OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Argentina se debate en la búsqueda de culpables. La decadencia ya lleva cuarenta y seis años. Tuvimos gobiernos democráticos débiles, dictaduras, gobiernos democráticos con mayorías parlamentarias, gobiernos democráticos con minorías parlamentarias. Todas las combinaciones posibles.
Lo único permanente es la decadencia, la inflación, el aumento de la pobreza, la degradación de la educación, salud y seguridad, el atraso en infraestructura y la debilidad de la moneda.
Los culpables señalados, el peronismo, los capitales concentrados, el populismo, el imperialismo y el FMI, los medios concentrados, los controles desmedidos, los sindicatos, los grandes empresarios especuladores etc. etc.
Pero existe un solo factor común, la degradación del Estado.
Desde la dictadura hasta hoy lo único que se desmembró, se mal utilizó, se corrompió fue al Estado, con él a todas las instituciones.
Los únicos culpables, las diferentes dirigencias que lo administraron. Todos. Discontinuaron y degradaron la carrera del empleado estatal. Utilizaron los recursos del pueblo para sostener a sus militantes. Con un único resultado, se profesionalizó la política.
Generaron montañas de regulaciones con el único objetivo de crear nuevos empleos y nuevas trabas a la iniciativa privada, haciendo más costoso y más ineficiente el estado.
No quiere decir ni que se deba desarmar al estado ni que las empresas de servicios públicos deban ser estatales. Ni que el estado deba ausentarse, ni que el estado deba ser obstaculizador.
Simplemente el estado debe ser fuerte, eficiente y siempre tener como objetivo beneficiar al contribuyente. Nunca se puede olvidar que por esencia el estado administra e interviene para asegurar el beneficio del contribuyente que lo sostiene.
Los gobiernos no son el estado, son aves pasajeras que lo conducen hasta que los votantes lo cambian. El estado, sus organismos, sus empleados son permanentes, especializados, idóneos, expertos en cada área en la cual se desempeñan. Los gobernantes son pasajeros cuya permanencia es a resultado.
Los partidos deben capacitar mediante convenios con las universidades a aquellos que van a ofrecer como funcionarios.
No voy a aburrir con historia, pero si voy a marcar hitos. La dictadura utilizó el estado para matar, robar, estafar y discriminar, fue el comienzo.
La democracia politizó la justicia, fue el resultado de una medida que, con gran consenso hoy a años vista, deberíamos a beneficio de inventario, revisarla.
Haber puesto en comisión a todos los jueces en 1983 fue una medida aplaudida, pero vulneró la norma constitucional para remover jueces. Abrió una puerta no buscada pero cuya consecuencia fue la politización de la justicia.
En los 90 con la excusa también de recuperar el estado y nuevamente con gran consenso se privatizó a todas las empresas de servicio público, el gran error es que se privilegió el dinero a recaudar. Ese proceso fue conducido por el sector financiero y no fue parte de un plan de desarrollo que garantizara que las inversiones en infraestructura sean parte de un plan de desarrollo.
Los servicios públicos son esencialmente propiedad del pueblo al que sirven, el estado regula y controla y quienes los administran es una anécdota.
Luego siguió el asalto a los recursos públicos para, en principio asistir a los perjudicados por las reformas, con consenso, pero luego se utilizó esa herramienta como una manera de relacionar al estado con los habitantes.
Se abandonó la cultura del esfuerzo, la educación como herramienta transformadora y el plan productivo como guía.
Hoy el desmembramiento institucional es total. No hay institución en pie. Nos destacábamos en educación, es un descalabro, en salud, el sistema está quebrado, en justicia no cumple con su único cometido, defender a los que cumplen la ley, en seguridad, los habitantes miran un policía y desconfían.
Todos los estamentos estatales están en descomposición, desde el nacional hasta la mayoría de las municipalidades utilizan sus presupuestos para pagar empleados, no para cumplir sus funciones. La sociedad desarrolla sus actividades ignorando al estado.
Cada día crecen más los ingresos informales, de toda la población, que los formales. Hasta los dirigentes muestran patrimonios con llamativa informalidad. Apuntan a los ricos por sus posesiones off-shore como si ellos no las tuvieran. Como si cualquiera no quisiera tenerlas. Hipocresía.
Volver a la institucionalidad, que no es votar, es sentirse contenido por ella, requiere del tan nombrado y consabido acuerdo o pacto.
¿Qué es un pacto?, ya sabemos que no es una coalición electoral (Cambiemos, Frente de Todos), es una coalición de gobierno. Que, no es mezclar funcionarios al ton y son, como el actual gobierno, asegurando que nadie gobierne. Es otra cosa.
Generar un plan es coincidir en objetivos para cada área y lograr que sea apoyado por una mayoría parlamentaria contundente, que esa mayoría se exprese en el gobierno a través de sus mejores y más idóneos dirigentes.
No es una expresión de deseo, es aritmética pura, sumar legisladores hasta llegar a el setenta por ciento de la cámara de diputados y sesenta por ciento de la cámara de senadores.
Un poder parlamentario que tenga la autoridad de convocar a cualquier funcionario que no funcione, a debatir públicamente porque no se cumple con el cometido expresado en el plan y plasmado en el presupuesto.
Un párrafo para nuestra no moneda, no existe, está muerta. No hagamos de eso una tragedia, los españoles no supieron administrar a la peseta y los italianos la lira y la lista sigue, y perdieron sus monedas. Todas siguen siendo naciones soberanas. Hoy la soberanía no pasa por la moneda.
El dólar es la moneda elegida por los argentinos que pueden alcanzarla el resto la desea. Eso significa perder la moneda, en parte si. Tuvimos la oportunidad de ser parte de un acuerdo supra nacional al comienzo del siglo que nos hubiera dado la oportunidad de tener una moneda estable. La dejamos pasar.
Copiemos a Uruguay y otros países. Establezcamos el bimonetarismo, que existe en la realidad, pero no en la formalidad. De esa manera podremos sacar la presión que las expectativas ejercen sobre el peso nacional. Copiemos no inventemos la pólvora.
Como vemos la culpa no la tiene el pobre maldito tango. Es de nuestra dirigencia.
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