Portugal preocupado por guerra en Ucrania

INTERNACIONAL

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Presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa / Foto: RTP

Lectura: 6 minutos

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, afirmó este sábado que «la guerra en Ucrania no es europea, es global», porque intervienen todas las potencias mundiales y sus efectos sociales, económicos y financieros repercuten en el planeta entero.

Un acuerdo entre Rusia y Venezuela parece dar crédito al comentario del portugués.

En su intervención en la XXVIII Cumbre Iberoamericana, que se celebra en Santo Domingo, Rebelo de Sousa advirtió que en el conflicto bélico provocado por Rusia contra Ucrania «intervienen con ayudas directas o indirectas todas las principales potencias mundiales».

El jefe de Estado de Portugal señaló que son los más pobres quienes están pagando los efectos de la guerra, ante la aceleración de la inflación y los precios de la energía y los alimentos. Así, auguró que el mundo que deje esta guerra será muy diferente al de finales del siglo XX, por lo que consideró muy importante «reafirmar los grandes principios» de Iberoamérica.

«El mundo iberoamericano tiene un rol único a desarrollar en este mundo que está cambiando», señaló Rebelo de Sousa. «Es un momento de gran responsabilidad para todos nosotros. Van a ser años decisivos el 2023 y el 2024 para la construcción de la paz y la salida de la guerra, y para la construcción de la paz, hay más guerras además de Ucrania», añadió.

En ese sentido, abogó por recuperar la multilateralidad, que consideró que se ha perdido en los últimos años pese a que el mundo continúa siendo multipolar. «Tenemos que encontrar la manera de corresponder la esperanza de millones de iberoamericanos. Nuestra fuerza son nuestros pueblos. Son los millones de iberoamericanos, son la razón de ser de nuestra presencia aquí», apuntó.

El presidente portugués se dirigió a su homólogo de Chile, Gabriel Boric, para recordar los 50 años del golpe de Estado del general Augusto Pinochet a Salvador Allende, asegurando que esa acción sirvió para despertar a los portugueses a protagonizar la Revolución de los Claveles un año después.

La XXVIII Cumbre Iberoamericana tiene al clima como uno de sus ejes temáticos con la adopción de una carta medioambiental iberoamericana, así como una carta de derechos digitales, una estrategia para la seguridad alimentaria y otra para una nueva arquitectura financiera.

Desde el primer momento que asumió la presidencia de Venezuela, en 1999, Hugo Chávez, para quien la política se reducía a confrontación y lucha, estableció como una de sus principales líneas estratégicas de gobierno fortalecer el poder militar en Venezuela.

Ello condujo, entre otras cosas, a la ruptura de los históricos vínculos existentes entre las Fuerzas Armadas de Venezuela y Estados Unidos. En efecto, más por razones de ideología política que por consideraciones técnicas, Chávez optó por migrar el modelo militar venezolano hacia el ruso y el chino.

Esta decisión, más allá del ámbito de lo militar, marcó el futuro de la política venezolana, porque, como bien señala el investigador Román Ortiz, profesor del William J. Perry Center, «las ventas de armamento son vías privilegiadas para forjar relaciones sobre las que construir alianzas y delimitar áreas de influencia».

Hacia finales de la década de los 90 y principios del siglo XXI, luego de transcurrida casi una década de finalizada la Guerra Fría y de la desintegración de la Unión Soviética, Rusia volvió a colocar sus ojos sobre América Latina.

El retorno del interés del Kremlin por la región tomó impulso con la llegada de Putin al poder y se vio favorecido por la recuperación de la capacidad económica de la Federación Rusa y por la marea rosa que se produjo en Latinoamérica a partir de la primera década del siglo XXI.

Este interés ruso por restablecer y fortalecer sus lazos con América Latina, además de abrirle nuevas oportunidades a sus principales industrias (militar, gas, petróleo, nuclear), tenía como objetivo geopolítico ulterior afirmar el papel de Rusia como potencia global dentro del escenario internacional. Con esta estrategia, Rusia buscó establecer puntos de apoyo en el hemisferio occidental para así desafiar un orden mundial que, desde el Kremlin, se percibía sesgado en favor de los intereses estadounidenses.

El despliegue de las relaciones de la Federación Rusa en la región se ha desarrollado de forma geográficamente selectiva y ha experimentado a lo largo del tiempo variación en su intensidad, tal como lo señala la profesora Mónika Szente-Varga en su artículo «The Footprints of the Bear. Why does the Return of Russia to Latin America Matter?».

El foco de la atención de Rusia en América Latina se ha concentrado en: a) Países que fueron aliados tradicionales de la antigua Unión Soviética: Cuba y Nicaragua; b) Países con gobiernos con una postura antiestadounidense: Venezuela (Chávez y Maduro), Bolivia (Evo Morales y Luis Arce), Ecuador (Rafael Correa 2007–2017); y, c) Países con importancia comercial, visibilidad e influencia internacional relativamente alta: Brasil, Argentina y México.

El espectro de estas relaciones ha sido variado y ha comprendido: venta de armas, inversiones en energía, transferencia de tecnología nuclear, relaciones comerciales y culturales, y demostraciones políticas de poder naval y aéreo de alto nivel.

Entre el 2000 y el 2019, la facturación comercial de Rusia con América Latina pasó de $ 5,6 mil millones a $ 14,1 mil millones. Cabe advertir, sin embargo, que estos montos de intercambio son modestos si se comparan con las relaciones comerciales de EE. UU. o de China con la región.

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