestro subcontinente, con jugadores originados por nacimiento o por etnia en sus países y que viven, trabajan y tributan en Europa.
Es venturoso que en un mundo donde el trabajo globalizado lleva a muchos a instalarse en diferentes países, no pierdan la esencia de su cultura, de su pertenencia.
Sería bueno que antes que sea tarde y la realidad se lo imponga, los europeos, tan acostumbrados a vivir de lo ajeno, empiecen a valorar a los originales de sus etnias.
La inmigración puede ser un contrato de conveniencia mutua. Eso no debe incluir, no lo hará, olvidar su cultura, sus costumbres, su música.
No hablo de chauvinismo, hablo de cultura, de sentido de pertenencia a una historia.
Hay migrantes de toda clase, los hay de aquellos que migran enojados con sus naciones, con sus gobiernos, por la falta de oportunidades o por las continuas guerras tribales. Muchas de ellas promovidas por los poderosos y por intereses inconfesables.
Lo único que viene adherido a cada migrante, con su voluntad o sin ella, es las cultura, las costumbres, de eso es muy difícil desprenderse.
Muchos jóvenes empiezan a cuestionar la apropiación cultural de los estadounidenses y europeos. Lo hacen cuando se copian de hábitos culturales no propios e intentan disfrazar su inocultable discriminación con disfraces poco efectivos.
Viviremos en los próximos años la imparable recuperación del orgullo de ser africano, de ser senegalés, tunecino, marroquí, o de cualquier otro país de un África que empieza a recuperar su orgullo de ser.
Abogo por esto, el bien que hará a un mundo hipócrita la recuperación de las culturas que tienen tanto para aportar a un mundo que en lo laboral y en lo comunicacional se dirige a derrumbar fronteras que son simples convenciones.
Lo único que no se podrá derrumbar es el orgullo de ser parte de una etnia.
Argentina no puede comprender mucho porque su etnia es la que Alberdi nos marcó. Argentina es la tierra en la cual todo aquel que quiera habitarla será recibido con los corazones y las oportunidades abiertas.
Es el caso de un territorio con poca influencia en nuestra cultura de los originarios.
Pero Europa se dirige hacia una irremediable crisis, ellos solo reciben para aprovecharse de sus habilidades de aquellos que la habitan, la integración es difícil.
La recuperación del sentido de pertenencia a sus orígenes será esencial para lograr la verdadera y necesaria integración.
Estoy convencido que los próximos acontecimientos deportivos irán demostrando esto, tan justo.
Que cada uno exprese lo que realmente es.
*Imagen representativa.
Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: Día de veredicto
Totalmente de acuerdo con el análisis y los propósitos de la nota.
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