INTERNACIONAL

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El estallido de un conflicto militar por Taiwán constituiría un «escenario de horror» con implicaciones en la economía mundial, advirtió en Pekín la ministra alemana de Exteriores, Annalena Baerbock.
«Las ondas de choque de semejante crisis de la economía mundial también afectarían a China y a Alemania por ser países con alto intercambio comercial», declaró Baerbock en una conferencia de prensa conjunta con su homólogo chino, Qin Gang, informaron medios alemanes.
La ministra alemana confirmó que su país mantiene su política de «una sola China» pero que, al mismo tiempo, el Gobierno de Berlín está preocupado por la situación actual en torno a la isla de Taiwán.
Por su parte, Quin reiteró que Taiwán es parte de China y que rechaza una «intervención del exterior» en los asuntos relacionados con la isla. Agregó que si se respeta el principio de «una sola China» entonces los países que así lo afirman deben rechazar lo que denominó «actividades separatistas» en ese territorio.
En la intervención ante los medios de ambos ministros se aludió también a la situación del respeto de los derechos humanos en China y Quin aseguró que en este ámbito «lo que China necesita menos es una clase magistral de Occidente» y rechazó que haya «estándares únicos» al respecto en el mundo.
Baerbock, por su parte, manifestó que sí existen esos estándares únicos en lo que afecta al respeto de los derechos humanos y recordó que son «comunes» y están incluidos tanto en la Carta de las Naciones Unidas como en la Convención de Derechos Humanos de esa organización.
La ministra alemana insistió en que el respeto de los derechos humanos también tiene una vertiente que toca a los intereses económicos de las relaciones bilaterales.
«Donde hay empresas que obtienen ventajas en detrimento de los derechos humanos no hay una competencia justa», insistió Baerbock. Con el viaje de la ministra alemana a China se reanudó el formato de conversación conocido como diálogo estratégico que ambos estados emprendieron en 2014.
La ministra verde llegó el jueves a la metrópolis de Tianjin (norte), donde visitó una escuela y una empresa de energía eólica y posteriormente, en compañía de Quin, una compañía de electromovilidad.
En Pekín la ministra alemana ha mantenido reuniones con el responsable de Exteriores y con otros altos cargos de la administración china, como el director de la comisión de Asuntos Exteriores del politburó, Wang Yi, considerado el máximo responsable de la diplomacia china.
Este sábado la ministra viajará a Corea del Sur, donde visitará la zona desmilitarizada que separa al país de Corea del Norte y mantendrá un diálogo estratégico con su homólogo coreano en Seúl, además de reunirse con refugiados del Norte.
Al día siguiente se desplazará a Japón, donde participará en una reunión de ministros de Exteriores del G7 en la que se tratarán cuestiones como las relaciones con China, la cooperación en el Indopacífico y la guerra de Ucrania.
El presidente francés, Emmanuel Macron, en cambo, ha demostrado una vez más sus euilibrios diplomáticos, generando controversia en la Unión Europea con su viaje a China.
Macron se mostraba conforme de haber sido invitado por Xi Jinping a una reunión privada de varias horas. Parece que, durante el encuentro, Xi Jinping colmó a Macron de tantos elogios, que, de vuelta en París, el dirigente francés dijo que Europa no debería bailar al ritmo que impone Estados Unidos en las relaciones con China.
Ese es precisamente el mismo lenguaje que utiliza Pekín, que ve a Europa como un apéndice de Estados Unidos. Por un lado, los dirigentes comunistas arremeten contra la UE, porque China necesita esta parte del mundo libre para su avance económico. Y, por otro lado (y esto es más importante), porque Xi quiere abrir una brecha entre las naciones del mundo libre y dividirlas según el analista Alexander Görlach.
En el caso de que Xi llevara a cabo su amenaza y atacara Taiwán, todo dependería de la reacción del mundo libre hacia sus socios democráticos de Taipéi. Macron aboga por que Europa no se convierta en «vasallo» de los EE. UU. (ese término es exactamente el mismo que utiliza Pekín), pero deja sin responder cuál sería la alternativa en el caso de que Taiwán fuera anexionada por China.
Eso es exactamente lo que el Ejército chino estuvo practicando durante el fin de semana, simulando un bloqueo militar de la isla de tres días y mostrando al mundo que Pekín está listo para atacar.
Cuando Francia, la única potencia nuclear que queda en la Unión Europea, dice que no se une a Washington en la defensa de la libertad de la amenazada Taiwán, en la oficina de Xi resuenan las botellas de champán.
No es injusto suponer que esta declaración de Macron ha sido cuidadosamente meditada, y que la economía francesa será recompensada por Pekín (Macron llegó a China con 60 representantes de la industria).
Lo trágico es que el jefe de Estado francés ahora ha hecho más probable un ataque a Taiwán con su declaración, porque Xi Jinping ha aprendido de los errores de Vladímir Putin. El dirigente ruso quedó muy sorprendido por la unidad con la que el mundo libre ha apoyado a Ucrania tras su ataque.
El «momento Crimea» de Xi fue la represión del movimiento a favor de la democracia en Hong Kong. La reacción fueron correos electrónicos de quejas y mordaces comentarios en la prensa, lo mismo que sucedió tras la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014.
Pero, tanto el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, como su sucesor, Joe Biden, han establecido desde entonces límites claros para China. Trump respetó la actual situación legal, según la cual habría que suministrar armas a Taiwán en caso de tener que defenderse contra China, y además amplió la relación entre ambos países. Biden ha ido aún más lejos, comprometiéndose en múltiples ocasiones a defender la isla en caso de que Pekín ataque.
Contrariamente a lo que afirma Pekín, la República Popular nunca ha gobernado Taiwán. Por lo tanto, Taipéi no está gobernado por separatistas, sino por un Gobierno legítimo, que asumió el cargo democráticamente en elecciones libres y justas.
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