OPINIÓN

Escrito por Antonio Calabrese*, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.
«¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia?»
Cicerón
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Con éxito José Ortega y Gasset describe precisamente al «hombre masa» que en definitiva es un individuo hecho de prisa, que no escucha nada pero lo opina. Es un hombre que no sabe a dónde va, vive inercialmente, en forma mimética con su entorno. Es decir que inmerso en la multitud sigue su rumbo sin pensar, sin ideas propias, se deja llevar.
Un extremo violento del «hombre masa» es el «patotero» que según la Asociación de Academias de la Lengua Española es el «integrante de un grupo que suele provocar desmanes».
En una variante, se suele entender como tal, al que acompañado de otros, agrede a un indefenso con cobardía para demostrar poder.
Es precisamente esta última interpretación la que se compadece con la actuación del presidente de la Nación el día de la inauguración del período ordinario de sesiones de 2023 del Congreso de la Nación.
Según un economista, que además es diputado, contó hasta 27 mentiras en referencias al estado de país, lo cual es una costumbre presidencial que lleva cuatro años, esta vez montada en una escenografía mediática recurriendo a historias de personas que, presentes en las barras, eran señaladas tomándolas como ejemplo de las mejoras que propició socialmente su gobierno.
Esta actitud, correspondiente a una teatralidad poco seria e impropia del acto institucional, pretendía lograr empatía con los tantos necesitados intentando demostrar que sus problemas son superados gracias a la fecunda acción del Estado.
Pero lo peor de todo fue la ignorancia, la prepotencia y la agresividad en el momento que subió el tono a los gritos acompañado de mala educación y vulgaridad gestual al referirse a dos cuestiones en particular: la coparticipación correspondiente a CABA y el juicio político a la Corte.
Esta última representada, a pocos metros de él, por dos de sus Ministros, que fueron ocho o nueve veces enfocados por las cámaras de la Televisión oficial en cadena nacional mientras eran agredidos de palabra y con los gestos por el presidente ante quien no podían ni correspondía defenderse.
El titular del Poder Ejecutivo, aparentemente sacado, denostaba a los titulares del Poder Judicial, en presencia de las titulares del Poder Legislativo que en Asamblea era testigo.
Desagradable, lamentable, daba pena. Era la expresión de un país con instituciones totalmente degradadas.
Describió, en otra parte, a una nación en tiempos de bonanza, como si no tuviera más del 45% de pobres, el 14% de indigencia, una inflación de tres dígitos, una brecha cambiaria del 100%, con 14 tipos de cambio diferentes y un banco Central sin reservas suficientes con una deuda cuasi fiscal impagable.
Todo ello desde la inexactitud, pero desde la ignorancia también, llegó a decir que a Buenos Aires no le corresponde coparticipación porque no estaba en la conformación de la misma o al menos así lo dio a entender.
Por supuesto que no participó ni estuvo allí, simplemente porque no existía, porque todavía no era un distrito autónomo. Ni en la primera distribución de Perón en 1973 con vigencia por 10 años a partir de entonces ni en el régimen transitorio de la ley 23.548 en el gobierno de Alfonsín en 1988. En esa época dependía como Capital Federal de los fondos nacionales.
La Ciudad Autónoma nace con esas atribuciones en la reforma de la constitución recién en 1994 y por constitución interna en 1996, y desde allí a pesar de lo dispuesto en la Constitución nacional en el artículo 75 inciso 2 nunca se dictó otra ley convenio que debía incluir a CABA en la distribución,
A fin de subsanar ello se dictó el decreto 692/2002 en el Gobierno de Duhalde y posteriormente el DNU 705/2003 que le otorgaba el 1,4%.
Más tarde se le transfirieron a la ciudad los servicios de Policía que también por el art.75 inc.2 corresponde se haga con la asignación de recursos correspondientes que el Presidente Macri interpretó debió hacerse otorgándole más puntos de coparticipación, a nuestro entender erróneamente, porque debió hacerse con una asignación correspondiente al costo del servicio a la época del traspaso, actualizada anualmente.
La administración presente quitó a la ciudad ese porcentaje de la coparticipación pero no dispuso transferencia alguna de recursos y entonces se judicializó la cuestión. No cabe duda que corresponde al traspaso del servicio una asignación y esto es lo que se discute, pero la Corte con buen criterio, hasta tanto se resuelva el tema del monto definitivo decidió otorgar una medida cautelar que permitiría solventar algunos de los gastos que el cumplimiento de ese servicio imprescindible, devenga.
Entonces insólitamente, en medio de la histeria y el delirio, la aberración del presidente fue no acatar el fallo, pero no conforme con eso inicia un juicio político a los cuatro Ministros, sin fundamento jurídico aparente, al solo efecto de agradar a su jefa política condenada recientemente, pretendiendo con ello la vacancia del Alto Tribunal, para poder reemplazarlo por otro que sea adicto, que les asegure además la impunidad en la corrupción, pues los tribunales inferiores ya comenzaron a condenar a los corruptos de los gobiernos pasados, entre ellos el anterior vicepresidente y a la actual vicepresidente.
Cabría hoy preguntarse en otra Catilinaria «¿Hasta cuándo?».
¿Cuál es el límite?
*Autor de «José de San Martín ¿Un agente inglés?».
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